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Se eliminaron restos para que no hubiera protestas dentro o fuera del país, señala

Admite el ex dictador Videla la desaparición de 8 mil argentinos

Confiesa en una entrevista que la cúpula militar estuvo de acuerdo para aplacar la subversión

Corresponsal
Periódico La Jornada
Sábado 14 de abril de 2012, p. 19

Buenos Aires, 13 de abril. El ex dictador argentino Jorge Rafael Videla admitió por vez primera la muerte y desaparición de 7 u 8 mil personas que estaban detenidas o secuestradas, y que se ordenó eliminar los restos para que no hubiera protestas dentro o fuera del país durante la dictadura militar, entre 1976 y 1983.

Sostuvo: Cada desaparición puede ser entendida ciertamente como el enmascaramiento, el disimulo, de una muerte, y se justificó con el argumento de que no había otra solución.

Señaló que la cúpula militar estuvo de acuerdo en que las desapariciones eran el precio a pagar para ganar la guerra contra la subversión. Necesitábamos que no fuera evidente para que la sociedad no se diera cuenta. Había que eliminar a un grupo grande de personas, que no podían ser llevadas ante la justicia ni fusiladas, subrayó.

Videla hizo esas declaraciones al periodista Ceferino Reato para el libro Disposición final.

En la entrevista, hizo una descripción detallada y terrible sobre la metodología aplicada en la dictadura, en la cual unas 30 mil personas fueron reportadas como desaparecidas luego de haber sido llevadas a centros clandestinos de detención, según organismos de derechos humanos.

El ex general fue entrevistado en la prisión de Campo de Mayo; fue condenado en varios juicios a cadena perpetua por crímenes de lesa humanidad.

Muertos en tiroteos

Así como defendió siempre lo realizado por la dictadura y alguna vez confesó con ironía que los desaparecidos no estaban, dijo que se eliminaron los cuerpos de muertos en tiroteos. Es el caso de Mario Santucho, del Ejército Revolucionario del Pueblo.

Era una persona que generaba expectativas. La aparición de ese cuerpo iba a dar lugar a homenajes, celebraciones. Era una figura que había que opacar, subrayó.

Afirmó que no se trataba de una solución final, sino de disposición final, como se dice militarmente, por ejemplo, cuando se habla de una ropa que ya no se usa o no sirve porque está gastada. Entonces pasa a disposición final, comentó.

Según el libro, Videla detalló que “no hay listas con el destino final de los desaparecidos. Podría haber parciales, pero desprolijas.

Desde el punto de vista militar, no necesitábamos el golpe. Fue un error, comentó. Añadió: Nuestro objetivo (el 24 de marzo de 1976) era disciplinar a una sociedad anarquizada. Respecto del peronismo, salir de una visión populista, demagógica; en relación con la economía, ir a una de mercado, liberal. Queríamos disciplinar al sindicalismo y al capitalismo prebendario.

Indicó que los empresarios “se lavaron las manos. Nos dijeron ‘hagan lo que tengan que hacer’, y luego nos dieron con todo. Cuántas veces me dijeron ‘se quedaron cortos, tendrían que haber matado a mil, a 10 mil más’”.

Dios sabe lo que hace, por qué y para qué. Yo acepto su voluntad. Creo que Dios nunca me soltó la mano, declaró.

El libro incluye testimonios de otros jefes militares, guerrilleros, políticos, funcionarios y sindicalistas que permiten reconstruir el contexto en que Videla y sus tropas decidieron tomar el poder, con el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 contra la mandataria María Estela Martínez de Perón. Fue presidente de facto hasta 1981, cuando fue sustituido por el ex represor Roberto Viola.