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Ver día anteriorDomingo 6 de mayo de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Los líderes de Gran Bretaña fuerzan a la nación a un camino económico equivocado
C

uando David Cameron se convirtió en primer ministro de Gran Bretaña y anunció sus planes de austeridad –aceptando completamente el asunto del hada de la confianza y los vigilantes invisibles de los bonos–, muchas fueron las alabanzas de ambos lados del Atlántico.

Los eruditos de Estados Unidos apremiaron al presidente Obama a que hiciera un Cameron; el Sr. Cameron y George Osborne, ministro de Economía y Hacienda, eran motivo de brindis de la gente muy seria en todas partes.

Ahora, Gran Bretaña está oficialmente en una recesión doble, y ha logrado la notable hazaña de hacerlo peor en esta ocasión que en la década de 1930.

Gran Bretaña también es única por haber escogido libremente la gran equivocación, puesto que no afrontaba presión ni de los mercados de bonos ni condiciones impuestas por Berlín y Fráncfort.

Ahora, la defensa que escucho de los apologistas de Cameron es que en gran parte la austeridad todavía ni siquiera ha golpeado.

Pero realmente no es una gran defensa.

Recuerden, supuestamente la austeridad debía funcionar al inspirar confianza; ¿dónde está la confianza? Básicamente, el aspecto expansivo realmente ya debió haberse sentido puesto que a partir de aquí todo es contracción.

Sobra decir que los señores Cameron y Osborne insisten en que no van a cambiar de curso, lo que significa que Gran Bretaña seguirá en una espiral de la muerte de austeridad contraproducente.

El nuevo vudú

Cada vez que pienso que podríamos estar haciendo progresos contra los prejuicios y mitos que en estos días pasan como ideas juiciosas, surge algo como el reciente editorial del Financial Times que renueva mi desesperación.

El editorial, publicado el 25 de abril e intitulado Britain faces up to the double-dip test es una respuesta ante las últimas malas noticias económicas de Gran Bretaña, que según el autor no dan motivo alguno para reconsiderar las políticas de austeridad. A continuación el argumento fundamental, completo: “Ed Miliband, el líder de la oposición, predeciblemente usó los datos para atacar a la coalición por ‘recortar demasiado, demasiado rápido’. Pero esto no es convincente. No hay garantía de que bajo una política fiscal más expansiva a la economía británica le estaría yendo significativamente mejor. Y contra esto está el riesgo de que el bajo costo de endeudamiento del Reino Unido pueda elevarse”.

Esto es verdaderamente extraordinario, si lo pensamos un minuto.

Es verdad que no hay garantía de que a Gran Bretaña le estaría yendo mejor con menos austeridad; nada está garantizado en la vida. Vamos, mi taza de café repentinamente podría convertirse en hielo –la termodinámica es estádística, ya sabe. Pero ahora hay abrumadora evidencia en el sentido de que la política fiscal contractiva es contractiva; sobre todo por los resultados de la austeridad en Europa. De cierta forma, empero, el Financial Times se siente capaz de rechazar esta evidencia con base en... ¿en qué?

Después está la afirmación de que el rendimiento de los bonos podría aumentar. Bueno, indudablemente, y podría haber un brote de influenza, o lo que sea. Pero nada de la experiencia reciente sugiere que los países que tienen su propia moneda corran el riesgo de ser atacados por los vigilantes de los bonos –la tasa de interés de los bonos a 10 años de Japón, luego de más de una década de advertencias de que en cualquier momento habría una crisis de bonos, está en 0.91 por ciento.

Además, economistas eminentemente respetables ahora sostienen persuasivamente que la austeridad en una economía profundamente deprimida bien podría ser contraproducente, así que distanciarse de tal austeridad debería alentar a los inversionistas de bonos, no preocuparlos.

Entonces, el argumento del Financial Times se reduce a la afirmación de que Gran Bretaña debe seguir el mismo camino a menos que la abandone el hada de la confianza y sea atacada equivocadamente por los vigilantes invisibles de los bonos.

Y quien sea que haya escrito eso se dice sensato y juicioso.

*Premio Nobel de Economía 2008

© 2012 The New York Times