Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 4 de marzo de 2012 Num: 887

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Bitácora Bifronte
Jair Cortés

Con qué cara
Yorgos Yeralis

Julio Torri: la sutil elegancia de la brevedad
Enrique Héctor González

Ladridos en la Torre
de Babel

Agustín Escobar Ledesma

Karel Svenk, esteticismo
y esperanza

Irena Chytrá

Las huellas de la memoria
Miguel Ángel Muñoz entrevista con Antoni Tàpies

París d’Antoni Tàpies
Pere Gimferrer

Egon Schiele y las expresiones del cuerpo
Anitzel Díaz

Leer

Columnas:
La Casa Sosegada
Javier Sicilia

Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

Galería
Rodolfo Alonso

Mentiras Transparentes
Felipe Garrido

Al Vuelo
Rogelio Guedea

La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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Verónica Murguía

El 333

Yo no sé por qué, las opiniones políticas de quienes me rodean me importan tanto. Me sacuden, me alegran o me enfurecen. Pero no soy la única. Para animar casi cualquier escenario, basta con mencionar las elecciones que se aproximan y todo el mundo se calza los guantes, enseña los dientes y se dispone a derrochar chorros de sabiduría sazonada con insultos.

El otro día en el gimnasio, venero inagotable de conversaciones con seres con quienes no me toparía jamás si el ejercicio no fuera una actividad que reúne grupos heterogéneos, escuché cómo una mujer se deshacía en alabanzas por la candidata del PAN. Sentí que me caía en la cabeza un balde lleno, no del agua helada proverbial: un balde rebosante de agua negra, agua del drenaje.

La señora, adornada con uñas de gel, pulseras como cencerros, pants y camiseta Nike, rayos amarillos en el pelo, visera para el sol, tenis fantásticos (al César lo que es del César y ella no los diseñó) me miró con recelo cuando no hice eco de sus elogios y lemas de campaña, todos previsibles y tan hipócritas como la candidata:  “Es mujer; Peña Nieto es un corrupto; no podemos dejar que el candidato de los nacos gobierne el país.”

Me miró, esperando un acuerdo de ésos que con suerte hasta se transforman en amistad, pero yo, bañada de agua negra metafórica, puse cara de perro:

–Vázquez Mota dice “dio cuenta” por  “nos mostró”.  Dijo que Peña Nieto había “dado cuenta de sus debilidades”. Dar cuenta de algo es destruirlo. Además quiere que se acabe la educación laica –amonesté.

La señora me miró de arriba abajo, dándose cuenta de que estaba hablando con una naca escrupulosa en cuestiones de lenguaje. Desde ese día nos miramos con antipatía:  yo –en mi cabeza, no soy tan imprudente– critico burlonamente su técnica para hacer abdominales y ella demuestra que mis pants le parecen feísimos. Nos evitamos con ostentación, evidenciando que antes nos saludábamos y ahora no.

Es exagerado. Pero peores cosas he hecho en nombre de mis antipatías políticas: gritos, sombrerazos (que a falta de sombrero fueron manazos en la mesa) y separaciones. ¿Qué nos mueve? Tengo para mí que los motores principales son 1) la esperanza de tener un hueso, y 2) el miedo.

Los que discuten por la razón primera son menos que los que andan peleándose por la razón segunda y de ellos no sé nada. Son políticos o aspirantes a políticos, su cerebro es muy misterioso. Yo pertenezco al grupo 2.

A mí este país me da miedo. Pavor. Tengo pesadillas dignas de Tarantino o cualquier director de cine gore; me ensombrece la cifra siempre en aumento de muertos; la crueldad que exhiben los asesinos; la complicidad de muchos en la policía, el ejército, la administración pública; me irrita la sintaxis de los anuncios del gobierno; el derroche descarado mientras muchos se mueren de hambre o engrosan el montón de pobres; la gazmoñería que se puso de moda desde Fox, en fin.

Si un documental sobre la educación confirma que las finanzas del snte favorecen a la lideresa eterna, al otro día nos asestan un millón de anuncios que muestran una escuela paupérrima y proclaman que, aun así, remontando esas miserias, hay quien termina la escuela y la carrera. ¿Cómo? Gracias al orgullo de ser maestro.

Es decir, si hubiera en dichas escuelas pupitre, sillas, pizarrón y excusados, los niños tratarían de desplazar a Elba Esther Gordillo de la hamaca donde se mece abanicándose con billetes de a mil. Pero si a los niños se les priva de todo, ¡hasta terminan la carrera! Todavía no me he tropezado con simpatizantes del Panal, pero si los veo les pediré que me expliquen esta propaganda, y cómo un par de impresentables como la maestra y el indescriptible Jorge Kahwagi sean dirigentes de dicha institución electorera.

Por supuesto se me ha informado acerca de los errores de la izquierda, con veracidad, por cierto. Corruptelas, compadrazgos, ratería y media. Pero la izquierda propone un México más justo y laico y eso quiero yo.

Si alguien desea un México más mocho, me da rabia, porque no han pensado en la experiencia horrible de los países musulmanes. Y si les vale la pobreza, me da rabia, porque pienso en aquellos que no tienen nada y los que tienen demasiado –y presumen con tanta enjundia. Pero los hay que me impacientan todavía más: a los que me dan ganas de desterrar para siempre con un artículo de mi invención, el artículo constitucional 333. Son ésos a los que todo les vale gorro.