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Penultimátum

Obispo incómodo

S

egún dice, durante la visita de Benedicto XVI a Guanajuato le pidió que lo jubilara, pues está enfermo del corazón y arrastra la diabetes. Fue el día de su cumpleaños 75, que esta vez no fue rumboso. Atendieron muy pronto su petición, pues incomodaba desde hace rato. Nos referimos a Onésimo Cepeda, obispo de Ecatepec desde 1995 y quien, además de pastor de almas, ha sido novillero, golfista, abogado, casabolsista, portavoz del Episcopado Mexicano, fundador de Inbursa al lado de Carlos Slim, Roberto Hernández y Alfredo Harp, apoderado de toreros, próspero empresario, bohemio, cantante en los saraos de postín, buen bebedor, aficionado al frontón, asesor espiritual del PRI y consejero de algunos de sus militantes más controvertidos, como Arturo Montiel y Enrique Peña Nieto. Acérrimo defensor de Marcial Maciel y Norberto Rivera Carrera y amigo de los más prominentes panistas y perredistas. Y hasta de Carlos Ahumada.

Ha sido el obispo más acaudalado que ha tenido América gracias a su padre, del mismo nombre, abogado y banquero que tuvo altas responsabilidades en el sector financiero oficial y privado entre 1950-1970, cuando, según contó el prelado a la revista Gatopardo, no hubo un solo fraude, para que vean que nosotros no hacemos fraudes pendejos. Tiene razón, sólo fortunas mal habidas.

Su vocación era ser matador de toros, pero cuando comenzaban sus éxitos como novillero todo se derrumbó por la oposición de su padre, que lo encaminó por la senda del dinero. Hasta que sintió el llamado del Altísimo, dejó todo y tomó los hábitos en 1970 bajo la sombra de don Sergio Méndez Arceo, uno de los fundadores de la teología de la liberación. Militó varios años en ella, pero se dio cuenta de que estaba en el error y entonces la combatió fieramente.

Nunca ocultó el gusto por la buena vida y la tauromaquia, pues “los toros de lidia mueren con nobleza y no cruelmente como en los rastros…Y en cuanto al mandamiento de no matarás, se aplica sólo a nuestros semejantes… A Moisés en el desierto le piden que Dios hiciera llover codornices y no creo que se las hayan comido vivas… Todos, menos los vegetarianos, comemos animales muertos. Hay muchos que se dan golpes de pecho, pero bien que se los comen”, solía decir.

Se va Onésimo Cepeda satisfecho. No es para menos. Salió absuelto en los pleitos legales en que se vio envuelto. Uno de ellos mostró la imagen de parcialidad de la justicia y refrendó la influencia de la Iglesia y el dinero en los tribunales: simular haberle prestado 130 millones de dólares a la piadosa señora Olga Azcárraga, a fin de hacerse de una parte de la colección de pinturas que ella reunió en vida: Tamayo, Rivera, Orozco, Chagall, Picasso, Frida, Modigliani.

A mí me la persignan, proclamó entonces para expresar que nada le pasaría. Y así fue.