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Nosotras, centroamericanas se presentó en el Festival de Cine Latino de Chicago

Documental retrata lucha de mujeres contra feroz patriarcado en CA

El trabajo analiza varios de los factores que potencializan la violencia contra ellas

Aunque el tema ya se ha tratado, siempre es de forma comercial y superficial, afirma Unai Aranzandi

 
Periódico La Jornada
Sábado 21 de abril de 2012, p. 8

Chicago, EU, 20 de abril. Según Naciones Unidas, Centroamérica es la región del mundo donde se registra un mayor índice de violencia contra las mujeres. Frente a esta realidad y para hacer valer sus derechos, las mujeres de Honduras, Nicaragua, Guatemala y El Salvador se han organizado.

Con estas palabras arranca el documental Nosotras, centroamericanas, del director vasco Unai Aranzadi, presentado en el Festival de Cine Latino de Chicago. Pero lo sorprendente de estos datos, afirma el cineasta, es que se dan dentro de un continente en el que las mujeres tienen aparentemente más libertades que en otros sitios, como por ejemplo los de países islámicos.

A lo largo de 30 minutos, el documentalista español retrata la situación de las mujeres en distintos países de Centroamérica analizando los factores que potencian los feminicidios y dando voz a las verdaderas protagonistas de esta trágica realidad.

Hasta la fecha, si bien es verdad que se había tratado el tema de la violencia contra las mujeres, siempre había sido de forma comercial y superficial, contó en entrevista con Dpa.

Los medios de comunicación enfocan el tema como un asunto de violencia familiar con cierta tendencia al espectáculo y al morbo, pero no van más allá ni identifican cuáles son los detonantes de esta violencia, subraya el especialista en conflictos armados y derechos humanos.

Aranzadi lo tiene muy claro y apunta como principales causas de esta epidemia el feroz patriarcado y machismo característico de la región. En segundo lugar está el capitalismo, algo que a los medios no les gusta tocar. El sistema neoliberal hace vulnerable a las mujeres aunque ellas no sean vulnerables de por sí.

Con tono crítico y sin temor a represalias, el documental pone de manifiesto el papel de distintas instituciones religiosas que, en vez de potenciar y proteger los derechos de las mujeres, los reprimen todavía más, sobre todo en temas como el aborto, el rol dentro de la unidad familiar y la educación sexual.

En el caso de Honduras, las tasas de asesinato femenino se dispararon desde el golpe de Estado al gobierno de Manuel Zelaya, en junio de 2009, donde, explica Aranzadi, la Iglesia tomó un papel activo y los pequeños avances que se habían conseguido en beneficio a la mujer se quitaron del campo jurídico.

Columna vertebral

Sin ir más lejos, sólo hay que ver los discursos de los predicadores de la Iglesia Evangelista en los que se eleva a la figura masculina como el señor absoluto y se le otorga un papel en el que puede hacer lo que quiera con total impunidad, anota el cineasta varias veces galardonado, quien estudió cine documental en la Escuela Internacional de Cine de Cuba y en la Universidad de Nueva York.

Más allá de las instituciones políticas y religiosas, la televisión y la publicidad que se emite en estos países contiene, en numerosos casos, comentarios y conductas machistas.

En algunos anuncios y programas de entretenimiento las mujeres son mostradas como objetos a explotar, resalta el también fotoperiodista.

Durante el transcurso del rodaje, Aranzadi confiesa que lo que más le impactó fue el vaivén de ambulancias con mujeres agredidas o asesinadas en Guatemala. En el hospital de San Juan reciben mujeres a cada rato y pudimos grabar a demasiadas.

Sin embargo, cuenta que quedó positivamente sorprendido por la valentía de las mujeres y su capacidad de vertebrar la sociedad con muy poco y dando mucho. Sufren situaciones en las que los hombres estaríamos atemorizados; sin embargo, ellas se unen y lideran la lucha.

Haciendo un balance de su paso por festivales de Estados Unidos y Latinoamérica, Unai Aranzadi cree que la cinta ha tenido una acogida muy buena en circuitos con conciencia social, pero, cuando llegamos a puntos de distribución con una mirada más comercial o ligada al espectáculo, la cosa cambia. Hablar de capitalismo les echa para atrás y si encima son mujeres quienes están hablando de capitalismo, se convierte en doble pecado mortal.