Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 1 de abril de 2012 Num: 891

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Bitácora bifronte
Jair Cortés

En la colonia astral
Aristóteles Nikolaídis

La verdad sobre
Sancho Panza

Ricardo Bada

Un escritor llamado Groucho Marx
Ricardo Guzmán Wolffer

Artemio Cruz, antes
de la última batalla

Antonio Valle

Carlos Fuentes: libros
y convicciones

Paula Mónaco Felipe entrevista
con Carlos Fuentes

Aura o el deseo de sí
Antonio Soria

Leer

Columnas:
La Casa Sosegada
Javier Sicilia

Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

Galería
Rolando el Negro Gómez

Mentiras Transparentes
Felipe Garrido

Al Vuelo
Rogelio Guedea

La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain

Cabezalcubo
Jorge Moch


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La verdad sobre
Sancho Panza

Ricardo Bada

Sancho Panza en el Monumento a Cervantes, Plaza de España, Madrid

Después de leer El último lector, de Ricardo Piglia, uno se dice que para extraerle todo el jugo a este libro, para poderlo gozar a cabalidad, sería preciso haber leído todos y cada uno de los libros que Piglia leyó en su vida. Pero de cualquier modo, pensando sólo en las varias citas de Kafka que se encuentran en el mismo, se me ocurre una curiosa reflexión.

Para Piglia no es ningún misterio que sin conocer el idioma original de lo que estamos leyendo, tenemos que valernos de la traducción y, lo que es más: dándola por buena. No sé si él sabe alemán, pero sí veo que cita con bastante autoridad a Kafka, tanto como para sacar ciertas conclusiones de su Diario, y en otro pasaje cita asimismo, aunque mutilado, amén de tergiversado, un texto fabuloso del autor praguense, “La verdad sobre Sancho Panza”: “Sancho Panza –que por lo demás nunca se jactó de ello– en el transcurso de los años logró, componiendo una gran cantidad de novelas de caballería y de bandoleros, en las horas del atardecer y de la noche, apartar de tal manera de sí a su demonio (al que después dio el nombre de don Quijote).”

No sé qué versión es la que ha manejado Piglia en su cita, pero me atrevo a pensar que no es una suya, porque no lo creo capaz de semejante manipulación, cortando una frase mediante un tajo inmisericorde en la mitad de su desarrollo.

Veamos, pues, cuál es la verdad de “La verdad sobre Sancho Panza”, un texto que ha corrido desigual fortuna en nuestro idioma.

Versión literal a partir del original (de donde también hizo la suya Borges, según veremos):

Sancho Panza –quien por lo demás nunca se vanaglorió de ello–, logró al correr de los años, y con la ayuda de una gran cantidad de novelas de caballeros y de ladrones durante las horas de la tarde y de la noche, distraer de tal modo a su demonio –al que luego daría el nombre de Don Quijote–que éste acometió como una veleta las más locas hazañas, las cuales, sin embargo, por falta de un objeto predestinado –que justamente hubiera debido ser Sancho Panza– no perjudicaron a nadie. Sancho Panza, un hombre libre, acompañó sereno a Don Quijote en sus andanzas, quizás por un cierto sentido de la responsabilidad, y obtuvo de ello, hasta el fin de sus días, una muy grande y útil diversión.

Versión que hace Borges, e incurre en la transgresión de convertir en tres los dos párrafos del original, amén de traducir “haltlos” como “desamparado”, siendo así que según dice el propio Kafka en su segundo párrafo, Sancho Panza nunca dejó de acompañar a Don Quijote en sus aventuras:

Sancho Panza –quien, por otra parte, jamás se jactó de ello–, en las horas del crepúsculo y de la noche, en el curso de los años y con la ayuda de una cantidad de novelas caballerescas y picarescas, logró a tal punto apartar de sí a su demonio –al que más tarde dio el nombre de Don Quijote–, que éste, desamparado, cometió luego las hazañas más descabelladas. Estas hazañas, sin embargo, por faltarles un objeto predestinado, el cual justamente hubiese debido ser Sancho Panza, no perjudicaron a nadie. Sancho Panza, un hombre libre, impulsado quizás por un sentimiento de responsabilidad, acompañó a Don Quijote en sus andanzas, y esto le proporcionó un entretenimiento grande y útil hasta el fin de sus días.

Versión publicada en el suplemento Áncora, de La Nación, San José de Costa Rica, sin mención de su traductor, y donde se incurre en la misma transgresión de la conversión en tres de los dos párrafos del original, aunque “haltlos” viene mejor traducido como “inconteniblemente”. Pero a cambio, y de un modo que el original no autoriza a inferir, convierte la lectura de los libros en escritura de los mismos (lo mismo que sucede en la versión usada por Piglia):

Con el correr del tiempo, Sancho Panza, que por otra parte, jamás se vanaglorió de ello, consiguió mediante la composición de una gran cantidad de cuentos de caballeros andantes y de bandoleros, escritos durante los atardeceres y las noches, separar a tal punto de sí a su demonio, a quien luego llamó Don Quijote, que este se lanzó inconteniblemente a las más locas aventuras.

Sin embargo, y por falta de un objeto preestablecido, que justamente hubiera debido ser Sancho Panza, no perjudicaron a nadie. Sancho Panza, hombre libre, siguió de manera imperturbable, tal vez en razón de un cierto sentido del compromiso, a Don Quijote en sus andanzas, y obtuvo con ello un grande y útil solaz hasta su muerte.

Mi propia versión, que prefería hasta hace poco a la literal (aunque cambie la prosodia del original):

Al correr de los años, durante las horas vespertinas y nocturnas, y gracias a una gran cantidad de novelas de caballeros y de facinerosos, a Sancho Panza –quien por lo demás nunca se vanaglorió de ello– le fue posible distraer de tal modo a su demonio –al que luego daría el nombre de Don Quijote–, que éste acometió como una veleta las más locas hazañas, las cuales, sin embargo, por falta de un objeto predestinado –que justamente hubiera debido ser Sancho Panza– no perjudicaron a nadie. Y quizás por un cierto sentido de la responsabilidad, Sancho Panza, un hombre libre, acompañó sereno a Don Quijote en sus andanzas, y obtuvo de ello, hasta el fin de sus días, una muy grande y útil diversión.

Una nueva versión propia que terminó prefiriendo (y que sigue más pegada a la prosodia del original):

Al correr de los años, y gracias a una gran cantidad de novelas caballerescas y picarescas leídas en las horas vespertinas y nocturnas, Sancho Panza –quien por lo demás nunca se vanaglorió de ello– consiguió despistar de tal modo a su demonio –al que luego daría el nombre de Don Quijote–, que éste acometió como barco sin remos las más locas hazañas, las cuales, no obstante, por falta de un objeto predestinado –que justamente hubiera debido ser Sancho Panza–, a nadie perjudicaron. Sancho Panza, un hombre libre, acompañó sereno a Don Quijote en sus andanzas, quizás por un cierto sentido de la responsabilidad, y obtuvo de ello una muy grande y útil diversión, hasta el fin de sus días.