Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 11 de marzo de 2012 Num: 888

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Atelier Bramsen,
museo vivo

Vilma Fuentes

Tomóchic o la victoria
de la realidad

Ignacio Padilla

¡Qué darían por se
tan sólo un árbol!

José Pascual Buxó

El abecedario Mafalda
Ricardo Bada

Casi medio siglo
de Mafalda

Antonio Soria

Pistorius y el sprint vital
Norma Ávila Jiménez

Leer

Columnas:
Prosa-ismos
Orlando Ortiz

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

La Jornada Virtual
Naief Yehya

A Lápiz
Enrique López Aguilar

Artes Visuales
Germaine Gómez Haro

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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La debacle de la quema de Coranes

Mentes, corazones y beisbol

Una de las grandes frustraciones de eu como potencia colonial es que, después de invadir y ocupar Haití, desde el 28 de julio de 1915 hasta el 1 de agosto de 1934, los nativos nunca fueron capaces de aficionarse al beisbol. Lawrence Pezzullo, el enviado especial estadunidense en Haití escribió: “Me sigue sorprendiendo que es el único lugar en el Caribe donde no se juega beisbol. En todos los demás lugares dejamos algo. En Haití no dejamos nada.” La conquista de las mentes y los corazones haitianos fue en gran medida un fracaso. Resulta difícil sorprenderse, ya que la invasión tuvo por motivo “proteger intereses estadunidenses y extranjeros” y reemplazar una constitución que prohibía a los extranjeros ser dueños de tierras. En esa ocasión, como en todas las guerras de agresión colonialistas, el pretexto oficial fue civilizar, restablecer la ley y el orden en una nación en caos. Entre aquella aventura y la ocupación de Afganistán del 7 de octubre de 2001, EU ha tratado de conquistar mentes y corazones por el mundo con resultados variados. Así, desde la segunda guerra mundial hasta la guerra contra el terror, pasando por las guerras de Corea, Vietnam, Grenada, Serbia y tantas otras más, el ejército estadunidense ha tenido tiempo y oportunidades suficientes para aprender a conquistar la voluntad de los pueblos invadidos. Sin embargo, parecería que cada nueva guerra es una oportunidad para explorar niveles desconocidos del oprobio y la humillación colectiva.

Fahrenheit 451: edición Afganistán

El último capítulo de la cadena de torpezas morales, insultos culturales y atropellos a la decencia cometidos por las fuerzas de ocupación contra los afganos fue la reciente quema de Coranes en la base militar de Bagram. Un camión cargado con materiales religiosos llegó a un tiradero de basura. Tres personas con uniforme militar estadunidense (durante semanas el Pentágono insistió en que se trataba de tropas de la otan o quizás de mercenarios), una mujer (¿para enfatizar la provocación?) y dos hombres, comenzaron a echar al fuego bolsas con materiales impresos. Por lo menos cuatro trabajadores afganos los vieron y trataron de detenerlos y rescatar los ejemplares del Corán. La justificación del ejército fue que estos Coranes provenían de prisiones donde aparentemente habían sido usados para pasar mensajes entre reos. Este fiasco llega menos de un mes después del estrepitoso escándalo del video de cuatro soldados estadunidenses orinando sobre cadáveres de supuestos insurgentes afganos. La primera reacción de los altos mandos del ejército fue que darían entrenamiento a sus tropas sobre cómo manejar los libros del Corán. Uno se pregunta si también habría que darles cursos para enseñarles lugares apropiados para orinar.

De humillación en humillación

La quema de Coranes desató una oleada de ataques en contra de las fuerzas de ocupación y numerosas manifestaciones sangrientas que han costado por lo menos treinta vidas afganas, así como cuatro estadunidenses: dos oficiales que fueron ejecutados en el Ministerio del Interior, uno de los edificios más seguros del país, y otros dos soldados. Los medios estadunidenses se preguntan: ¿cómo puede ser que después de invertir tanto y durante tantos años, los ingratos afganos los traten así? Si quisieran recordar, verían que eu invadió Afganistán en represalia contra el gobierno talibán por haber permitido operar en su territorio a Osama bin Laden y su red Al Qaeda, quienes fueron responsables de los ataques del 11 de septiembre de 2001, que a su vez supuestamente fueron represalias por las humillaciones sufridas por los musulmanes a manos estadunidenses. ¿Responderá esto a la pregunta de los medios estadunidenses?

La debacle anunciada

Es prácticamente imposible defender cualquier quema de libros, pero también es muy difícil comprender la pasión desenfrenada que provoca la fantasía religiosa que sostiene que un producto editorial está imbuido de un poder sobrenatural. Es inaceptable la incitación al asesinato o cualquier otro acto de locura criminal iluminada bajo pretexto de la quema de un libro. Sin embargo, es muy fácil entender que una invasión nunca es una misión de buena voluntad, y que diez años y cuatro meses de ocupación de Afganistán no han modernizado al país, no han resuelto los necesidades más básicas de la población ni han pacificado a las facciones políticas en disputa, como tampoco han creado oportunidades o han mejorado el entendimiento entre culturas; no han pavimentado la más elemental estabilidad para “proteger los intereses estadunidenses y extranjeros”, ni han establecido al beisbol como deporte nacional. Pero sería erróneo decir que Estados Unidos no ha dejado nada en Afganistán o en Irak; lo que ha quedado son cementerios repletos de víctimas de las armas de la “otan”, así como de las condiciones provocadas por esta infame y absurda guerra.