Opinión
Ver día anteriorDomingo 8 de abril de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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A la Mitad del Foro

Mensajero fatal...

L

os días de guardar son para el descanso y la diversión, tan ausentes, tan distantes, del quehacer cotidiano, informal de la mayor parte de los que gozan de empleo, implacable para los aspirantes a la clase media proletarizada en los años de recambio de desgobierno y las crisis recurrentes que vienen de fuera y aquí nos encargamos de prolongar, de ahondar. Más millones de pobres: seis pobres más cada minuto en los últimos cinco años, declara la fracción legislativa del PRI en la Cámara de Diputados. Y la Coparmex, el sindicato de patrones, de impecables credenciales conservadoras, afirma que en esos cinco años han cerrado, han dejado de operar, 170 mil empresas.

Vamos a la playa, calienta el sol. Y Veracruz pasa del Carnaval a la Cuaresma en plena fiesta, voladores en Papantla, soneros y décimas en Tlacotalpan. Bajo el monumento a la Revolución, los bañistas capitalinos aprovechan las fuentes y toda la semana es sábado de gloria. Días de guardar, días para olvidar la carga de la terca realidad; a los compatriotas que se levantan con hambre y se acuestan con hambre; a los que esperan que llueva y saben que la sequía que padecen va a prolongarse, sus tierras se quedarán sin barbechar, sin sembrar, que su ganado va a morir de hambre y de sed. Dije ganado, semovientes, porque estos días son de silencio para Felipe Calderón, quien asegura que ningún mexicano morirá de hambre ni de sed.

No todos descansan. Josefina Vázquez Mota padeció los efectos del temblor y acudió al gimnasio para enviar muestras gráficas de su buen estado de salud; al frente de jóvenes panistas en zancos, repartió volantes en la caseta de pago de la autopista México-Cuernavaca-Acapulco. Y se fue a desayunar a Tres Marías. Y siguió temblando. Los comensales se molestaron al ver interrumpidos sus días de guardar por el tropel de fotógrafos y redactores, asistentes y coordinadores de campaña de la candidata del PAN a la Presidencia de la República. Nadie discutió si era asunto de estrategia o de logística. Nadie trajo a cuento la patética imagen del estadio Azul vacío. Ya intervino el de Los Pinos, ya anunció Gustavo Madero que se incorporarían a la campaña dos del Yunque y un poblano. Pero Juan Marcos Gutiérrez, vocero en funciones, enviado de Bucareli, saltó al ruedo para culpar a los medios de difusión que distorsionan las desgracias de su candidata y los fallos de su campaña, mientras dejan pasar los de los adversarios, los de Enrique Peña Nieto, sobre todo.

Aquí pasó lo de siempre, dirían los veteranos en estas lides. Maten al mensajero, al portador de malas noticias, es respuesta que viene de la antigüedad clásica. Pero los panistas no individualizan, generalizan: los medios, dice el ceñudo señor Gutiérrez. Y hoy domingo, después de misa, habrá labores panistas en busca de algo, de alguien, que organice, que devuelva a la campaña del pasmo, la semblanza de entusiasmo que exhibieron al terminar las elecciones internas del PAN. Y desde la heredad familiar en Palenque, Andrés Manuel López Obrador descansa; el martes irá a Durango y a Coahuila, territorio apache, de mexicaneros y kikapúes, donde el PRD y las izquierdas no alcanzaron ni 10 por ciento de los votos en las elecciones federales. Como en Nuevo León y Tamaulipas, Sonora y Chihuahua.

Mañana mismo, a las siete de la mañana, López Obrador vuelve a la tarea con su conferencia de prensa diaria. Firme en el propósito de tender su mano franca y predicar las virtudes individuales y familiares que demanda el establecimiento de la república del amor, levantó la mano de Graco Ramírez en Jiutepec, Morelos, en signo de unidad de la izquierda, y en Jalisco tuvo a su lado al candidato del PT a gobernador, mientras el del PRD buscaba otras veredas. Pero el incesante andar de seis años hace que los leales resistan las variaciones de rumbo y modo, que puedan navegar el desierto en espera de llegar a la tierra prometida. En la finca tropical supo el dirigente social y candidato a la Presidencia que las encuestas lo situaban al alza, que ganaba más o menos los cinco puntos que perdía la candidata del PAN. Pero el tabasqueño no se distrae con esas minucias: un día sí y otro también, ataca al candidato del PRI, a Enrique Peña Nieto, el personaje hueco, figura creada por el oligopolio televisivo.

Después de todo, de eso se trata, de la confrontación de ideas, proyectos, programas políticos; de personalidades; de la lucha entre adversarios, entre opositores. Ideológica me gustaría decir, aunque en estos días aciagos a ninguno parece gustarle reconocerlo, aceptar que la lucha de clases sigue y seguirá mientras haya inequidad y una minoría (uno por ciento, dicen los indignados y los ocupantes de Wall Street) disponga de la riqueza mientras la enorme mayoría sobrevive en la pobreza. Ahí debiera llevar ventaja el de la intemperancia tropical. Pero mientras tiende su mano franca a los dueños del dinero, se desentiende de la derecha intolerante en el poder; la empeñada en derruir el Estado laico y concluir el desmantelamiento de las instituciones, de los derechos sociales, del poder constituido en el proceso histórico de la Reforma y la Revolución. París bien vale una misa. Pero ya no hay Papa ante el cual arrodillarse, así sea donde se arrodillan los pobres.

Queda el combate al pasado. Para fijar la mira en el candidato del PRI, en Enrique Peña y la campaña electoral que arrancó de inmediato, organizada, coordinada; con eficacia, sin descuidar detalles y sin olvidar que el objetivo es convencer a los votantes potenciales, saber lo que estos demandan, comprometerse a cumplir lo que es factible cumplir en cada lugar. Atender a lo posible, aunque moleste a unos y desconcierte a otros que en esa campaña se hable de cambio con rumbo. El aparato político, la organización territorial y sectorial de los huérfanos del priato tardío, nada le pide al de la maquinaria del invencible en la era del partido hegemónico. Es, ha sido para muchos, un costoso error, subestimar la capacidad de operador político de Enrique Peña Nieto.

Andrés Manuel López Obrador se incorporó a la política en las infanterías juveniles; apadrinado por el poeta Pellicer, supo cumplir sus tareas y llegar a dirigente social entre los indígenas de su tierra, siempre cerca del gobernador González Pedrero: en el PRI. Parafraseando a Martí, el de la mano franca, podría decir: conozco al monstruo, he vivido en sus entrañas. No es extraño que decida combatir a Enrique Peña Nieto, concentrar sus ataques en quien va adelante, a costa de olvidarse del segundo lugar en las encuestas. Pero en cada discurso, en cada manifestación, en cada una de sus madrugadoras conferencias de prensa, pone el acento en la influencia del Mago de Oz convertido en Doctor Frankenstein del ágora electrónica que ha dado vida a la criatura mediática. Y ahí ha dado en culpar de la inequidad a todos los medios, no sólo a los electrónicos y concesionados. A todos.

Extraños compañeros de lecho hace la política, dice el proverbio inglés. El candidato de las izquierdas dice que se transmiten tres espots de Peña Nieto por cada uno de López Obrador. Ni una palabra sobre la ley que fija un mayor número de recursos para el partido que obtenga más votación en la última elección de diputados federales. En las de 2009, fue primero el PRI, segundo el PAN, y el PRD en tercer lugar.

No dejan de hablar de Enrique Peña Nieto. Coinciden en culpar al mensajero fatal..., que dijera Renato Leduc.