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Infancia y Sociedad

Educación y felicidad

M

aestro es el que enseña a aprender, a preguntar y a buscar respuestas. Nuestras abuelas decían “que el niño se enseñe a…” Porque la educación es a fin de cuentas resultado de procesos internos. Por eso el bienestar emocional de los alumnos es eje central del aprendizaje. Si los alumnos se sienten aburridos, temerosos, confundidos o agredidos, difícilmente un maestro puede lograr éxitos. El acto pedagógico puede ser gozoso y lúdico, sin que por ello pierda seriedad. Sobre todo en la educación básica, lo importante no es que los niños –calladitos– memoricen un montón de datos inconexos que si acaso recordarán hasta el día de examen, pero que no les interesan ni son útiles para su vida.

Son más prometedoras las aulas en las que los niños hacen preguntas y dan opiniones y el maestro va guiando el modo en que ellos construyen los conocimientos, investigan, proponen. Porque esa dinámica sí hace que los conocimientos se llenen de significado y se recuerden para siempre. Además, es así como se activan facultades mentales de análisis y síntesis y se ejercitan el pensamiento inductivo y deductivo. La información en sí ha de ser sólo un pretexto para pensar (como lo es una pelota para jugar: en donde la pelota es menos importante que el jugar). Porque todo acto, por intelectual que sea, tiene detrás un móvil afectivo; porque sólo lo amoroso (las emociones positivas) hace crecer la inteligencia, en tanto que el miedo, la competencia y el agobio, la inhiben.

Si queremos modernizar la escuela básica, a la luz de los más recientes hallazgos de las neurociencias, hay que diseñar una escuela alegre, hay que convertir la idea de felicidad en un paradigma pedagógico: poner a los niños en contacto con el gozo del descubrimiento y de la invención, porque entender es inventar o reconstruir por invención, nada de memorizar asuntos vacíos de sentido.

Que los niños pregunten y que los maestros respondan, pero no quiere eso decir que tengan que saberlo todo, sino que junto con los niños puedan investigar. Queremos maestros creativos, mas no sabihondos: información no es sabiduría.

Los conocimientos adquiridos por los niños deben ser investigados y descubiertos por ellos mismos. Interesan más los procesos del aprendizaje que lo aprendido en sí.

No importa tanto qué se aprenda, sino cómo se aprende. De este modo la educación primaria ha de tender a un autodidactismo, que es más formativo porque desarrolla la confianza en sí mismo, el gusto por aprender, la capacidad de buscar información y de relacionarse con el conocimiento mediante una conciencia crítica. ¡Felicidades a todos los maestros en su día!