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Desde 2004, Fundación Semilla realiza labores en la región tepehuana de El Mezquital

En la zona indígena de Durango vale más una vaca que una mujer, denuncian

Las niñas padecen desnutrición severa, porque son las últimas de la familia que comen

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En la comunidad tepehuana de El Mezquital, en Durango, las niñas mueren por desnutrición o son intercambiadas por mercancía y animales de granja y prostituidas. Ante esto, la Fundación Semilla se dedica a apoyar a las menores con talleres de recreaciónFoto cortesía de Fundación Semilla
Corresponsal
Periódico La Jornada
Viernes 13 de abril de 2012, p. 31

Durango, Dgo., 12 de abril. En la zona indígena de Durango primero comen los varones y, si sobra algo, las niñas; a partir de los nueve años las menores pueden ser objeto de intercambio por una vaca, un chivo o algún marranito, denunció Janette Payán, presidenta de la Fundación Semilla.

La mujer no tiene valor, vale más una vaca explica la sicóloga, quien desde 2004 trabaja con los habitantes del municipio El Mezquital, en la región tepehuana, y ha visto la realidad de ese sitio.

En la primera etapa de su niñez, agrega, la niña está propensa a la desnutrición, porque primero come el padre de familia, después los hijos varones, les sigue la madre y al final, si aún hay comida, entonces se alimentan las niñas.

Son las mujeres las últimas en alimentarse, pero son las que más trabajan en la casa: ellas van por el agua y, en ocasiones, hay que caminar kilómetros para acarrearla; ellas deben hacer las tareas del hogar, incluido el alimento que sólo probarán al último.

Fundación Semilla ha atendido a más de 100 niñas indígenas con problemas severos de desnutrición: en 2009 tuvieron el caso de una menor delgada en extremo, a la que trasladaron a un hospital de Durango, pero falleció porque su desnutrición era muy severa, dice Payán.

Si las niñas se encuentran ya muy desnutridas, entonces los padres de familia ordenan a la madre ya no darles de comer para ahorrarse el alimento; las dejan morir, señala con cara de asombro.

Cambian niñas por chivos o marranitos

Así son tratadas hasta los nueve años de edad, cuando ya crecieron un poco, su cuerpo comienza a desarrollarse y tienen algo más de fuerza. A partir de esa edad son consideradas mercancía.

Sirven para intercambio o trueque; los padres de familia las cambian por una vaca, por un chivo o algún animal de corral, un marranito, dice la titular de Fundación Semilla. Una vez que fueron intercambiadas, son usadas como objeto sexual, incluso las prostituyen, si no es que los padres las usan antes para ese fin.

Muchas menores de apenas 12 años ya tienen un niño porque son prostituidas desde chiquitas y varias se embarazan en su primera ovulación, incluso por sus mismos padres. Ahorita estamos atendiendo en la zona indígena a dos niñas de nueve años embarazadas, dijo.

El valor de la mujer llega a ser tan bajo que, en ocasiones –comenta Janette Payán–, si el marido cree que su mujer le sonrió o coqueteó a otro varón, la golpea en plena calle. A veces son sometidas a lo que se llama el consejo del pueblo, y si éste coincide en que la mujer le faltó el respeto al marido, es desnudada y golpeada frente a todo el pueblo.

Tan poco valor tienen las mujeres tepehuanas que en la comunidad Laguna del Chivo una mujer fue quemada por celos del marido, y esto nunca llega a las leyes nuestras, porque es parte de sus usos y costumbres y no podemos hacer nada, dice la presidenta de la fundación.

Explica que no pueden hacer mucho, no lo ha hecho ni la autoridad estatal; no pueden llegar y asistir legalmente a una mujer pues entonces no podrían auxiliar a las otras que piden ayuda porque al retirarnos del lugar serían golpeadas.

Ayuda, a cuentagotas

La fundación trabaja poco a poco. Ya nos permitieron en al menos 10 comunidades empezar con talleres de atención a la mujer, que ya es ganancia; por ahora, alrededor de 400 mujeres, entre niñas y madres, reciben cursos sobre alimentación y salud, cuidados en el embarazo y otros temas.

En estos talleres se les da asesoría en varios ámbitos, y poco a poco se van ganando la confianza de la comunidad y de los varones para tratar de influir poco a poco en las mujeres, para que ellas mismas se respeten y aprendan a ser respetadas, señaló.

El Sistema Estatal para el Desarrollo Integral de la Familia, dice Janette Payán, también está entrando despacio a la zona, ahora con el programa Una gota de ayuda por Durango, mediante el cual distribuyen despensas y aprovechan para acercarse a las mujeres y dialogar con ellas.