Opinión
Ver día anteriorMartes 8 de mayo de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Itacate

Jaibas y enchiladas

A

ndariego y comelón, Sergio Arturo Cabrera desgrana en su recetario familiar, recuerdos de los sabores y olores que le dejaron huella. Con la misma facilidad que muestra para recrear imágenes en sus décimas de buen huasteco poblano, en prosa nos regala con platillos tan bien descritos, que se hace agua la boca. Por eso comentan algunos lectores que es tortura leer el Itacate al mediodía.

De Tampico, tierra de jaibos, recuerda un restaurante en el que comía como entremés ostiones rebosados, aros de cebolla frita y ensalada de pulpa de jaiba con nopalitos acompañada con totopos. Venía luego una aromática sopa también de jaibas; como plato fuerte solía pedir un pámpano o un huachinango relleno de mariscos, sazonado con mantequilla y perejil finamente picado.

En el mercado de este puerto tamaulipeco lo tradicional eran las jaibas rellenas (estos itacateros tiene el privilegio de comerlas algunas veces cuando visita el defe Ana Cristina Herrera), y también unos bocoles distintos de los de Tuxpan y otros lugares, porque siendo también de masa de maíz, son horneados. Los servían recién hechos con varios rellenos. Como postre un raspado de papaya, mango o piña de la tradicional nevería llamada El Globo.

Ya camino a Poza Rica, en Ébano, recuerda las acamayas cocidas compradas por kilo. Cerca de ahí, nos sorprende su descripción del restaurante La Pagoda China, donde se servía chow-mein de mariscos con sus rebanadas de abulón y de bambú tierno; también sopa de aleta de tiburón y costillitas agridulces.

De la carretera de Tampico a Ciudad Valles eran unas enchiladas de excelsa manufactura. Dejémosle la palabra:

“Estas enchiladas eran hechas sobre un gran comal de barro todo blanqueado por agua calichosa y que calentaban con leña. Las tortillas que te servían eran solo tres. Hechas a mano con masa de maíz blanco revuelta con manteca de res y sal… algo alargadas, no redondas…” Las bañaban en salsa de chiles verdes sazonada solamente con ajos. La salsa era aligerada con caldo de gallina, lo que les daba a las mentadas enchiladas un sabor exquisito y un picor delicado. Luego había frijoles caldositos con epazote; les agregaba un chorrito de manteca.

El vuelve a la vida de la Jaiba de Oro llevaba pulpo, ostiones, caracol, mano de cangrejo, pulpa de jaiba y camarones del menudito tipo pulpa, de roca y dos que tres enormes recién pelados y poca salsa de cátsup; el toque de la casa era una gran cucharada de una salsa con chilitos en vinagre, cilantro, cebolla, aguacate, orégano, pimientas y otras especias. Lo coronaban con una enorme rebanada de aguacate fresco y durito salpicada de aceite de oliva.