Opinión
Ver día anteriorSábado 3 de marzo de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Las otras campañas
E

n las campañas electorales el centro de la disputa debería ser entre alternativas diferentes para enfrentar problemas que en principio tendrían que ser comunes. Desde la priorización de los temas hasta la agenda misma que los partidos proponen a los ciudadanos y la narrativa que la acompaña, deberían estar claras las opciones.

No es así aún. Las narrativas que subyacen en las figuras de las tres candidaturas presidenciales provienen de los prejuicios del pasado remoto o reciente.

De Peña Nieto es la narrativa del viejo PRI que con sus métodos autoritarios pretende una restauración. De Vázquez Mota es el PAN de la alternancia sin alternativa, del despilfarro del bono democrático y de la guerra que ha costado casi 50 mil personas. De López Obrador es la narrativa del peligro para México, de la imagen intransigente contra empresarios y clases medias.

En el ámbito de la retórica los tres han buscado disolver esas narrativas. Pero en ausencia de verdaderas estrategias de comunicación política –que no sólo de marketing–, lo que prima es la simplificación y la descalificación. De ahí por ejemplo la frase ingeniosa de Vázquez Mota de que el gabinete propuesto por AMLO suma más de mil 500 años o que en el consejo del PRI se podrían sumar mil 500 horas de cárcel. Le faltó añadir que en los dos gabinetes del PAN se suman más de 600 semanas de ineptitud e ingobernabilidad.

El punto es que en ausencia de verdaderos debates sobre los grandes problemas nacionales, prevalece el esquematismo, la vacuidad y sobre todo el protagonismo de otros actores que si están llevando a cabo sus campañas.

Sólo señaló tres. Por un lado el presidente Calderón que lleva meses realizando campaña por su pre-candidato presidencial y luego por la candidata panista. Desde luego se puede argumentar que los jefes de gobierno las hacen en muchas democracias consolidadas. Pero la nuestra no está consolidada, la distinción entre jefe de Estado y jefe de gobierno no es clara, el sistema de partidos es más que frágil y sobre todo las experiencias de las intromisiones abusivas y en algunos casos ilegales del Poder Ejecutivo y de poderes fácticos en 2006; hacen muy dañina para la democracia este protagonismo presidencial.

Hay otra campaña paralela. La que se realiza al interior de los partidos para definir a sus candidatos a diputados, senadores, gobernadores en algunos estados y legisladores y autoridades locales. Aquí el espectáculo ha sido lamentable. No hay tapujos ni atajos: se trata de quién agarra hueso. Y en los tres partidos principales, a consecuencia de estas campañas internas hemos podido constar que son menos partidos y más archipiélagos de caza-empleos. Cada vez se les dificulta una tarea básica: dirimir con reglas claras los conflictos internos. De su otra función central: representar los intereses y las pulsiones de segmentos de la ciudadanía ni qué decir. Estamos, en consecuencia, en presencia de un sistema de partidos sin partidos.

La otra campaña más sutil, menos evidente pero más peligrosa por cuanto atañe a las decisiones soberanas de México, tiene que ver con el combate al narco y el papel de las distintas fuerzas políticas estadunidenses al respecto. El subtexto que se instala en las narrativas bilaterales conforme hay declaraciones mal traducidas, se resume en el comentario de un senador poderoso respecto que al menos uno de los tres principales candidatos presidenciales no proseguiría la guerra contra el crimen organizado. Luego el discurso de la secretaria Napolitano de graves implicaciones en sí mismo, cae en terreno fertilizado con filtraciones sobre presuntos gobernantes priístas ligados al narco.

Sólo menciono de pasada la campaña de la Iglesia católica mexicana con motivo de la gira papal.

En síntesis quienes deberían estar en campaña y en debate ante los ciudadanos no lo están; y quienes deberían guardar prudencia y en algunos casos silencio andan desatados.