Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 8 de abril de 2012 Num: 892

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Alfredo Larrauri, arquitecto
Guillermo García Oropeza

Bárbara Jacobs entre libros
Juan Domingo Argüelles

Clase 1952
Leandro Arellano

Dos poetas

Julián, por Herbert,
a solicitud expresa

Ricardo Yáñez entrevista con Julián Herbert

Dickens y la esperanza
Ricardo Guzmán Wolffer

Para volver a dante
José María Espinasa

Leer

Columnas:
Prosa-ismos
Orlando Ortiz

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

La Jornada Virtual
Naief Yehya

A Lápiz
Enrique López Aguilar

Artes Visuales
Germaine Gómez Haro

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]

 

Clase 1952

Leandro Arellano

El tiempo no es siempre el mismo. Hubo una época, cuando se fomentaba el civismo en México y a los dieciocho años los varones debíamos enlistarnos en el servicio militar nacional. No había trámite legal que procediera si uno no contaba con la cartilla liberada. Todos los domingos al amanecer acudíamos a los patios de la escuela oficial a recibir instrucción marcial. Por suerte me asignaron la organización del grupo que, en vez de entrenamiento físico, alfabetizaba a quienes no sabían leer ni escribir, y más tarde a forestar o reforestar algunas zonas del municipio.

¿La de 1952? Una clase como la de cualquier otro año y similar –probablemente– a la de otras ciudades y continentes. De mis coterráneos de aquellos días, vestidos todos de caqui en las festividades cívicas, conservo imágenes devotas, sonrisas encarecidas de muchos. Tan lejano se hallaba el siglo xxi que a ninguno inquietaba el porvenir. Hoy exiguamente me alcanzan noticias del camino que han seguido unos cuantos. Pero me remito humildemente a lo dispuesto por el zodiaco chino: a todos nos aguardaba la buena suerte, pues aquel pacífico batallón había nacido al amparo del signo del dragón.

Astrología y astronomía se confundían en una misma ciencia en sus orígenes. Hoy la astronomía es una ciencia con enormes perspectivas, una esfera ignota que resguarda en su seno infinito quién sabe cuántas novedades y secretos. Su observación, su examen, despierta un apasionamiento devoto. La astrología, en tanto, ha perdido el prestigio que alguna vez mantuvo como disciplina científica. No escasean quienes la consideran una industria sospechosa en la actualidad, y no falta quien la acuse de charlatanería pura. La mentalidad científica –escribió el gran cronopio– quiere que todo tenga explicación científica, incluso lo maravilloso. Pero es notable el caudal de quienes atienden con fervor y reverencia las predicciones astrales, quienes confían en la lectura de las estrellas.

La astrología determina que los astros actúan en el carácter de las personas en razón de su signo zodiacal, esto es, en atención a la fecha y hora de nacimiento del individuo y la posición de los astros. Pero sólo los iniciados tienen acceso a la llave para desentrañar esos misterios. A través del horóscopo predicen el futuro, con base en la lectura de los astros y en atención a los datos del nacimiento. Poseen también capacidad para establecer la Carta astral, una tipología del carácter de las personas con base en información específica sobre los pormenores del calendario.


León de bronce Ciudad Prohibida

Los astrólogos o iniciados, como se designe a quienes profesan ese arte, atesoran una sensibilidad peculiar y grande asombro provocan en los escépticos cuando confirman en carne propia algún acontecimiento previsto por aquéllos. No extraña entonces que de los poetas también se esperen profecías. Aunque no se admita, casi todos nos asomamos alguna vez al horóscopo así sea por curiosidad: la previsión racional no agota la fortuna.

La astrología es una materia que se pierde en la penumbra de la historia y que han practicado –quien más, quien menos– distintos pueblos. Desde los tiempos oscuros, todas las razas han recurrido a los adivinos a fin de vislumbrar algo del porvenir. En ella intervienen los mitos y las supersticiones. Babilonia y el antiguo Egipto destacaron en su práctica y Jenofonte, quien abandonó el estudio de las ideas perfectas para abrazar la actividad humana extrema, narra en Anábasis cómo los capitanes que marchaban al frente de los diez mil, abrumados por las frecuentes contrariedades, nada resolvían sin tirar antes los dados, sin consultar de antemano a los augures. ¿Y quién ignora que los economistas, esos profesionales tan usualmente satisfechos, yerran a menudo en su arraigada disciplina de las predicciones?

Los chinos tienen su modo característico de cultivar la adivinación. Desde hace milenios se rigen conforme a un zodiaco que difiere del occidental al combinar elementos, metales, colores y resabios de ancestrales prácticas religiosas. Los signos están representados por ciclos anuales con nombre zoológico. El año del dragón es, de acuerdo con aquella simbología, un signo de buena estrella.

A la Clase 1952 pertenecen también –informa la enciclopedia–, la vacuna contra la polio, el estreno en París de Esperando a Godot, el ascenso al trono de Inglaterra de la reina Isabel y la conversión de Puerto Rico en Estado Libre Asociado. Aquel año también registró la muerte de Eva Perón, la celebración de los Juegos Olímpicos en Helsinki y en México el inicio del régimen de Adolfo Ruiz Cortines. Podemos renegar de los hechos, más no de las fechas. A Heráclito, maestro del flujo, lo persiguió la fama de oscuro, tanto como a los oráculos de la Hélade.