Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 15 de abril de 2012 Num: 893

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Tres días en bagdad
Ana Luisa Valdés

Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova

Todos los hijos son poesía
Ricardo Venegas entrevista
con Rocato Bablot

De la saga chiapaneca
de Eraclio Zepeda

Marco Antonio Campos

Habermas y la crítica
de clases

Agustín Ramos

Una mujer de la tierra
Dimas Lidio Pitty

El alma rusa en Latinoamérica: breve historia de una seducción
Jorge Bustamante García

Poema del pensamiento
Andréi Platónov

Platónov, fundamental
y desconocido

Cabrera Infante y el cine
Raúl Olvera Mijares

Columnas:
Galería
Rodolfo Alonso

Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

Perfiles
Miguel Ángel Muñoz

Mentiras Transparentes
Felipe Garrido

Al Vuelo
Rogelio Guedea

La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
Núm. anteriores
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Miguel Ángel Muñoz

Roberto Matta: cien años de creatividad

En la obra plástica de Roberto Matta (Santiago de Chile, 1911- Civitavechia, Italia, 2002) es necesario distinguir no diversas épocas creativas, sino interpretaciones distintas, tanto las que en cierta forma son apoyadas por él mismo como –y sobre todo– las interpretaciones hechas desde dentro de la pintura. Quizá la concepción más conocida, y que tuvo más influencia en sus primeros años, es el surrealismo, donde se consagró como un pintor que ocupaba un lugar importante, no sólo un lugar dentro de la gran corriente artística surrealista: en rigor, esto es sumamente discutible y el propio Matta manifestó en múltiples ocasiones su inconformidad.

En 1933 rompe con su familia y viaja a París, donde es invitado a trabajar con Le Corbusier durante dos años. En 1937, gracias a una carta de recomendación de Federico García Lorca, consiguió que Salvador Dalí le presentara a André Breton, con lo que Matta se incorporó al movimiento surrealista y, más tarde, con Yves Tanguy y Gordon Onslow-Ford, se convierte en uno de los principales precursores del automatismo. En esos años, Matta no sólo publicó artículos en la revista Minotaure, como “Matemática sensible-arquitectura del tiempo”, sino que fue uno de los principales ilustradores del libro fetiche de los surrealistas, Los cantos de Maldoror. Instalado ya en Nueva York, hizo amistad y se relacionó con pintores y artistas neoyorquinos como Esteban Vicente, Franz Kline, Willem de Kooning, Philip Guston, Mark Rothko, y especialmente con Robert Motherwell, William Baziotes, Jackson Pollock…

Con la perspectiva de los años, por la indudable relevancia que llegó a tener el movimiento surrealista y por la forma como influyó en el destino creativo de quienes en él participaron, las palabras expresadas entonces por su líder, André Breton, han resultado verdaderas –como afirma Lourdes Andrade–, pese a las encendidas polémicas levantadas por su causa. Estuvo presente en todas las publicaciones y las expos iciones del grupo, a pesar de que en 1948 fue expulsado, algo que le afectó profundamente aunque nunca dejó de ser un crítico intenso de la política y de la sociedad de su tiempo.

El subconsciente es una de esas revelaciones que aparecen en la obra de Matta y que nos pone en contacto con profundos registros psicológicos a los que sólo él tiene acceso, con los que sólo él se encuentra familiarizado, y a través de los cuales debe, en ocasiones, guiar al espectador, revelarle las verdades que ahí se encuentran. Aparte de la originalidad del concepto y de la justificación teórica y explicaciones dadas, está el valor de la ejecución técnica. Nadie que analice el proceso de las obras de Matta, o que simplemente las descubra, dejará de percibir la seguridad con que el artista logra lo que se propone. Las cualidades generales que definen la pintura de Matta son: el intenso valor expresivo de los espacios que, en cada obra, se fraccionan en campos de intensidad diferente; el frecuente o casi constante empleo de imaginación surrealista y la incisión como medios para obtener elementos lineales y estructurales; la riqueza de texturas, nunca obtenidas por técnicas procedistas, sino íntimamente ligadas al clima espiritual de las imágenes a las que corresponden.

En los años ochenta y noventa la evolución de Matta es constante, lo conduce a una agrupación de los factores de expresión emotiva. Algunas de sus obras, como Sexecursions, L’homme descend du signe, Les plaisirs de la présence, La plaisance du plaisir, Aux âmes, citoyens, Soit la soie en soi…  contraponen amplios espacios libres, con frecuencia lúgubres, como zonas muertas, a otras áreas de excitada textura, de fuerte violencia rítmica contraída hasta la furia. La intensidad es corregida muchas veces por un anhelo de simplicidad y ello no va en menoscabo de su efecto, sino que le otorga un mayor refinamiento. En los últimos años, Matta prosigue la contención y explosividad del color, intercalando esa dualidad en un matiz intenso y vibrante que se sobrepone a lo textual, pero que al mismo tiempo somete a su imperio estético.

Esta es la historia de su universo: proyectos que son un solo proyecto en continua transformación. Como señala Octavio Paz, habría que interpretar y reinterpretar esta obra una y otra vez. En su obra se materializa esa “conciliación entre surrealismo y abstracción”, que constituyó para Roberto Matta uno de los mayores atractivos de la pintura. La pintura de Matta es y será una exploración por la geología, la geografía y astronomía anímicas que son el espacio imantado de su pintura, un territorio mágico lleno de su fantasía.