Opinión
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Ruta Sonora

La imaginación, un acto político

E

l pasado 13 de abril apareció en la revista Proceso el texto La generación Zoé http://ht.ly/agZIr, de Juan Pablo Proal, el cual causó escozor en la comunidad musical no sólo por estar lleno de inexactitudes, sino por su simplismo al descalificar, a partir de un pobre conocimiento de la escena, a una generación de jóvenes (la de la primera década del siglo XXI) por ser supuestamente insensible a la situación del país, sólo por la música que oye. Su investigación se basa en escuchar dos horas Reactor, aunque cita como bandas de moda a grupos poco influyentes o no programados ahí (Los Concorde, Allison y Los Claxon). Juzga fenómenos presentes con lectura del pasado e idealiza viejos tiempos al poner de ejemplo a Alex Lora, hoy panista guadalupano, y a Molotov, críticos en sus letras, aunque por ejemplo nunca participaron en festivales de apoyo a Chiapas, y crearon un tema para Televisa Deportes. Cita a importantes bandas de los años 60 a inicios de los 90, pero omite a numerosas bandas posteriores que han apoyado diversas causas, incluyendo festivales entre 1994 y 2004 en favor de las demandas del EZLN (Zoé incluido), así como a grupos comprometidos con el entorno, como lo es la amplia escena de ska y punk.

Aquí lo relevante no es tan irrelevante autor, sino el perpetuo tema de la conciencia política en la creación. ¿Una generación es consciente sólo por lo que oye? ¿Es forzoso ser crítico de forma explícita para tener conciencia? Calificar a la ligera es descontextualizarlos de su momento histórico y desconocer a muchos jóvenes comprometidos, oigan o no rock (en México el grueso de los jóvenes no escucha sólo rock o ni lo oye). Es inadmisible desacreditarlos sin verlos de cerca, comprender por qué hacen lo que hacen, y quizás aprender algo de sus sentimientos e ideas, en vez de juzgarlos con ánimo conservador.

Lo peligroso es reunirse

“El rock en México no tuvo origen revoltoso, llegó como producto empaquetado (…); pero organizar conciertos de forma independiente, bailar con un propósito, es en sí un acto político”, dijo Armando Vega-Gil, de Botellita de Jerez, en el reportaje “Del rock pa’ la causa”, escrito por esta autora en la revista Laberinto (marzo 1998 http://bit.ly/IgK70h), sobre los conciertos que se organizaban por Chiapas. Poncho Figueroa, de Santa Sabina, decía: en los 80 cada banda estaba en su onda; nadie se unía para fortalecerse como movimiento. Pato, de Maldita Vecindad: “Lo peligroso es reunirse, intercambiar ideas, no mentar madres”. Y quizá ahí está la clave. El rock mexicano se ha convertido en una comunidad creciente que antes no existía. No es raro que las únicas emisoras de rock en el Distrito Federal (Reactor e Ibero) sean estatales o universitarias: los grandes consorcios de comunicación no auspician estaciones para jóvenes no alineados a la ignorancia oficial.

Ahora, nada menos artístico que lo panfletario. En defensa de esa generación Zoé (banda que gusta a nivel internacional, que en el Vive Latino 2012 fue la única que llamó a votar, cuya letra Fotosíntesis es una crítica al poder, por ejemplo), la mera propuesta estética de estas bandas tiene su valor irruptor. La creación independiente, alejada de la hegemonía industrial (pop basura); la creación de un imaginario que autoafirma como individuo, el ser mejores músicos (lo cual ha crecido enormemente) son acciones políticas, pues rompen esquemas sonoros (lo logren o no: la búsqueda es mejor que la inmovilidad), generan comunidad, identidad, pertenencia a un lenguaje y a una forma de aproximarse a la realidad.

Si se analizan las letras e ideas de los indie que han generado gran conexión con la gente como Zoé, Porter, Hello Seahorse!, Enjambre, Carla Morrison, Austin TV (no importa tu cara, importas tú), el tema es la desolación, la tristeza, la soledad. Los jóvenes viven más violencia y desintegración social, menos esperanza, que previas generaciones, por lo que la creación de imágenes fantásticas los vuelve en contra de los parámetros estéticos chatarra que paralizan mentes. La aspiración a la belleza es una manifestación de inconformidad: la creación de un universo particular impide caer en el juego de lo terrible, de los descabezados, de las mentiras: seres con imaginación propia. O como contestó el gran José Cruz a Proal: “…está el artista con voz propia que decide involucrarse consigo mismo en la búsqueda de su condición humana, sin dejar de ser un ser social y comprometido…” http://bit.ly/I2bkpN.

A la vieja guardia machista le molesta que los varones se hayan sensibilizado, como cuando se llamó emosexuales a los Emo. Cantar al amor, como hace esta generación e hiciera John Lennon, espanta a los obtusos en días de violencia descarnada, mientras los jóvenes sólo buscan un refugio que les consuele el corazón ante tanto espanto. (Mi crónica de Radiohead en México: patipenaloza.blogspot.com.)

twitter.com/patipenaloza