Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 4 de marzo de 2012 Num: 887

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Bitácora Bifronte
Jair Cortés

Con qué cara
Yorgos Yeralis

Julio Torri: la sutil elegancia de la brevedad
Enrique Héctor González

Ladridos en la Torre
de Babel

Agustín Escobar Ledesma

Karel Svenk, esteticismo
y esperanza

Irena Chytrá

Las huellas de la memoria
Miguel Ángel Muñoz entrevista con Antoni Tàpies

París d’Antoni Tàpies
Pere Gimferrer

Egon Schiele y las expresiones del cuerpo
Anitzel Díaz

Leer

Columnas:
La Casa Sosegada
Javier Sicilia

Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

Galería
Rodolfo Alonso

Mentiras Transparentes
Felipe Garrido

Al Vuelo
Rogelio Guedea

La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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Jair Cortés
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En defensa del aburrimiento


Foto: barraventopensiero

En su libro La conquista de la felicidad, Bertrand Russell ennumera diversas causas y motivos que provocan la infelicidad del hombre, entre las que destaca la pareja aburrimiento-excitación:  “Ahora sabemos, o más bien creemos, que el aburrimiento no forma parte del destino natural del hombre, sino que se puede evitar si ponemos suficiente empeño en buscar excitación.”  Aunque Russell publicó su libro en 1930, la situación, en sustancia, no ha cambiado mucho en la vida del hombre moderno, cuya agitación diaria le lleva al agotamiento físico, mental y espiritual.  El hombre de ahora no camina, corre por las calles luchando contra el tiempo y el tráfico. El hombre de nuestros días no se informa,  “navega” (¿naufraga?) en un mar de imágenes, noticias, sonidos y un sin fin de estímulos provenientes ya sea de una pantalla o de un frenético viaje por una ciudad saturada de anuncios. Nadie se imagina descansar  “aburriéndose”,  sentado cerca de una ventana de la casa mirando cómo se extingue la luz del día, en un posible silencio, sin televisores ni radios ni teléfonos celulares encendidos, sintiendo cómo el tiempo pasa lento, mientras nuestras fuerzas se reponen y nuestra memoria divaga o, simplemente, hace una pausa.  ¿Alguna vez se han quedado sin energía eléctrica todo un día? Otro tipo de sonidos nos habitan: el ladrido de un perro a lo lejos, un silbido, las mareas de nuestra respiración.  En esos momentos, que se parecen a la paz, pueden nacer ideas y emociones que en la turbulencia diaria no aparecerían.

La internet (mal empleada, claro está) cada vez se asemeja más a la televisión,  “ese monitor por el cual nos asomamos es una ventana de luz”,  dice Ernesto Sabato en su libro La resistencia,  “la televisión nos tantaliza, quedamos como prendados de ella.  Este efecto entre mágico y maléfico es obra, creo, del exceso de la luz que con su intensidad nos toma. No puedo menos que recordar ese mismo efecto que produce en los insectos, y aun en los grandes animales”.

No me considero un hombre viejo ni joven; sin embargo, creo que esa necesidad de excitación, de fervor, de  “no perder ni un minuto”, que en la adolescencia experimentamos en toda su plenitud, pero que a toda costa queremos prolongar hasta el límite de no saber estar a solas con uno mismo, puede constituir la razón de nuestra ansiedad moderna, expresada en  “Hurricane Jane”,  canción de los Black Kids que revela la profunda angustia al quedar expuestos al  “no hacer nada”  un fin de semana, un terror ante el aburrimiento:  “Es viernes por la noche y no tengo a nadie,/ Oh, ¿para qué tender la cama entonces?/ Me tomé algo y se siente como golpe de karate./ Me patea abajo y me deja muerto./ Es viernes por la noche y no tengo a nadie…”