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75 El Guernica y Picasso 75
E

l 26 de abril de 1937, la villa vasca de Gernika fue objeto de un cruel bombardeo por la aviación alemana, que produjo numerosas víctimas inocentes y cuantiosos daños materiales.

El hecho se enmarcó en el desarrollo de la Guerra Civil española, que comenzó el 18 de julio de 1936 y que enfrentaba al gobierno de la República, democráticamente elegido, con el ejército rebelde de Franco, sublevado contra el poder legítimo. Los aviones Junker de la Legión Cóndor, de la Luftwaffe alemana, realizaron un bombardeo-alfombra contra la desprotegida villa. La razón del ataque no podía ser la existencia de depósitos de armas, ni cuarteles o tropas, ni objetivos estratégicos ni que la villa fuese un nudo de comunicaciones. Gernika carecía de cualquier importancia militar o estratégica. Fue el sacrificio absurdo de inocentes para que los pilotos adquirieran experiencia. (Guernica de Picasso.)

El Guernica, pintado en mayo y junio de ese año, es un cuadro sonoro. Los personajes gritan, gesticulan y mueren bajo las bombas ciegas que acaban con todo. La denuncia de la violencia es aquí intemporal y ha sido siempre utilizada como un canto contra la sinrazón de la destrucción y la muerte en cualquier guerra.

Picasso pinta a cuatro mujeres en actitudes desesperadas, la población civil indefensa, pero también a un militar caído en la defensa y animales; el toro, el caballo y la paloma ajenos a la locura humana. Picasso renuncia al color para acentuar el dramatismo y sólo utiliza la gama de grises, el blanco y el negro; la grisalla. (Schwanitz, La cultura, Taurus, Madrid, 2007)

A su vez, Francisco de Goya y Lucientes refleja la grandeza de su pintura en Los fusilamientos del 3 de mayo, que no reside, sin embargo, en haber reflejado una realidad histórica, sino más bien lo contrario: haber trascendido la coyuntura, traspasado la superficie sociopolítica, para poner de manifiesto la realidad descarada de un conflicto sin nombres ni banderas, es la misma forma que Picasso la trascendía en El Guernica, que no es un cuadro narrativo, sino simbólico, pintado en óleo sobre lienzo.

El horror que causó y causa este episodio sigue presente. Resaltado por una de las obras maestras de la plástica universal, El Guernica, de Picasso, es una pintura que parece heredera de la del genial Francisco de Goya, en especial la de Los fusilamientos de la Monclava en la serie Los desastres de la guerra.

La pintura no está hecha para decorar las habitaciones. Es un instrumento de guerra ofensivo y defensivo contra el enemigo, dijo Picasso. A lo que agregaría: “Los fusilamientos de la Monclava” del citado Goya.

No asistimos a una apología del pueblo español ni a la denuncia del invasor, sino al drama humano de la violencia y a la lucha que acompaña a la condición humana, desde el Génesis al Apocalipsis: el instinto de muerte denunciado por Sigmund Freud, y que no es frenado por ninguna ley más allá de la expresión institucional o colectiva.

El instinto de muerte freudiano es anterior a este desmando crítico, perpetuamente tornadizo apresado en garras de eternidad. Tratar de detener lo que se nos escapa, se nos va de las manos, en un laboratorio es cosa vana. ¿Es la materia la que permanece o la que se va, la que se transforma, la que se traspone?, ¿las formas se pierden o más bien, se repiten, se eternizan, como anunciaba Freud en Más allá del principio del placer?, ¿qué da movimiento al instinto de muerte, a la crueldad, a la violencia y a la tortura?

Freud amplía la noción de sique y al lado opuesto de la razón encuentra el inconsciente y en oposición al instinto de vida encuentra el de muerte: establece de este modo la posibilidad de concebir, como parte constitutiva de lo humano, esa fuerza contraria a la razón, determinante para explicar lo que hasta entonces había quedado inaccesible a la ciencia. Esta función es parte constitutiva tanto de la víctima como del victimario, pero ¿que es lo que conduce al victimario enceguecido a infligirle a la víctima el sufrimiento, la tortura y a privarle de la vida?

En la clínica sicoanalítica vemos frecuentemente aquello que ya Freud había señalado en cuanto a la pulsión de destrucción. Nos encontramos con individuos que ocupan el lugar de la víctima, pero que asimismo ejercen de victimarios con otras personas. En otros casos la pulsión de muerte los conduce a la propia autodestrucción no sin la fantasía inconsciente (por ejemplo, los suicidas) de que al matarse matan al otro que llevan consigo en el interior.

Lo que pretendo destacar con esta reflexión es que no basta con legislaciones ni con marcos jurídicos, ni con debates sobre la legalización del castigo para intentar abortar un problema tan complejo como la guerra, la violencia y la delincuencia.

Sería conveniente profundizar más en la complejidad de la naturaleza humana y en esa fuerza oscura y silenciosa que es la pulsión de muerte. Recordar para no repetir decía Freud.