Opinión
Ver día anteriorJueves 12 de abril de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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¿Peligro para México?
A

parentemente el nuevo equipo de campaña de Josefina Vázquez ha decidido recurrir al lema-advertencia Un peligro para México –que en 2006 utilizó Felipe Calderón en la competencia contra Andrés Manuel López Obrador– para denunciar los presuntos riesgos que representa el candidato del PRI, Enrique Peña Nieto. Es sorprendente que los panistas hayan optado por retomar una de las estrategias de campaña que hoy no es tan nueva, y que fue de las más polémicas de la elección pasada, sobre todo si tomamos en cuenta la reforma electoral de 2007, que tenía como objetivo imponer límites a los excesos en que pueden caer los candidatos cuando hablan de sus adversarios, y prevenir la calumnia o la difamación de los competidores. Tengo la impresión de que la campaña panista está violando el espíritu de la legislación electoral.

Es indiscutible que el objetivo fundamental de la frase Un peligro para México es infundir miedo, asustar a los votantes, en este caso, con el fantasma de una tremenda crisis económica que derivaría del gasto público deficitario que identifican con gobiernos del PRI. Ciertamente la perspectiva de una crisis económica de la magnitud de las que sufrimos en 1976, en 1982 y en 1995 es aterradora. Pero igualmente terrorífica es la perspectiva de otros 20 años de crecimiento mediocre, eso sí magníficos equilibrios macroeconómicos, pese al deterioro de las escuelas públicas, de los servicios de salud o, simplemente, de las banquetas. Asusta, en efecto, el agravamiento de la pobreza y de la desigualdad, o el empeoramiento de la seguridad pública. Para mí es un peligro que se mantenga una política de gasto restrictiva, que ha tenido costos muy elevados para el desarrollo social del país, incluso para el papel que desempeña en los foros internacionales, donde nos hemos visto desplazados por Brasil, por ejemplo. Es muy poco lo que México tiene que mostrar al mundo en cuanto a logros; en cambio, son muchas las dificultades que ve el mundo en México.

Hoy, la advertencia Un peligro para México la verdad es que lo pone a uno a pensar: ¿qué político no es un peligro para México? Dada nuestra experiencia de los últimos 24 años, yo diría que no es ese un criterio que me ayude a discriminar entre nuestros políticos, porque, da pena decirlo, pero he llegado a la conclusión de que todos son un peligro para México y para el estado de ánimo de los mexicanos, y por diferentes razones. Unos por emprendedores, otros por ambiciosos, muchos por ignorantes, y todavía más por irresponsables, y todos por la inveterada costumbre que tienen de violar la ley. Para ser justos tendríamos que reconocer que los políticos, todos y en todo el mundo, son un peligro cuando no actúan dentro del marco de las instituciones.

Nuestros políticos en conjunto nos han hecho daño, por lo que han hecho o por lo que dejaron de hacer. Vamos a preguntarle a Vicente Fox cómo ve –con la perspectiva del tiempo– su propia pasividad frente a la actividad del crimen organizado. Un peligro para México es un gobernador que concentra sus preocupaciones de gobierno en el largo de la falda de las funcionarias de las oficinas públicas, el que intenta modificar la política de planificación familiar –una de las más exitosas de los últimos casi 40 años–. También es un peligro el presidente municipal que se gasta los dineros públicos en la construcción de un estadio que lleva su nombre o de una iglesia que lleva el nombre de su santo patrón, porque en un contexto de recursos escasos está subordinando el gasto, digamos en educación, a las exigencias de su propia popularidad, o a las del clero local. Y así nos podemos seguir y armar una lista interminable de las decisiones y conductas que han tomado políticos de todos los niveles y de todos los partidos, que han puesto en juego los equilibrios presupuestales, la seguridad pública, la educación de las futuras generaciones y muchos otros objetivos que podemos englobar bajo los temas generales de prosperidad y bienestar social.

De las campañas electorales uno esperaría información acerca de los candidatos y de sus programas de gobierno; y no únicamente la que cada uno de ellos –y no sólo los presidenciales– puede dar de sí mismo, sino que también tendríamos que saber de las críticas que se le han hecho, de las observaciones y de los señalamientos que ha merecido a lo largo de su carrera política o administrativa. Por esa razón, el capítulo de la reforma de 2007 que se refiere a la información negativa no me gusta. Me parece que nos está restringiendo información que nos ayudaría a tomar nuestra decisión respecto a por quién votar. Mientras más información real tengamos de nuestros políticos, mayor será nuestra capacidad para juzgar si representan o no un peligro. De todas formas, la advertencia me parece excesiva y poco convincente. Ya la utilizaron contra López Obrador, cuya estrategia daba pábulo a estas acusaciones que, de todas formas, también eran excesivas en 2006; utilizar ahora la advertencia en relación con Peña Nieto parece de plano choteo, porque nadie se parece menos al líder de Morena que el muy atildadito candidato del PRI. Al aplicarles a ambos la misma descalificación, la vacían de contenido, y también dan prueba de poca imaginación.