El estado contra un pueblo
de pescadores milenarios

Gloria Muñoz Ramírez

Los cucapá no se rindieron y salieron a pescar la primera semana de mayo. A pesar de que el gobierno de Baja California les ofreció dinero para que no entraran a la marea de estos días, ellos decidieron en asamblea que saldrían al mar pues su “trabajo no está en venta”. Y menos su cultura.

Perteneciente a la familia yumana, esta población indígena originaria de la península de Baja California se asienta en pequeñas localidades de los municipios de Mexicali y Ensenada. Los cucapá, como señala la antropóloga Julieta Valle, investigadora de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, “se encuentran en vías de extinción lingüística, habitan mayoritariamente en la comunidad de El Mayor y se encuentran dispersos en otros ejidos próximos a Mexicali y la frontera con el estado de Sonora”. La actividad económica de los cucapá, a diferencia del resto de los yumanos, se basó en la pesca desde su asentamiento en las inmediaciones del río Colorado, lo que quiere decir que al quitarles esta forma de sustento les arrebatan también toda su cultura milenaria.

Investigaciones del Instituto Nacional de Antropología e Historia (inah) han documentado el carácter histórico de la pesca de este pueblo. Se ha comprobado la presencia de curvina en sus campamentos prehistóricos, por lo que, señalan desde Baja California, “la pesca fue, es y será parte de nuestra cultura e identidad”.

En 1993 se emitió el decreto de la Reserva de la Biósfera del Alto Golfo de California y Delta del Río Colorado, ordenamiento no consultado con el pueblo cucapá, al que hicieron a un lado para la creación de la Reserva. En 2006 la Comisión Nacional de Acuacultura y Pesca (Conapesca) emitió el decreto de veda de la curvina golfina; y en 2011 uno más de tope de captura. Estas disposiciones, señalan los pescadores en un comunicado “no pueden estar por encima de la Carta Magna y del Convenio 169 de la oit, que nos dan la razón. Por lo tanto, seguiremos pescando pacíficamente como lo hemos hecho desde hace miles de años, no por capricho, no por contrariar a la autoridad, no por rebeldía, sino por dignidad, porque la pesca es parte de nosotras y nosotros, porque ese es nuestro origen y razón de ser. Por eso, cuidamos los recursos naturales mejor que nadie. ¿Será mucho pedir a las autoridades que entiendan esto?”

Organizados contra las disposiciones de la Conapesca, los cucapá lograron un amparo que las autoridades ignoraron, por lo que, luego de que en abril les confiscaron 140 toneladas de corvina (que después fueron liberadas, aunque la mayor parte del producto no ha podido comercializarse), decidieron nuevamente salir a la marea, encontrando la represión como respuesta, pues elementos del Ejército mexicano detuvieron el jueves 3 de mayo a un grupo de pescadores que transportaba curvina, quienes fueron liberados gracias a la presión de sus compañeros y a la intervención de la Comisión Nacional de Derechos Humanos. Semanas atrás hubo un episodio similar, que atrajo la atención y la solidaridad con los cucapá.

Ellos dependieron siempre de los recursos naturales del Río Colorado y del Río Hardy, pero debido “a una mala negociación entre el gobierno mexicano y el de Estados Unidos, la merma y posterior desaparición del flujo del agua de estos ríos nos obligó a descender hacia el sur y llegar al Delta del Colorado para ejercer nuestra actividad, a donde hemos tenido que acudir desde 1980 para poder seguir pescando”.

En reiteradas ocasiones, señala la Cooperativa Pueblo Indígena Cucapá, se ha solicitado a las autoridades una ampliación en la cantidad de permisos de pesca y hasta el momento no han tenido respuesta. Tampoco se les ha otorgado permisos para pescar otras especies.

En atención a su llamado a la solidaridad, un grupo de profesionistas sensibles a la realidad indígena cuestionaron en abril, a través de una carta pública, las disposiciones de la Sagarpa: “¿Cómo se explica que la Sagarpa sea tan puntillosa para contar los kilos de pescado que extraen los cucapá del Mar de Cortés, cuando al mismo tiempo maneja con  frivolidad los permisos de extracción minera, expansión turística y explotación de áreas protegidas? ¿Por qué insiste en una cuota de pesca insuficiente para los cucapá, a pesar de que ésta representa sólo una fracción del volumen total aprobado para el conjunto de las entidades pesqueras (empresas privadas, principalmente)? ¿Cómo se justifica la indiferencia frente a los factores culturales, identitarios y sociales que están en juego cuando se lesiona la actividad económica de un grupo étnico? ¿Por qué se pondera tan machaconamente  la supuesta protección del medio ambiente, haciendo caso omiso de los derechos más elementales de todo un conjunto social? ¿Cuál es la verdadera razón que está detrás de la sordera institucional frente a las reiteradas expresiones de inconformidad cucapá relativas al manejo oficioso de su territorio?”

La defensa de su sustento y cultura han fortalecido la organización de este pequeño y combativo pueblo indígena, mientras crece el apoyo nacional por sus derechos.