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A la mitad del foro

Fracciones sin común denominador

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Modificación al autobús en el que viaja la candidata presidencial panista Josefina Vázquez Mota, en el cual ahora se le denomina La JefaFoto María Luisa Severiano
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na semana de campaña y ya dan por resuelta la contienda electoral. Cosas de los arúspices, de las encuestas copeteadas, de los tropezones iniciales y la súbita suma de fracciones sin común denominador. El nuevo autobús dice: La Jefa. Ni más ni menos. Y doña Josefina Vázquez Mota toma un segundo aire para repetir que será la primera mujer que gobierne, que será presidenta de falda pero con muchos pantalones. Entre los refuerzos incluyeron a Gustavo Madero como pieza maestra del rompecabezas: ¿no estaba en el equipo de campaña de la candidata presidencial del PAN, el dirigente del PAN?

En la hora once persiste el pudor de los opositores en brega de eternidad: no somos partido en el poder; no somos el partido del poder, dicen. Se erigen guardianes de la flama eterna, predestinados a evitar que vuelva al poder el que se dijera partido del poder y fuera pieza clave de la dictadura perfecta. Vargas Llosa dixit. Y nadie recuerde ahora que alguno de los panistas de la alternancia proclamó premio Nobel de la Paz al autor de La guerra del fin del mundo. Ya empezó la campaña de contraste, la lucha en el lodo. Pero el predicador de la república amorosa rechaza que sea obra de los malos la guerra sucia en 2012. Se impone el sistema métrico sexenal y este no es 2006, ni el desaforado andar de Felipe Calderón alcanza los pasos de las botas de siete leguas de Vicente Fox. Una semana y el de la incontinencia verbal aconseja prudencia: todo se ha perdido, únicamente un milagrito impediría que triunfara el PRI y se hundiera el PAN. Fox dixit.

Enrique Peña se niega a responder a los ataques de la campaña de contraste, a caer en la trampa del fango. Que no cumplo, dicen; que hay obras prometidas y no concluidas, dicen. Ahí están a resguardo notarial mis ofertas y a eso me atengo. Y contagiado del ánimo amoroso, agradece a Vicente Fox los buenos augurios, la predicción de que el primero de julio lo favorecerán los votos de la mayoría. Y a otra cosa. A sumar lo que aporten las partes del capital político acumulado al apoyar a los candidatos del PRI en los territorios gobernados por el PAN. Sin olvidar las de la olla podrida de las izquierdas disgregadas por el combate intestino por los frutos prohibidos del poder. Esa es la ventaja de Enrique Peña en la lucha territorial que no cesa ni con vedas ni días de guardar.

Fijar límites y extender el imperio, el mando territorial en los espacios de poder real que dejó la disolución del cesarismo sexenal. Ese era y es el combate por el poder que acabó por fracturar a los alternantes y a los de la transición en presente continuo. Combates tribales, o por desafinar en el coro del Nabuco; o las traiciones del priato tardío en la orfandad, desde la cesión de mando zedillista, los desvaríos foxianos, la toma de posesión calderoniana por la puerta trasera; y la banda tricolor en el pecho de López Obrador, presidente legítimo por aclamación popular. El de Tabasco logró mantener la fe en su peregrinación de seis años por el territorio nacional. Pero no hubo quien fijara los límites, ni asumiera el poder constituido.

Quedan apenas 75 días para que voten los ciudadanos inscritos en las listas del elector del padrón nacional: 79 millones 595 mil 394 integran esa lista: 51.83 por ciento son mujeres. Y una imponente multitud, jóvenes que elegirán presidente de la República por primera ocasión en su vida. Aburrida o manchada por el lodo de la llamada campaña de contrastes, la contienda se resolverá con la mayoría de 60 por ciento que se espera acudan a las urnas: algo más de 40 millones. Con razón pide un milagrito Vicente Fox y Andrés Manuel López Obrador demanda debates abiertos y constantes. Ya no hay tiempo para superar el 18 por ciento de ventaja que las encuestas dan a Peña Nieto; 15 millones de votos por encima de los de sus contrincantes. Nadie hace predicciones. Pero el dominio territorial alienta la confianza del PRI. Mientras no cometan errores garrafales.

De esos votantes potenciales, 10 millones 411 mil 500 son del estado de México; 7 millones 238 mil 986, del Distrito Federal; más de 5 millones son de Veracruz; casi otros tantos de Jalisco. Y casi 4 de Puebla, donde Rafael Moreno Valle sueña con la silla del 2018 al ver a Manuel Bartlett y Andrés Manuel López Obrador en el mismo bando. Todo para el vencedor, incluyendo la mayor participación del dinero y de tiempos en medios concesionados.

Hace seis años, el PRI cayó al tercer lugar de la pluralidad de partidos. Roberto Madrazo vio perderse uno tras otro de los estados norteños gobernados por su partido. La traición fue el milagro de 2006. Felipe Calderón y unos cuantos leales al atribulado tabasqueño lo atribuyeron a la maestra Elba Esther Gordillo; le encendieron velas y veladoras a la maestra milagrosa. Y cuando pudo asumir el cargo Calderón, puso en sus manos la Lotería Nacional, el Issste, una subsecretaría en la SEP y la cercanía que da influencia. Tanta, que Vázquez Mota dejó el despacho de Vasconcelos para irse a San Lázaro. Hubo resta y no sumas; el PRI se desmoronó en fracciones por carecer de común denominador. Hoy, a pesar de que López Obrador ofrece abrazos y no balazos para enfrentar la violencia criminal, no cree en milagros; y anticipa la desaparición de la maestra Gordillo, entre incienso y no fumarolas de azufre.

Los agradecidos operadores de la campaña de Enrique Peña Nieto no olvidan que hay elecciones concurrentes en siete entidades del territorio que barbecharon y sembraron con toda anticipación, para cosechar votos en la elección presidencial: Yucatán, Tabasco, Jalisco, Guanajuato, Morelos y Chiapas elegirán gobernador el primero de julio. Y el Distrito Federal elegirá jefe de Gobierno. Mientras debaten los que observan el vuelo de las encuestas y Vicente Fox sale a escena en el papel de Casandra, juegan los gallos en Jalisco. Por el PAN, Fernando Guzmán Pérez, criatura del cardenal, ultraderechista capaz de asegurar que la edición de billetes con la efigie de Calles era señal del gobierno para empezar a asesinar príncipes de la Iglesia. Enrique Alfaro, del PRD, es pieza de la fractura de las izquierdas. El PRI soltó un gallo jugado, Aristóteles Sandoval, quien le arrebató Guadalajara al PAN. Va a ganar el tocayo del estagirita.

Y al funcionar la avanzada territorial en Querétaro, ya gobernado por José Calzada, si el PRI les arrebata Jalisco quebrantaría el dominio panista en el territorio de la disputa histórica entre liberales y conservadores, revolucionarios y reaccionarios. Juan Manuel Oliva tendrá que descuidar la guardia pretoriana de La Jefa para reforzar a Miguel Márquez, impuesto por las artes caciquiles del anfitrión del Papa al pie del cerro del Cubilete. Jorge Ignacio Torres Landa es candidato del PRI. Y el doctor Córdova recibió asilo de Felipe Calderón, quien lo designó secretario de Educación Pública. Todavía laica y gratuita, a pesar de los embates de la reacción ciega a la libertad de culto establecida en la Constitución de 1857.

El PRI confía en el desempeño de Ivonne Ortega para conservar Yucatán. En Tabasco, Andrés Granier le estorba a Jesús Alí, mientras se fortalece la opción de la izquierda con Arturo Núñez. Chiapas para un consulado Verde. Y Morelos, límite del poder panista al sur de la República, va a ser, como la tierra, para el que la trabaja. Graco Ramírez lleva mucha ventaja. Pero tras la fractura del PRI, Amado Orihuela resultó ser común denominador. Confrontados el gobernador y el candidato Adrián Rivera, el PAN no gana ni con otro milagrito.