Opinión
Ver día anteriorJueves 12 de abril de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Otra vez por favor
M

ichel Tremblay es uno de los autores más importantes del Canadá francófono, dramaturgo y narrador, retratista literario de un sinfín de mujeres y defensor de las opciones sexuales de las personas, él mismo declarado homosexual. En México ya lo conocíamos por dos obras entrañables, Albertina en cinco tiempos que dirigió Alberto Lomnitz en 2004, La casa suspendida con la espléndida dirección de Raúl Quintanilla en 2006 y una versión anterior de la obra que ahora presenta la Compañía Nacional de Teatro (CNT), que no vi y de la que no tengo más noticias sino que fue producida por OCESA. Nacido en un barrio bajo de Quebec y apegado a una madre de la clase obrera muy afecta a la lectura, Tremblay escribe una obra de gran sencillez, compuesta por varias escenas que dan lugar al paso del tiempo, como un homenaje a esa madre, a la vez que juega con los recuerdos, invocados por objetos o momentos musicales, y el teatro para brindarle a su progenitora una muerte tal y como hubiera deseado que tuviera.

Al principio, el Narrador, probablemente el mismo autor, se auxilia de varios ejemplos de la dramaturgia universal de todos los tiempos para explicarle al público que no verán algo parecido, sino una historia simple y sencilla. Dos personajes, Nana y el narrador, van devanado los hilos de su relación cuando el hijo tiene diez, trece, quince, dieciocho, veinte y finalmente sesenta años en los que se definen los caracteres de ambos desde la muy graciosa escena de la madre regañando al niño por una travesura, en que Nana dispara su imaginación hasta los más increíbles extremos, hasta el final en que se entiende, sin que medien explicaciones ni reproches, que ella siempre supo de su elección sexual y la acepta. Enmedio de estas escenas, están otras, en que ambos comparan lecturas o preguntas y en las que también se hace gala de la prodigiosa inventiva y de la charla casi incontenible de esta mujer de clase obrera, o se sabe de su fobia por algunos parientes que sólo hablan de Fernandel, el cómico francés poco conocido en la actualidad.

Traducida por Pilar Sánchez Navarro y en una adaptación de Humberto Pérez Mortera que al parecer únicamente cambia algunas palabras por otras de mayor uso entre nosotros, la escenifica Mario Espinosa. En el programa de mano se hace saber que el director, la escenógrafa Gloria Carrasco y probablemente la vestuarista Estela Fagoaga se inspiraron en diseños de la artista visual contemporánea Rachel Whiteread para su propuesta escénica. De allí que el vestido de la protagonista sea de la misma tela que el tapizado del mobiliario, del piso y de los cubos que se supone son recipientes de la memoria, lo que de alguna manera remite no tanto a la confusión de la memoria del narrador como a que sus recuerdos identifican al hogar con la madre. Los muebles y cubos están cubiertos inicialmente por sábanas que el Narrador irá quitando, aunque la finura del director impide que todos los cubos del recuerdo sean descubiertos y algunos salen de escena con sus coberturas intocadas.

El final, dado por las posibilidades que ofrece el teatro, muestra un escenario desnudo y el columpio florido en que trepará una Nana con un vestuario de damisela casi decimonónica, ya no remite a la casa materna sino al deseo imaginado de obsequiar a la mujer con una estampa que parece salida de las novelas sentimentales y cursis que ella gustaba de leer. El montaje se complementa con la iluminación de Ángel Ancona y los acertados diseños sonoros y de video de José Serralde. Mención aparte merecen las actuaciones. Angelina Peláez propuso el texto de Michel Tremblay a la CNT, de la que es de número, y que la acogió dentro del ciclo Patrimonio Universal del Teatro y cuyo estreno se convirtió en un homenaje a la propia Angelina por su graciosa y conmovedora actuación en esta obra y por su larga y estupenda trayectoria iniciada cuando tenía quince años. Arturo Beristain, excelente como siempre, da sin fingimientos aniñados a los once años o de cualquier otra índole después, sino a base de expresión actoral, las diferentes etapas por que pasa el Narrador.