Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 4 de marzo de 2012 Num: 887

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Bitácora Bifronte
Jair Cortés

Con qué cara
Yorgos Yeralis

Julio Torri: la sutil elegancia de la brevedad
Enrique Héctor González

Ladridos en la Torre
de Babel

Agustín Escobar Ledesma

Karel Svenk, esteticismo
y esperanza

Irena Chytrá

Las huellas de la memoria
Miguel Ángel Muñoz entrevista con Antoni Tàpies

París d’Antoni Tàpies
Pere Gimferrer

Egon Schiele y las expresiones del cuerpo
Anitzel Díaz

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Columnas:
La Casa Sosegada
Javier Sicilia

Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

Galería
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Mentiras Transparentes
Felipe Garrido

Al Vuelo
Rogelio Guedea

La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain

Cabezalcubo
Jorge Moch


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Egon Schiele y
las expresiones
del cuerpo

 

 

 

 

 

 

Anitzel Díaz        

Kauernde

Todo cuerpo refleja sexo y muerte y esto lo comprendió Egon Schiele a la perfección. Sus cuadros siguen inquietando casi un siglo después de haber sido pintados. Cuerpos mostrando el sexo en poses sumamente eróticas. Cuerpos torturados por la enfermedad y en esas imágenes el alma desbordada de sus modelos. Como escribió algún día Nietzsche: “¿Es que ha venido a ti un nuevo conocimiento, un conocimiento ácido, pesado? Como masa acedada yacías tú ahí, tu alma se hinchaba y rebosaba por todos sus bordes.” Dijo Schiele: “Pinto la luz que emana de todos los cuerpos.” Sus pinturas traspasan las fronteras de las apariencias, nos regalan la capacidad de estremecernos y de sentir en lo más hondo de nuestro ser.

Egon Schiele nació en Tulln, Austria, el 12 de junio de 1890. Sólo vivió veintiocho años de los cuales diez trabajó incansablemente en 334 óleos y 2 mil 503 dibujos. Clasificado como expresionista, su obra refleja sus obsesiones: el sexo y la muerte. Su fascinante carácter alude a que tuvo una infancia traumática: cuando Egon tiene catorce años su padre muere tras una larga enfermedad física y mental. La relación con su madre fue distante y con su tío y tutor nunca congenió. Con quien tiene una relación más cercana es con su hermana Gerti, que también fue su primera modelo. A los dieciséis años ingresa a la Academia de Bellas Artes de Viena, la cual deja después de un par de años para formar lo que llamó Neukunstgruppe (Grupo del Arte Nuevo) junto con otros artistas. En 1907 conoce a Gustav Klimt, que se convierte en su mentor y mecenas; incluso en su modelo. Ambos artistas son reconocidos ahora como los más importantes de su época.

Schiele se vuelve un joven elegante cuyo aspecto contrasta totalmente con su estilo pictórico. En sus autorretratos (aproximadamente cien con varios desnudos) se dibuja con rostro cadavérico y cuerpo en los huesos: confiesa: “todo está muerto en vida”; mantiene un soliloquio con la muerte. Schiele se ve como un hombre atormentado. Aun hoy sentimos algo de pudor frente a algunos de sus desnudos y retratos. ¿Nos impacta la desnudez o será la fragilidad del alma descubierta por un gesto llevado al extremo? Schiele nos descubrió lo íntimo como camino al alma humana. Individuos captados en la soledad de su intimidad, frágiles, enfrentados a un espejo que regresa una imagen que por auténtica asusta.

Tanto cuando se ocupó de la naturaleza como cuando retrataba a un modelo, o a sí mismo, Schiele no trató de copiar la realidad, sino de mostrar el sentimiento que el objeto pintado despertaba en él. Como él mismo dijo: “Primero pienso sobre los cuadros que quiero pintar; también hago bocetos, pero creo que copiar la naturaleza no tiene ningún sentido para mí, pues pinto mejor de memoria que frente a un paisaje. Mayormente observo los movimientos físicos de las montañas, el agua, los árboles y las flores: a uno siempre le recuerdan movimientos similares en el cuerpo humano, sensaciones de alegría y tristeza en las plantas. Tan sólo pintar no me resulta suficiente: sé que los colores pueden reflejar cualidades –percibo un árbol teñido de otoño en verano con mis sentidos más profundos y mi corazón, y quiero pintar esa melancolía.” Su trazo es caligráfico, un muslo se reduce a dos líneas; le fascina la estructura ósea, la pincelada se convierte en dinamismo.

Las mujeres forman parte esencial de la vida de este artista. Le gustaba mirarlas, estudiarlas, representarlas. Su primera fuente de inspiración fue Gertie, su hermana; buscaría después la piel pecosa, la melena pelirroja y los ojos verdes de su hermana en todas sus modelos. Wally, su amiga, amante, modelo, musa. Por último Edith Harms, mujer de familia burguesa, pelo rojo y rizado, mirada tímida y triste, con la que en 1915 se casó, y que moriría de gripe en 1918, tres días antes que su esposo. Schiele encuentra sus modelos en las calles: prostitutas o jóvenes pobres. Prefiere a las “Lolitas” (muchos años antes de la publicación de la conocida obra de Nabokov), los tipos andróginos mezcla de niña y mujer; mientras que las damas burguesas (las modelos preferidas de Klimt) reflejan su abundancia en su corpulencia bien alimentada. A pesar de su corta edad, las modelos de Schiele están conscientes de su propio erotismo y saben cómo explotarlo.

Egon Schiele quería destruir los tabúes de su época por medio de su obra violenta y radical. Y aunque ésta ha perdido ese poder con el paso del tiempo –esos tabúes ya no son los nuestros– no deja de sorprender y de impactar.