Opinión
Ver día anteriorJueves 3 de mayo de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La exaltación del calzado
E

l famoso fotógrafo austriaco Lois Hummelhuber decidió retratar en el Museo del Louvre la parte inferior de varios cuadros y publicar en 2011 Zapatos pintados: eficaz y bella manera de hacer una historia del calzado del siglo XIII al XIX. Aunque siempre imaginativo, el estilo de los zapatos no ha variado excesivamente a través de los siglos: contrasta con la proliferación de modelos que inundan ahora el mercado, sobre todo en lo que se refiere al calzado femenino. En su libro La fe del zapatero, Gilbert Durand lo corroboraba en los 60: ... el arte del calzado apenas ha variado y nuestras sandalias son idénticas a las que usaban Jasón o Moisés o a las que lleva Mercurio, el dios calzado y con tocado.

En el siglo XIX, como dice Walter Benjamin en su libros sobre los Pasajes “... la moda define el rito según el cual el fetiche –que es la mercancía–, exige ser adorado”. Y la moda en esta época del consumo exige a su vez la novedad, tácita legislación de este modo de producción: la capacidad inventiva de los artesanos de antaño nunca podría compararse con la de los diseñadores actuales. Sin embargo es posible admirar en esas fotos las calzas, los botines, las botas altas y severas de materiales toscos y pesados, o los escarpines, botas-suecos, borceguíes y, si se trata de soldados, los pies se cubren, como sus cuerpos, de armaduras (por ejemplo, Jan de Ber, Heraclio decapitando a Cosroes), con lo cual se comprueba que aunque no variaran exageradamente los estilos había una profusión de materiales diversos para elaborar el calzado y una imaginación exaltada para hacerlos en los más diversos colores: las botas palaciegas de cabritilla o de ante, terciopelo, seda o brocado, adornadas con lazos, rosetas, pompones, cordones, hebillas y volantes, perlas y metales preciosos (Maestro de la leyenda de Santa Úrsula), en todas las combinaciones posibles, como las increíbles botas sepia, con vueltas azul eléctrico sobre medias de un rojo carmesí, pintadas por Lorenzo de Credi en el siglo XVI, tras las cuales se despliega un manto bicolor fucsia y verde oscuro: el delirio máximo del color. Hay babuchas, pantunflas, escarpines, chinelas, zapatos de punta redonda, cuadrada, puntiaguda. Jesús, lo hemos verificado, camina por lo general descalzo y los santos usan sandalias, aunque éstas suelen ser el calzado habitual en las historias del Antiguo y Nuevo Testamento, las mitológicas o históricas de la antigüedad grecorromana.

Debido a su aparente sencillez, la sandalia fue probablemente el primer tipo de calzado confeccionado en el mundo de manera artesanal y cada civilización elaboró su propia versión. Artefacto elemental: una suela rígida asegurada al pie mediante correas o tiras de cuero u otros materiales. En las fotografías de Lois podemos apreciarlas, generalmente luminosas, abarcando todos los registros cromáticos del azul, del verde, del rojo, del amarillo, del café, del violeta, del gris, del blanco; matizando sus tonos entre claros, oscuros e intermedios. Además de su obvia utilidad –la de asegurarlas a los pies–, las sandalias solían adornarse con pocas o numerosas cintas delgadas, finísimas o gruesas según el gusto o la necesidad; a veces una correa separaba el dedo gordo de los demás o se imponía una tira sobre el empeine en forma de T; había trabillas que rodeaban los tobillos, abrazaban las pantorrillas o subían por los muslos, con entrelazados geométricos, rosáceos, terminadas en lazos anudados a veces toscamente o con delicadeza y sofisticación, según la posición social de quienes las usaran; las de los monarcas o altos dignatarios solían tener la suela de oro y sus entramados sobrecargados de piedras preciosas.

Y con todo, insisto, a pesar de la extensa variedad, nunca se dio la enorme diversidad que el calzado, sobre todo el de mujer, ha alcanzado en las últimas décadas, moda asesina, misógina, que rompe los pies, arruina la columna vertebral y altera los órganos por excelencia femeninos...