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Según investigaciones sobre la economía estadunidense, la recuperación de la peor crisis desde la gran depresión sólo ha beneficiado al 1 por ciento más rico de la población, como ha denunciado el movimiento Ocupa Wall StreetFoto Mike Fleshman
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os ricos están gozando más que nadie de la recuperación económica luego de la peor crisis desde la gran depresión; o sea, los mismos que la provocaron son los más beneficiados con el rescate de la destrucción que generaron.

Los más ricos de las más ricos son los que gozan más que todos. Unas 15 mil familias, las que cuentan con ingresos promedio de 23.8 millones de dólares, vieron sus ingresos crecer 21.5 por ciento en 2010 (4.2 millones adicionales). Representan el 0.01 por ciento más rico, y concentraron más de un tercio (37 por ciento) del incremento de los ingresos en ese año de recuperación económica.

Los integrantes del famoso 1 por ciento tan identificado por el movimiento Ocupa Wall Street recaudaron 93 por ciento del ingreso adicional creado en el país en 2010 sobre 2009, un total de 228 mil millones de dólares. El 1 por ciento que goza de por lo menos 352 mil dólares en ingresos anuales y en promedio un millón y pico, tuvo un incremento en su ingreso del 11.6 por ciento (106 mil adicionales).

El 99 por ciento –o sea, todos los demás– se quedó con sólo 7 por ciento del ingreso adicional generado por la recuperación en 2010; esto es, 80 dólares por persona.

Estos cálculos, de una investigación de los economistas franceses Thomas Piketty y Emmanuel Saez, que estudiaron los datos oficiales de tributo hacendario, y resumidos en un artículo de Steven Rattner en el New York Times, sólo confirman lo que todos sienten a diario: este país hoy es de, para y por los ricos.

La economía creció 3 por ciento en el último trimestre de 2011, reportó el gobierno la semana pasada, comparado con 1.8 por ciento en el tercer trimestre de 2011. Pero, como sugieren las tendencias de 2010 –el año más reciente con cifras completas–, casi todo el tesoro adicional generado se sigue concentrando en el 1 por ciento más rico.

Robert Reich, ex secretario del Trabajo, profesor e intelectual público, señala que las recuperaciones económicas recientes han beneficiado cada vez más a los más ricos. El 1 por ciento obtuvo 45 por ciento del crecimiento económico durante la presidencia de Bill Clinton en los 90, y 65 por ciento durante los tiempos de su sucesor, George W. Bush. Ahora, con Barack Obama, obtiene 93 por ciento del incremento en la generación de la riqueza nacional.

Reich señala que casi nadie más abajo del 10 por ciento más rico registró una mejora en su ingreso y que, de hecho, la mayoría del 90 por ciento de abajo hoy es más pobre. El ingreso ajustado promedio fue de 29 mil 840 dólares anuales en 2010, 127 menos que 2009 y casi 5 mil dólares menos que en 2000. A la vez, las prestaciones otorgadas por patrones también están en declive; menos trabajadores gozan de seguro de salud y planes de jubilación de sus empresas.

Y por supuesto los ricos son los inversionistas más grandes, y resulta que la bolsa de valores tuvo un incremento de billón y medio sólo en el último trimestre de 2011, mientras los del 90 por ciento tienen casi siempre sus casas como el mayor de sus bienes, pero el valor de sus inmuebles se ha desplomado más de un tercio desde 2006.

Peor aún: no sólo los incrementos en ingresos se han concentrado, sino ha habido un traslado masivo de abajo hacia arriba. Andrew Hacker reporta en la New York Review of Books que, según sus cálculos basados en el censo oficial, desde 1985 el 60 por ciento de la población de abajo ha perdido 4 billones de dólares, la mayoría de los cuales se han trasladado al 5 por ciento más rico. No es casualidad que Estados Unidos sea en este momento tal vez el país avanzado más desigual del mundo.

A pesar de todo, los republicanos en el Congreso y sus precandidatos presidenciales favorecen hacer aún más marcado este desequilibrio entre el 1 y el 99 por ciento al presentar propuestas para reducir aún más los impuestos sobre los más ricos y reducir cada vez más los servicios públicos de salud, educación y empleo para las grandes mayorías. Por su parte, el gobierno de Obama anuncia cada día el gran éxito de sus políticas económicas evidente en la recuperación, pero, por supuesto, no menciona que benefician casi exclusivamente a los más ricos.

Todo esto en medio de un ciclo electoral donde la economía es el tema que determinará casi todo. Con ello, el gran debate es entre las políticas económicas que benefician a los más ricos con Obama y las de republicanos que dicen que los ricos se deben beneficiar aún más.

La batalla electoral, por cierto, es financiada por los más ricos. El gasto de agrupaciones independientes en las elecciones se ha incrementado más de 108 por ciento en lo que va de este ciclo comparado con los niveles en 2008. Todos esperan que la inversión de los ricos en esta elección será la mayor jamás ocurrida (recientemente unos donantes acaudalados se comprometieron a invertir 100 millones para derrotar a Obama). A través de nuevas entidades conocidas como Súper PAC, los ricos pueden donar cantidades sin límite para favorecer a un partido o un candidato, siempre que la entidad no coordine sus esfuerzos con una campaña electoral. En 2011 los Súper PAC recaudaron 62 millones; la mitad de este total provino sólo de 22 donantes.

Las políticas que han transformado la economía y a la sociedad en este país a favor de los más ricos ahora se aplican a la política. En el transcurso de las últimas décadas, el poder del dinero concentrado ha subvertido a las profesiones, destruido a los pequeños inversionistas, destruido al Estado regulador, corrompido en masa a legisladores y exprimido repetidamente a la economía. Ahora ha venido por nuestra democracia, afirma Thomas Frank en un artículo en Harper’s, donde detalla cómo los ricos ahora son los que seleccionan a los candidatos presidenciales en este país.

Es cada vez más difícil describir este país como una democracia, a menos que los ricos sean el demos mientras todos los demás sólo tienen la opción de comprar boletos de lotería para poder ingresar al 1 por ciento y, con ello, ser admitidos a participar en determinar el destino de su país. La democracia aparentemente no es gratuita.