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López Obrador será un gran presidente de México

El candidato no es estatista, sino sensible a los problemas

Industrial exitoso, colaborador de gobiernos priístas y panistas y hoy hombre cercano al abanderado de la coalición Movimiento Progresista, Romo expone sus razones para apoyar al político tabasqueño y da a conocer sus opiniones sobre Enrique Peña Nieto y Josefina Vázquez Mota

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El país vive una inseguridad brutal, lamenta Alfonso RomoFoto Sanjuana Martínez
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Andrés Manuel López Obrador y Alfonso RomoFoto Sanjuana Martínez
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Domingo 6 de mayo de 2012, p. 8

Alfonso Romo Garza: Fui irresponsable. Me equivoqué con Andrés Manuel López Obrador. Pensé que era un rijoso de los años 70. Ahora estoy convencido de que será un gran presidente de México.

Apoyó a Felipe Calderón en 2006 y fue parte de la operación empresarial para evitar que López Obrador llegara a la Presidencia, pero Alfonso Romo se dio cuenta de su error: El resultado es que México vive una inseguridad brutal. Las cifras son muy tristes y la realidad un horror. Tenemos libertad para votar, para poner negocios, de expresión, pero no para ir al súper.

Sin rodeos y de forma contundente, el empresario, quien posee una de las fortunas más grandes de México, confía en los resultados del debate electoral y admite que estaba errado. Ahora que lo conozco, me pregunto: ¿cómo no lo conocí antes? Fui muy irresponsable. Definitivamente, me equivoqué. Y rectifiqué. Estoy convencido de que es un hombre maduro, que conoce todos los Méxicos, todos los liderazgos. Es un político sabio, el mejor candidato y será un gran presidente de México.

Está sentado en un sillón de su oficina, en el edificio del grupo financiero Vector, que tiene presencia en 17 países. Frente a él hay una foto de gran tamaño, en blanco y negro, que acaban de regalarle para mostrar el gran parecido que tiene con sus antepasados. Se trata de Francisco I. Madero y de su bisabuelo, Gustavo A. Madero. “Me la mandó un amigo, quien me dijo: ‘Te acabo de ver, estás igualito a tu bisabuelo’”, comenta antes de una sonora carcajada.

La vena revolucionaria y social está claramente definida en la vida de Romo Garza, nacido en el Distrito Federal en 1950. Por eso no le extraña ser parte del proyecto de nación de López Obrador. Mi familia siempre ha sido muy sensible a las causas sociales. Mi mamá fue una mujer muy íntegra y siempre preocupada por los demás. Desde chiquitos nos llevaba a misiones y todos los jueves íbamos a hacer asistencia.

Luego se fue a vivir a Monterrey con su abuela, Carolina Madero, hija de Gustavo A. Madero, quien le enseñó el concepto de lealtad y servir a los demás. Se graduó en el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey como ingeniero agrónomo. Pero la doctrina social fuerte le viene de los jesuitas. Estudió en el colegio Patria, donde hizo la primera alianza política para lograr desterrar del poder a la sociedad de alumnos oficial del plantel. Estudiaba la preparatoria y fundó la planilla Revolución. Dos días antes de las elecciones se fusionaron con el grupo Verdad, para que su amigo Carlos Rico ganara.

Si lo pones todo eso junto, cuando te enseñan a respetar la dignidad de la persona, te haces sensible. Siempre he estado preocupado por un país que tenga un desarrollo social sin tantas diferencias. Si estudié agronomía no fue porque me gustara la tecnología, sino porque era la única forma de llevar progreso al campo. A todo lo hecho en mi vida le he tratado de dar sentido social.

Tal vez por eso Andrés Manuel y Alfonso Romo se entendieron desde que se conocieron, el año pasado, gracias a Dante Delgado, presidente de Convergencia, quien los presentó. Estuve platicando con él cinco horas y me encantó. Me gustó mucho cómo vive, su austeridad, su congruencia. Me impresionaron mucho su familia, su esposa. De ahí nació esta relación.

Le dijo que había tres cosas que no le gustaban: su proyecto de nación, su equipo y el plantón sobre Reforma. Me dio muy buenas respuestas. De ahí salí y me dije: voy a hacer un análisis como si fuera a comprar un negocio. Voy a analizar cómo gobernó, con quién, el estado de derecho. El resultado fue contundente: gobernó muy bien, bajó el gasto y el ahorro lo destinó a tejido social. Hoy se vive mejor en el Distrito Federal que en Monterrey. Hizo mucha obra. En fin, así lo conocí y así me fui convenciendo, con hechos.

De los negocios a la política

La Macroplaza está repleta. Hay miles de personas. Los gritos de presidente, presidente, retumban en el palacio de gobierno de Nuevo León. Alfonso Romo está al lado del candidato a la Presidencia por la coalición Movimiento Progresista. Es la primera vez que toma el micrófono en un mitin. Lo hace con vehemencia y pasión: Estoy aquí para testificar. Vengo por convicción personal, porque hoy necesitamos un hombre honesto en la Presidencia. Estoy aquí por su liderazgo, por su carácter. Andrés Manuel no se va a rajar. Él puede ser el puente para que los mexicanos tengan igualdad y seguridad.

Desde su oficina, Romo Garza recuerda con emoción aquel intenso momento, que aprovechó para hablar sobre el campo: Siempre he llamando la atención sobre la riqueza que se podía crear para miles de personas abandonadas en el campo. El campo, en México, es un desastre, una irresponsabilidad. Tenemos un país rico y un campo abandonado. Hoy, estar en el campo es muy buen negocio. Necesitamos alimentar al mundo.

Y sabe de lo que habla. En 1994 fundó Seminis, multinacional de agrobiotecnología que llegó a controlar 30 por ciento del mercado mundial de semillas de vegetales. También creó asociaciones con productores de tabaco en su emblemática Cigarrera La Moderna. En 1991 me pregunté: ¿cómo le podemos dar sentido social a una industria que no tiene aceptación, ni social, ni moral, ni de nada, una industria que es criticable? Fue cuando me uní a pequeños productores para hacer unidades económicamente productivas.

Empezaron con una fórmula de módulos de 60 hectáreas y llegaron a sembrar 18 mil. Quien trabajaba tenía sueldo, y quienes no, venían por sus dividendos después de cada cosecha. Ellos tenían ganancias de .7 salarios mínimos por hectárea al año. Después de año y medio en el módulo llegaron a ganar siete sueldos por hectárea al año y teníamos dos cosechas anuales. El efecto fue demostrar a los campesinos que si aportaban su tierra y nosotros capital para traer la tecnología adecuada podían multiplicar sus ganancias significativamente.

Aclara su presencia en Chiapas: De esas 18 mil hectáreas, 3 mil 500 estaban en Las Margaritas, en 1994. Aparece el movimiento zapatista. ¿Qué pasó? Nunca tocaron ni un metro cuadrado. Nunca invadieron. Cuando hay respeto, todos progresamos.

–Fue muy criticado por introducir transgénicos.

–Lo que es la vida. Me salí del tabaco porque era un producto que socialmente enfrentaba muchos ataques (vendió Cigarrera La Moderna a British American Tobacco por mil 700 millones de dólares). Me fui al mercado de las semillas y coincidió con los ataques contra los transgénicos, totalmente infundados. Pero al final, el miedo es una campaña que da resultados.

Finalmente vendió Seminis por 350 millones de dólares al fondo estadunidense Fox Paine con la multinacional Monsanto: No fueron los ataques a los transgénicos lo que me hizo vender. Fue porque nos indigestamos de haber comprado tantas cosas al mismo tiempo. No tenía productos con transgénicos, porque para los vegetales la tecnología era muy costosa, pero nos arrastró esa imagen en publicidad. Pero en ventas, nunca. El problema fue que al consolidar 17 compañías en todo el mundo, mil investigadores, compramos 600 años de investigación y manejábamos miles de variedades. El poder depurar todo eso para hacerlo limpio y rentable nos costó más tiempo. Al final, lo hicimos muy productivo y se lo vendimos a Monsanto.

Ahora tiene otros negocios en el campo, con más tecnología y más visión de futuro, transformando los suelos. Tiene 2 millones de hectáreas en la península de Yucatán, que ha logrado transformar. Esa zona está sobre agua, tierras calizas y rocosas que, con microorganismos, en seis meses convertimos en suelo fértil. Es el proyecto con más impacto social que he tenido en mi vida profesional. México tiene una superficie de riego de apenas 5 millones de hectáreas. Este proyecto puede llegar a ser el granero de México.

También ha invertido en educación, porque está convencido de que es una de las vías para sacar a México del subdesarrollo. Es dueño de centros educativos para gente de niveles socioeconómicos más bajos, como la Universidad Metropolitana, en Monterrey, y la Universidad de la Concordia, en Aguascalientes, y está empezando otra en León, Guanajuato. Estoy en muchos sectores, pero aquí está mi corazón.

Fundó el Grupo Pulsar en 1991 y consiguió ventas por más de 2 mil millones de dólares, pero los negocios también le han generado conflictos familiares.

Se peleó con su ex socio y suegro, el empresario regiomontano Alejandro Garza Lagüera, con quien vivió un largo e histórico litigio por supuestos malos manejos accionarios.

–¿Ya se reconcilió?

–No.

–¿Tienen relación?

–Esas son cosas personales. Le prometí a mi esposa, después de 2007, no volver a tocar el tema, por respeto a ella.

–¿La vida ha sido justa con usted por aquella acusación?

–La vida, a todos, nos pone en nuestro lugar, para bien o para mal. Y si no ahora, en 20 años, pero siempre llega la verdad. Mi verdad siempre ha estado ahí. Estoy tranquilo en mi casa, con los que me rodean en el trabajo, con 99 por ciento de la gente.

Por la victoria

Alfonso Romo no pierde la sonrisa ni cuando se le hacen preguntas incómodas. Viste camisa beige y pantalón color crudo. Sencillo, afable, optimista empedernido, tiene el cabello cano y bigote abundante. Es delgado y de estatura media. Su cuerpo, claramente, es el de un jinete, entregado a su otra gran pasión, además de la política: los caballos de carreras.

Es propietario del Club Hípico La Silla y promotor del salto ecuestre de alta competición. Actualmente se encuentra en el número uno del ranking mundial. “Me encantan los caballos, competir. Es mi pasión. Era un hobbie y lo convertí en algo que se sostuviera. Ahora crío caballos de alta calidad, muy reconocidos, y los exporto como si fueran tomates mejorados. Pero me divierto muchísimo más que con los tomates (risas).

Ha podido compartir con López Obrador sus proyectos. Incluso han estado juntos en la península de Yucatán, donde le mostró sus tierras. Siempre ha intentado participar con gobiernos preocupados por el desarrollo integral del país.

–Usted colaboró con gobiernos priístas, panistas y ahora de izquierda. ¿No teme que cuestionen su ideología?

–He participado en gobiernos priístas y panistas por una razón: quiero a México. Y porque siempre le he ayudado a todo mundo. En México hay que crear riqueza. Cuando se crea, a todo mundo salpica, se distribuye sola. No creo en los partidos, sí en las personas. Hoy, ningún partido tiene ideología extremista. Todos son iguales. Andrés Manuel no es un estatista. Es un hombre sensible a los problemas, a los 58 millones de mexicanos que viven en pobreza extrema. Es el único que se ha detenido en toda su historia por los más necesitados. Es un hombre muy sensible, culto.

–¿Cómo reducir la pobreza?

–Creando riqueza, las condiciones de confianza para que todos nos sintamos cómodos e invirtamos donde queramos. La misión de los empresarios es crear más empresarios; los empleos vienen solos.

–¿Qué siente cuando le dicen que hay 58 millones de pobres?

–Es inmoral tener esos pobres, no lo podemos aceptar. Hago más proyectos en el campo, en educación, para poner el ejemplo con mi granito de arena. Y los hago socios para que tengan doble beneficio.

–Cuando conoció a López Obrador, ¿le dijo algo sobre su presencia en la llamada guerra sucia?

–Yo saqué el tema. Le dije que en 2005 hice un movimiento –Acción Ciudadana– y quisimos armar una bisagra con dos partidos: el Panal y Convergencia, para tener un candidato y asegurarnos de que López Obrador no llegara a la Presidencia. Sí, es cierto.

–¿Participó en la guerra sucia?

–Nunca acepté. Publiqué un desplegado en 2005 diciendo que no era el momento, cuando el desafuero. No lo conocía, pero en las democracias se gana o se pierde, no se descalifica nunca. Nunca estuve de acuerdo.

–¿Quién lo invitó a formar parte de la guerra sucia?

–Todos los panistas, todos los empresarios. Había miedo. Y yo dije que no. Una cosa es contender y otra hacer guerra sucia. Así, no. Me abstuve de eso, aunque siempre me consideraron parte, pero no. Es cierto, no quería que Andrés Manuel llegara al poder, porque tenía una percepción equivocada.

–¿Cree que llegará al poder esta vez?

–La contienda está muy compleja, muy competida. Tengo la seguridad de que vamos avanzando muy bien, creando conciencia, provocando el diálogo, el análisis, que lo conozcan.

–¿Hay un grupo de multimillonarios que están apoyando a Enrique Peña Nieto?

–Está muy dividido. Hay gran confusión. Todo lo que rodea a Peña Nieto no me gusta, ni su pasado ni sus padrinos.

–¿Sería una tragedia que el PRI volviera a Los Pinos?

–No me gustaría. Por eso estoy tan activo.

–Pero ahora vemos a los empresarios panistas reunirse con el candidato del PRI.

–Ellos siempre se han reunido con todos. Los empresarios grandes se sientan con todos. A ellos les pagan por hacer florecer los negocios. Tienen que sentarse con todos, porque ellos, llegue quien llegue, van a seguir aquí. También lo hacen los medianos y chicos. En esta cultura mexicana todos se van acomodando.

–¿Y a Josefina Vázquez Mota la van dejando sola?

–La veo muy... es una muchacha que por algo llegó ahí, pero para ser presidente, con los problemas que tenemos, se necesita una persona con experiencia, y ella no la tiene. Te digo más: ninguna empresa la contrataría para ser manejada por ella”.

–¿Usted también es amoroso?

–Si amoroso es respetar al prójimo, sí. Siempre lo he respetado. Si amoroso es tratar de provocar un desarrollo integral de todas las familias de México, sí.

–¿Cree que López Obrador será el primer presidente progresista?

–Sí, esperemos. Es un hombre muy sincero, habla con el corazón, actúa congruentemente. No es dogmático, no tiene ideología, es práctico. Otra cosa: ya tiene 60 años. Está maduro. A los 60 cambiamos mucho, nos volvemos amorosos.