Opinión
Ver día anteriorDomingo 15 de abril de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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a notable historiadora doña Clementina Díaz y de Ovando, recientemente fallecida, comentaba que los primeros deslumbrados cronistas de la gran México Tenochtitlan fueron Hernán Cortés y Bernal Díaz del Castillo; dice: La empresa titánica del primero no le impidió admirar, quizá con oculta envidia, la majestad de esa gran estrella urbana: Tenochtitlan. Y Bernal Díaz, de quien se dice que proyectó la visión de las fantásticas novelas de caballería sobre la gran urbe azteca, lo que hizo, si sabemos leerlo bien, es encontrar fastuosamente realizada la imaginación inconcreta de los caballeros andantes.

A partir de entonces la ciudad de México no ha cesado de ser tema de cronistas, poetas, historiadores y novelistas. Cada año surgen libros que hablan de ella y nos descubren nuevas facetas o reviven viejas historias con miradas novedosas.

Recientemente nos agasajamos con dos nuevas obras de sendos poetas-cronistas, ambos ilustres investigadores de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM): Vicente Quirarte y Marco Antonio Campos. El primero nos sorprende con Amor de ciudad grande, bien descrita en la contraportada como una obra apasionada acerca de la ciudad de México. Publicada por el Fondo de Cultura Económica y la UNAM, nos guía a través de calles, personajes y monumentos, descubriéndonos rostros inéditos de la gran urbe que lo vio nacer en las viejas calles del Centro.

Con pluma exquisita, profundo conocimiento y sentido del humor, Quirarte nos inicia en la flânerie, que consiste en el delicioso y complejo arte de la vagancia. En uno de los textos comenta una faceta para mi desconocida de Francisco Zarco, a quien yo vislumbraba como el político liberal, que en más de una ocasión fue encarcelado por sus valientes denuncias en la prensa. Lo imaginaba un hombre adusto, severo en el vestir y el actuar. Resulta que el personaje real era un autentico dandy que también escribió de arte, literatura y hasta de modas. El poeta hace un interesante análisis de esa faceta de Zarco que, contra lo frívolo que pudiera parecer, guarda una gran profundidad. Entre otras, nos permite entender el verdadero sentido de la flânerie, que Zarco realiza y describe como una ocupación que exige pasión, rigor científico y amor a la verdad.

Quirarte es también autor de Elogio de la calle: biografía literaria de la Ciudad de México, 1850-1992. Obra fundamental que editó Ediciones Cal y Arena hace unos años, y que debe tener todo amante de esta ciudad.

Por su parte Marco Antonio Campos publica Fue en aquella Ciudad de México: episodios y crónicas del siglo XIX. Editada por la UNAM, nos ofrece una extraordinaria selección de textos de autores de distintas nacionalidades, que nos proporcionan una visión rica y múltiple de la urbe decimonónica. Resulta de gran interés conocer la mirada de los extranjeros, que frecuentemente revelan aspectos de nosotros mismos que poco habíamos advertido.

Aprovechando que hablamos de libros sobre nuestra ciudad, les informo a los lectores que me lo han solicitado, que nuevamente está en las librerías Corazón de Piedra: crónicas gozosas de la Ciudad de México, una selección de las que publico semanalmente en este diario desde 1992. Es de Editorial Miguel Ángel Porrúa. Su librería, que vale la pena conocer, ya que es un espacio muy grato, se ubica en Amargura 4, en el corazón de San Ángel; ofrece también bellos rebozos y joyería de plata.

Y ya que andamos en el rumbo se nos antoja un perejil frito en el restaurante La Tecla, situado en avenida Revolución 1426. Es de los pocos que conjuga comida sabrosa, sitio agradable y buenos precios. Ahora tienen de temporada la sopa fría de aguacate con escamoles, riquísima. Para los carnívoros es imperdonable el filete Tecla, bañado con salsa de huitlacoche, crema y queso. Si se cuida de los triglicerios o algo así, ordene el pescado relleno de flor de calabaza. Un buen broche, fresco y ligero: la nieve de hierbabuena.