17 de marzo de 2012     Número 54

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Claroscuros

Jornaleros en EU

Hugo Salgado

La más reciente Encuesta Nacional de Jornaleros Inmigrantes en Estados Unidos, realizada en 2009, reporta que en un día típico más de 117 mil jornaleros buscan trabajo en este territorio. El jornalero o day laborer, se reúne en áreas públicas buscando trabajo en jardinería, construcción, mantenimiento, y renovaciones residenciales. Sus informales sitios de contratación incluyen principalmente ferreterías, gasolineras y esquinas con altos índices de tránsito.

Está rigurosamente documentado que la informalidad de este mercado resulta en la violación de los derechos laborales del jornalero, y en acciones negativas en contra los trabajadores, entre ellas la negación de salario, el abuso, y el trabajo riesgoso sin protección adecuada. Asimismo, por su visibilidad, el jornalero se ha convertido en un símbolo utilizado negativamente por individuos anti-inmigrantes y grupos tales como los Minutemen, y grupos de ultra derecha como el Tea Party lo difunden como ejemplo de las fallas de la política migratoria del país y como promotor del declive económico del mismo.

Los trabajadores operan en un ámbito políticamente cargado, donde existen legislaciones específicas en contra del jornalero. Estas ordenanzas son solicitadas a los gobiernos correspondientes utilizando al trabajador diurno como un “ejemplo vivo” de lo que las comunidades tienen que “soportar”. Ciudades en California como San Mateo, Redondo Beach, San José, y Redwood City, poseen estatutos de este tipo.

También, la crisis económica que se ha experimentado en este país desde 2007 ha azotado fuertemente los sectores tradicionalmente trabajados por el jornalero; ellos mismos comentan que los trabajadores desplazados de estas áreas han buscado resguardo dentro de los sitios de contratación comúnmente habitados por la comunidad jornalera.

La organización del jornalero. En gran parte de las principales ciudades estadounidenses, los jornaleros se enfrentan a diversos tipos de adversidades. Están expuestos a no ser compensados, a políticas anti-jornalero y abusos. Además también están sufren la muy real probabilidad de no ser contratados por largos periodos. Un jornalero originario de Veracruz en la ciudad de San Diego comentaba: “ya llevo tres semanas sin trabajo, ahorita es peor con eso de la economía”. Y el jornalero se encuentra bajo la particular presión de competir en contra de sus propios compañeros en estos lugares establecidos.

El mismo ecosistema que acorrala al jornalero lo ha llevado a crear un activismo organizado. Por ejemplo en la ciudad de Anaheim, California, existe un grupo de inmigrantes yucatecos que se han organizado para identificar a contratistas que deciden o que pretenden no pagarle al jornalero una vez que el trabajo ha sido terminado. En este grupo, comenta un yucateco: “si alguien nos quiere robar, hacemos todo lo posible por tomarle el número de placas y tratamos de encontrar quién es para que nos pague”.

Este tipo de apoyo social también se observa en programas más formalizados, diseñados específicamente para atender al jornalero; cuentan con la ayuda de organizaciones no gubernamentales, y son financiados principalmente por ciudades y/o condados. Hay principalmente tres diferentes modelos de programas: 1) Los llamados centros de trabajo, en donde se ofrece una distribución sistemática y ordenada de trabajos, talleres de habilidades de trabajo y clases de inglés; 2) agencias de servicio social, en donde se trata de atender las necesidades básicas como comida, techo, transportación, servicios médicos y salud mental, y 3) grupos de organización civil diseñados para coordinar programas de abogacía cívica, y la educación acerca de los derechos laborales. Existen también centros que incorporan o que tratan de incorporar los tres modelos bajo un mismo techo. Algunos de estos centros, con diferentes capacidades, llevan ya operando más de 20 años en el país.

Programas modelo, como el San Francisco Day Labor Program (SFDLP), en California, tiene una lista generosa de logros que reflejan la naturaleza de su filosofía de justicia social y educación popular. El programa, con más de 20 años de haber abierto sus puertas, requiere un sueldo mínimo de 50 dólares por jornalero por las primeras tres horas de trabajo y 15 por cada hora subsiguiente. Para trabajadoras domésticas, las tarifas son más elevadas; considera 60 dólares por las primeras tres horas. Durante las juntas semanales, atendidas por aproximadamente 40 jornaleros, varios temas de planeación son abordados formando plataformas que posiblemente terminarán en proyectos de abogacía para la equidad del jornalero.

El SFDLP, junto como más de 40 organizaciones similares, pertenecen a la Red Nacional de Organizaciones de Jornaleros (NDLON, por sus siglas en inglés), cuya filosofía es defender los derechos humanos y civiles de los trabajadores e inmigrantes. La red, que este año cumple su décimo aniversario, reunió en su sexta asamblea nacional, en febrero, a cientos de trabajadores inmigrantes provenientes de más de 15 diferentes estados del país. La red está presente en una fuerte campaña en contra del programa Comunidades Seguras (S-comm).

Lanzado por el gobierno federal en el 2008, Scomm es presentado por el gobierno como un arma para encontrar y deportar a inmigrantes con antecedentes penales. Ésta permite a los departamentos locales de policía notificar electrónicamente al Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) cuando se ha detenido a un inmigrante no autorizado. NDLON recientemente obtuvo una orden judicial que le permitió acceso a información acerca de las consecuencias de S-comm. En la averiguación se cuenta que más de 195 mil inmigrantes con antecedentes penales fueron deportados en el 2010, y 93 por ciento de los arrestados son de origen hispano, Asimismo, destaca que más de 88 mil familias han sufrido rupturas familiares a raíz de la deportación. Este tipo de reglamentos son una muestra clara de la existencia de discriminación racial hacia latinos por apariencia física.


A 50 años de lucha

La UFW se transforma una vez más

Gaspar Rivera-Salgado
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Este año el legendario sindicato de trabajadores agrícolas migrantes fundado por Cesar Chávez en California, mejor conocido como la Unión de Campesinos, o la UFW (por sus siglas en inglés), cumple 50 años de lucha. Ya es de todos conocida la leyenda de que el día de su cumpleaños número 35, un 31 de marzo de 1962, Chávez dejó su trabajo como organizador en la Organización de Servicios Comunitarios en la cual había laborado diez años al lado de otro organizador comunitario de mucho impacto, Fred Ross, para ir a trabajar con campesinos. En septiembre de ese año tal esfuerzo culminó en la primera convención de la Asociación Nacional de Trabajadores del Campo (National Farm Workers Association-NFWA) en la ciudad de Fresno. Fue allí que la bandera con el águila azteca negra, incrustada en un círculo blanco y con un trasfondo rojo, se dio a conocer.

Desde un principio, la UFW enfrentó severos retos para avanzar en la sindicalización de los jornaleros agrícolas. El primero era de naturaleza legal, ya que los jornaleros agrícolas habían quedado fuera, junto con las trabajadoras domésticas y empleados de restaurantes, de la cobertura y protección de la ley nacional laboral en Estados Unidos promulgada por Roosevelt en 1935. Uno de los obstáculos principales era la falta del reconocimiento al derecho a la sindicalización a nivel federal para los jornaleros agrícolas.

Esto sigue siendo el caso, pero gracias a la lucha de la UFW en California se aprobó en junio del 1975 al Acta de Relaciones Laborales Agrícolas, que permite el derecho a la sindicalización de los jornaleros agrícolas en elecciones con voto secreto. Tal derecho está sumamente restringido o es inexistente en otros estados de la Unión Americana.

El segundo reto ha sido de tipo estratégicoorganizativo, ya que la fuerza laboral en los campos de cultivo en California ha cambiado de manera drástica desde la década de los 60s, cuando la UFW comenzó a organizar jornaleros en los campos de California. Esto es el resultado de la incorporación de nuevas olas de migrantes que llegan a incorporarse al mercado laboral del campo.

Los trabajos agrícolas son los más duros y peor pagados, y los migrantes más recientes están en la cosecha de uvas y fresas, uno de los trabajos más pesados. Es tal el sufrimiento físico que produce estar agachado por horas y horas cosechando fresas que entre los campesinos ésta se denomina “la fruta del diablo”.

Habría que recordar que los primeros miembros de la UFW eran trabajadores como Cesar Chá vez, méxico-americanos nacidos en Estados Unidos (Cesar nació en Yuma, Arizona, en 1927). Sin embargo, desde sus inicios la UFW tuvo que lidiar con la diversidad étnicoracial de los trabajadores del campo. La primera transformación étnica de los miembros del sindicato se produjo en septiembre de 1965, cuando la Asociación Nacional de Trabajadores del Campo, el entonces sindicato dirigido por Cesar Chávez, se unió a la huelga de trabajadores de la uva en Delano, que los trabajadores filipinos habían iniciado por medio del Comité Organizativo de Trabajadores Agrícolas, afiliado ya a la principal central sindical en Estados Unidos, la AFL-CIO. De esta coalición forjada entre jornaleros agrícolas méxico-americanos y filipinos surgió la UFW.

En las décadas posteriores a la conclusión en 1965 del programa bracero, los trabajadores que se incorporaron de manera masiva al trabajo en el campo provenían en su mayoría de cinco estados del centro-occidente de México —Michoacán, Jalisco, Guanajuato, Durango y Zacatecas–. Sin embargo, en los 90s la fuerza laboral agrícola de California sufrió otro cambio étnico con la incorporación masiva de trabajadores indígenas de México provenientes principalmente de la región mixteca de Oaxaca. Para inicios del 2000, miles de triquis y mixtecos de Guerrero se habían integrado de manera masiva al trabajo agrícola en California.

Es interesante hacer notar que el futuro de la UFW ahora depende de su habilidad de organizar a los miles y miles de trabajadores indígenas mexicanos que se han incorporado al flujo migratorio provenientes de las áreas rurales del sur de México.

Por ello la UFW ha iniciado una campaña estratégica para organizar a los trabajadores migrantes que laboran en el corredor agrícola que va de Oxnard a Salinas, en lo que se conoce como la Costa Central de California. La gran mayoría son mixtecos. En una reunión realizada el 29 de febrero pasado en la ciudad de Oxnard, se dieron cita cientos de jornaleros agrícolas que laboran para diferentes compañías de productos agrícolas. Fue en esta reunión, conducida en su mayoría en mixteco, donde me di cuenta que comenzaba otro capítulo en la historia de la UFW. Un capítulo donde la viabilidad de la organización sindical depende de saber cómo decir “sindicato” y “huelga” en mixteco.

Este futuro está en manos de trabajadores mixtecos como Gonzalo, una de las estrellas de esta reunión. Él es originario del municipio de San Martín Peras y actualmente trabaja para una compañía que cuenta ya con un contrato colectivo con la UFW. En un mixteco cadente, fluido y elocuente que capturaba la atenta atención de sus paisanos, Gonzalo explicó la diferencia entre trabajar en un campo como miembro de un sindicato y como un trabajador sin protección ante el patrón. La diferencia, dijo, es que “nos traten como humanos y no como animales”. Al final Gonzalo levantó su voz y preguntó: ¿se puede? Los más de cien paisanos de San Martín Peras corearon con entusiasmo y convicción: “¡sí se puede!”

¿Por qué corren riesgos?

Migrantes latinoamericanos que cruzan por México


FOTO: Joseph Sorrentino

Joseph Sorrentino

Estados Unidos no va a detener la inmigración ilegal procedente de América Latina por la vía de construir más muros y vallas en su frontera sur. Más soldados, agentes fronterizos, los aviones o incluso los activistas Minutemen no detendrán tampoco el flujo de personas a través de la frontera. Lo que originará todo esto sin dudas es más muertes de migrantes, pero millones de personas continuarán corriendo los riesgos.

Cualquiera que dude al respecto tendría que visitar un albergue para migrantes en México y hablar con las personas que buscan llegar a la Unión Americana. Dos cosas resultarán hirientes en esas conversaciones: lo horrible que es el viaje y la desesperación de la gente.

Aproximadamente mil personas llegan cada mes a Hermanos en el Camino, un albergue para migrantes en Ixtepec, Oaxaca, que fue fundado por el padre Alejandro Solalinde. Y eso es sólo una fracción de aquellos que bajan del tren allí. La mayoría están en camino al lado de los llamados coyotes o polleros.


FOTO: Joseph Sorrentino

El grueso de los migrantes que arriban al albergue provienen de Guatemala, Honduras y El Salvador; unos cuantos son de Nicaragua, y viajan en un tren conocido como La Bestia, un apodo ganado a pulso.

Los migrantes enfrentan muchos horrores en el viaje. Tan sólo sentarse en la parte superior de un tren o entre sus vagones ya es bastante peligroso. Manuel, un migrante de Guatemala, se quedó dormido en el tren. Se cayó al cruzar un pequeño puente sobre un pequeño arroyo cerca del refugio. Descansa en un banco, con un brazo roto, una cadera fracturada y heridas en una pierna. Gritó durante ocho horas antes de que alguien lo encontrara. Leopoldo, de El Salvador, fue asaltado por hombres vestidos con uniformes de la policía. Marta fue violada. Michael habla de una mujer que perdió el control sobre su bebé y lo vio caer del tren; gritando, se lanzó también ella.

Estos son algunos números fríos: 80 por ciento de los migrantes será asaltado o robado, el 60 por ciento de las mujeres serán violadas. Un negocio lucrativo para las bandas de narcotraficantes (sobre todo Los Zetas): el secuestro de migrantes produce ganancias netas de mil 500 a dos mil 500 dólares por persona. Entre abril y septiembre de 2010 había 11 mil 333 secuestros denunciados.

La gente está migrando debido a que la pobreza en sus países se agrava. Decir que quieren algo mejor para su familia no revela realmente la situación; lo que realmente quieren es que sus familias sobrevivan.

Cuando se les pregunta acerca de los riesgos del viaje, la mayoría de los inmigrantes dicen que saben que es peligroso, pero se encogen de hombros y dicen que no tienen opción. La mayoría reconoce un poco de miedo, pero José Luis, de El Salvador, no. “Todos sabemos que vamos a morir”, dice. “Aquí o allá, no importa”.


FOTO: Joseph Sorrentino

Así que Estados Unidos se enfrenta a millones de personas desesperadas y empobrecidas en su frontera sur. Hasta ahora, la respuesta para impedir su entrada al país ha consistido en más obstáculos, más agentes fronterizos, más soldados. Nada de esto va a funcionar. Lo que se necesita ahora por lo menos es un programa para trabajadores extranjeros ampliado y justo; el programa actual, llamado H2A, tiene sus defectos, pero es un comienzo. Para soluciones de largo plazo, Estados Unidos necesita cambiar sus políticas comerciales y migratorias y debe realizar inversiones en América Latina enfocadas a estimular la economía de esta región.

He escrito aquí sólo acerca de la migración de América Central. Un poco más hacia arriba, la crisis agrícola en México se agrava y no ha llovido en los estados del norte durante 18 meses. ¿A dónde piensa usted que van a ir los millones de campesinos?

Demandas del FIOB

En fechas recientes, en el foro Jornaleros Agrícolas y Movimientos Campesinos, realizado en enero en San Quintín, Baja California, el Frente Indígena de Organizaciones Binacionales (FIOB) expresó su apoyo a Andrés Manuel López Obrador como candidato a la Presidencia de la República y dio a conocer sus demandas en el tema de jornaleros:

• Que el fenómeno migratorio sea reconocido como consecuencia de las políticas neoliberales y tratados comerciales impuestos por Estados Unidos (EU) sobre México. Exigimos que se nos considere “exiliados económicos” y no “ilegales” porque nuestras comunidades fueron desplazadas a causa de estas políticas económicas.

• Es urgente encontrar mecanismos para cambiar estas políticas injustas para que las comunidades indígenas busquemos alternativas de sobrevivencia y lograr que la migración no sea vista como la única solución a la pobreza extrema en la que nos encontramos. Que el próximo presidente de México represente los intereses de su pueblo de una forma decidida, sin agachar la cabeza, demandando una reforma migratoria para los millones de mexicanos que ya vivimos en EU.

• El próximo gobierno de México debe crear programas efectivos para aliviar la crisis humanitaria generada por las deportaciones masivas y el tránsito migratorio de dos vías, en la frontera México-EU, con especial énfasis en los derechos humanos de niños y mujeres.

• Que haya una revisión del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), ya que si las mercancías pueden transitar libremente, ¿por qué sostener una frontera de la muerte?

• Que el próximo gobierno federal impulse proyectos de desarrollo en las comunidades con mayor índice migratorio para hacer efectivo el derecho a no migrar. Algunos de estos proyectos ya existen en regiones como la Mixteca oaxaqueña.

• Que también establezca mecanismos efectivos para garantizar la seguridad y el respeto a los derechos humanos de los indígenas que se desplazan por el territorio nacional en busca de internarse en EU, combata la delincuencia organizada y castigue conforme a la ley a las corporaciones policiacas y militares que victimizan a los migrantes en toda la ruta migratoria.

• Que establezca además mecanismos legales y judiciales que garanticen la integridad y el respeto a los derechos humanos de los inmigrantes procedentes de países al sur de la frontera mexicana que atraviesan el territorio nacional hacia EU.

• En relación con el narcotráfico, que el gobierno mexicano exija a su contraparte en EU que reconozca y asuma su responsabilidad en el problema de la violencia provocada por tal fenómeno (que en México ha costado más de 40 mil vidas en el sexenio de Felipe Calderón), en su calidad de principal mercado de drogas y como exportador de armas a México.