Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 4 de marzo de 2012 Num: 887

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Bitácora Bifronte
Jair Cortés

Con qué cara
Yorgos Yeralis

Julio Torri: la sutil elegancia de la brevedad
Enrique Héctor González

Ladridos en la Torre
de Babel

Agustín Escobar Ledesma

Karel Svenk, esteticismo
y esperanza

Irena Chytrá

Las huellas de la memoria
Miguel Ángel Muñoz entrevista con Antoni Tàpies

París d’Antoni Tàpies
Pere Gimferrer

Egon Schiele y las expresiones del cuerpo
Anitzel Díaz

Leer

Columnas:
La Casa Sosegada
Javier Sicilia

Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

Galería
Rodolfo Alonso

Mentiras Transparentes
Felipe Garrido

Al Vuelo
Rogelio Guedea

La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]

 

Javier Sicilia

Freud y las tradiciones adivinatorias

No encuentro una imagen más bella para definir al ser humano y al mundo que ésta –que Lanza del Vasto utiliza para el Evangelio–: “Una hermosa flor de loto que hunde sus raíces en un lago insondable.” La imagen, como toda imagen, tiene muchas capas de sentido. El que tomo es el de lo oculto.

Hay en el ser humano zonas oscuras, invisibles, que la cultura humana ha tratado de visibilizar para comprendernos mejor. Para ello ha usado el universo poético y mítico proyectado sobre el cosmos (la astrología), los signos de las palmas de la mano (quiromancia), la lectura de las vísceras de animales (aruspicina), etcétera. Cada una de esas sabidurías milenarias, enclavadas en culturas para las que el mundo es un sistema de signos que hay que interpretar para descubrir algo de la profundidad que somos, fueron destrozadas, primero, por la Iglesia, que las acusó de supersticiones; después, por el racionalismo, para el que las verdades de la Iglesia pasaron también a formar parte de ese purgatorio. Su pérdida –gracias a Dios no absoluta; hay aún gente que por encima de los usos frívolos que las revistas y los charlatanes hacen de ellas, las han preservado– ha tenido que ser compensada. Quien mejor lo hizo, para un mundo hiperracionalizado, fue Freud.

En el fondo Freud, ese gran lector de los universos míticos y literarios, no hizo otra cosa que construir un sistema de interpretación de las zonas oscuras de nuestra existencia, semejante al que las sabidurías ancestrales habían elaborado. Sólo que lo arropó con el abrigo del lenguaje científico. Inconsciente, Ello, Super yo, pulsiones, psicoanálisis, psique, libido, etcétera, no son más que nombres que, amparados por el lenguaje científico, resguardan revelaciones que de otra manera, es decir, dichas con el lenguaje de la astrología, de la quiromancia o de las aruspicinas, serían sospechosas de superstición, de premodernidad, y no tendrían un sitio en las universidades, como le sucede hoy, por desgracia, a la astrología. Nadie puede dar prueba fehaciente de la existencia de todo el entramado de nombres con el que Freud llenó las zonas oscuras del hombre, pero para oídos racionalistas decir “psique” y no “alma”, Super yo y no “culpa”, “pulsiones” y no “espíritus”,  “signos zodiacales” o “determinismo cósmico”, da seguridad y certeza de que se trata de cosas serias, de cosas científicas y racionales.

Sin embargo, para Freud, al igual que para las otras tradiciones, es la palabra, la que al traducir, es decir, al nombrar y darle sentido a los signos y los símbolos con los que lo oscuro del hombre se expresa, nos descubre. “Sólo se psicoanaliza –dice en alguna parte– quien quiere descubrir su verdad”, es decir, sólo el que interpreta los signos de su conducta puede conocerse. “Sólo quien sabe interpretar lo que dicen los astros sobre tu nacimiento –dice la astrología– te revela”:  te hace visible algo de lo que eres en las profundidades del lago insondable y que expresas en la visibilidad de tus actos. Algo semejante dice Lacan cuando, dando una vuelta de tuercas al lenguaje de Freud, afirma que a través de la lengua habla la Lengua y revela algo que no sabemos y que sólo la palabra que la interpreta puede aclarar.

La diferencia entre los mal llamados “métodos adivinatorios” y los métodos psicoanalíticos radica no sólo en el uso de los lenguajes, sino también en que el primero mira el universo como un sistema de signos que habla de la profundidad del hombre, mientras que el segundo reduce ese sistema al propio decir simbólico del hombre. Freud, una especie de astrólogo, de quiromante extraviado en el mundo del positivismo que dejó de mirar el universo como un sistema de signos que había que interpretar, para mirarlo como un problema a resolver, se refugió en el único espacio donde lo simbólico seguía hablando con alguna nitidez:  el ser humano, y decirnos que allí, más allá del saber científico, “alguien” –para decirlo con ese otro saber, la poesía– en la oscuridad  “nos deletrea” y nos revela más allá de lo que creemos saber con nuestra ciencia.

Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, liberar a todos los zapatistas presos, derruir el Costco-CM del Casino de la Selva, esclarecer los crímenes de las asesinadas de Juárez, sacar a la Minera San Xavier del Cerro de San Pedro, liberar a todos los presos de la appo, hacerle juicio político a Ulises Ruiz, cambiar la estrategia de seguridad y resarcir a las víctimas de la guerra de Calderón.