Opinión
Ver día anteriorLunes 12 de marzo de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Toros
Un toro vivo
L

os picadores literalmente masacraban con las varas a algunos de los toros de José María Arturo Huerta que embistieron por derecho. Un solo puyazo en que bombeaban la puya hasta dejar quietos a los toritos. El resto de los mismos repitieron la suerte de la mayoría de los toros de la temporada, un puyacito y a rezar de rodillas por el redondel. Si bien es cierto que llovió y hubo que arreglar el ruedo al inicio de la corrida, no menos cierto es que los toros muy débiles, no podían con su peso.

Y en el recuerdo me aparecía la figura de don Efrén Acosta en la plaza de toros de Las Ventas, de Madrid, sentado en la silla del caballo con desembarazo y con la vara en la mano derecha que a su manera iba marcando los compases de la suerte de varas. Elevaba la puya en el aire y como un pájaro que caía lo colocaba en lo más alto del morillo. Vuelta a subir nuevamente la vara y al arrancar el toro otra vez en lo más alto de la montaña de luto del bravo toro y una tercera vez. Eso era torear de forma viviente e intensa. Los aficionados madrileños cargados de emoción lo llamaron a dar la vuelta al ruedo. Misma suerte ejecutó al acabar esa temporada española a un bravo toro de Xajay, en la Plaza México, y que los aficionados sorprendidos se levantaron de sus asientos propinándole una ovación que aún recuerdo.

Los cabales que asistimos a la corrida de ayer, por manía, no esperábamos nada sorprendente ni de los toros ni de los toreros. No salimos decepcionados porque tampoco teníamos expectativas de que sucediera algo que motivara las emociones. Resulta difícil entender como dos toreros que pudieron haber sido figuras aparecen al final de la temporada con sólo dos o tres corridas toreadas durante el año. Marcial Herce y El Cuate Espinosa pasaron fatigas con sus toritos. El Cuate con el tercero que traía su jiribilla y Herce, con el quinto al que no entendió y no pudo matar en el tiempo reglamentario. Que desperdicio de toreros que pudieron ser grandes figuras. Humberto Flores sin pena ni gloria no quiso ver a sus toros con un ruedo resbaloso y un cuarto toro difícil. Y si no quiso ver a los toros ni los vio, ni los oyó. Se salvó con una estocada en todo lo alto a su primer enemigo.