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Aniversario del 15-m
Se revitaliza el movimiento de indignados en España

Cientos de miles se manifiestan en 80 ciudades

La madrileña Puerta del Sol se convierte de nuevo en epicentro de las jornadas contra el capitalismo

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Otros participantes en la protesta en MadridFoto Reuters
Corresponsal
Periódico La Jornada
Domingo 13 de mayo de 2012, p. 2

Madrid, 12 de mayo. Cientos de miles de personas salieron a las calles para expresar su indignación y decirse parte de ese movimiento de protesta que derivó en global, que nació hace un año y se bautizó Movimiento del 15-M, de los indignados o, en inglés, la spanish revolution. En 80 ciudades españolas y en 50 países se volvieron a escuchar las consignas clásicas de este joven movimiento civil que busca perfeccionar la democracia, hacer frente a la dictadura de los mercados y reivindicar derechos asumidos en la mayoría de las constituciones de los países democráticos: una vivienda digna, un trabajo y la libertad para expresar ideas y protestar en las calles.

Es el primer aniversario del 15-M, un movimiento que surgió de manera espontánea como fruto del descontento social y juvenil que prevalece en España, país que ha sufrido los estragos de la crisis y los efectos del modelo de crecimiento basado en la burbuja inmobiliaria.

El alto desempleo entre los jóvenes –más de 45 por ciento de ellos no tienen trabajo– y en general, con 24.4 por ciento de la población activa sin ocupación, lo que supone alrededor de 5 millones 600 mil personas; así como los recortes en servicios públicos básicos como sanidad y educación, mientras se destinan decenas de miles de millones de euros para el rescate de bancos y entidades financieras, han sido los detonantes de una protesta que nació local, en España, y que en poco tiempo se convirtió en global.

De la Puerta del Sol de Madrid la movilización se expandió al resto del país, Europa y otros continentes, llegando incluso a Sidney, Australia, Singapur y, por supuesto, México y Brasil.

Un año después de tomar la Puerta del Sol y convertirla durante semanas en el centro de reunión de las asambleas, el debate y el origen de las acciones de protesta concretas, el 15-M convocó a sus seguidores y a todas las asambleas de barrio que ha creado desde entonces. Es la fuerza de la organización social de abajo hacia arriba. Y el resultado, vistas las protestas de hoy, es el de centenares de miles de personas que decidieron salir a las calles al margen de los partidos políticos, los sindicatos o cualquier otra organización clásica.

Es un movimiento social que busca una nueva manera de entender la forma de ejercer la crítica y la protesta ciudadana, en la que se pretende respetar al máximo las decisiones surgidas de asambleas democráticas, si es posible, por unanimidad.

En el primer aniversario se convocó para hacer frente a lo que está ocurriendo en España, en Europa y en buena parte del mundo, y luchar así contra cinco pilares del deterioro de la sociedad y sus derechos: el uso de dinero público para rescatar entidades financieras, con el argumento de que sólo en España en la última semana se aprobó un fondo de 15 mil millones de euros para recuperar la credibilidad y la liquidez de los bancos. También se pugna por una educación y sanidad de calidad, sin más recortes y con el argumento de que son dos de los pilares del Estado de bienestar logrado tras generaciones de lucha. Los indignados protestan contra la nueva reforma laboral, que condena a los trabajadores a la precariedad en el empleo, abarata el despido y neutraliza a los sindicatos como contrapoder de los empresarios. Se defiende el derecho a una vivienda digna, que en estos momentos está amenazada por los desahucios que están llevado a cabo los bancos por el impago de los créditos hipotecarios. También se defiende una renta básica universal, que garantice a la ciudadanía un mínimo nivel de vida digno.

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En la Puerta del Sol, en Madrid, y decenas de plazas más arrancaron ayer los actos conmemorativos del movimiento de indignados que comenzó en España el 15 de mayo del año pasadoFoto Reuters

En España, como se demostró en las primeras manifestaciones de una serie de actos que continuarán hasta el próximo martes, el movimiento del 15-M está vivo y tiene un seguimiento masivo. La Puerta del Sol de Madrid se volvió a convertir en el epicentro de las jornadas mundiales contra las injusticias derivadas del capitalismo global.

De nuevo decenas de miles de personas gritaron durante horas: ¡esta crisis no la pagamos!; ¡no nos representan!; ¡ladrones! (siempre que pasaban al lado de un banco o entidad financiera) y otro clásico de este movimiento: ¡que no, que no tenemos miedo!

En Barcelona también hubo un seguimiento masivo, así como en Sevilla, Málaga, Córdoba, Granada, Bilbao, San Sebastián, Girona, Valencia y Santander, entre otras localidades.

Todas las manifestaciones y protestas en las plazas públicas estuvieran rodeadas de un fortísimo despliegue policial, tras las reiteradas advertencias del gobierno español, del conservador Mariano Rajoy, de: no toleraremos más acampadas en las plazas.

En principio, policía y convocantes de las movilizaciones pactaron unos horarios y unas condiciones para llevar a cabo sus protestas, lo que supone, en todo caso, que haya ciudadanos que por su cuenta decidan iniciar una acampada.

Eso podría derivar en una nueva andanada represiva por parte de la policía, que ya actuó contra el movimiento de los indignados el pasado abril, tras una serie de movilizaciones de estudiantes de secundaria, preparatoria y universidad.

En esta protesta global, los indignados españoles hicieron un llamamiento para dejar claro a políticos y banqueros que no nos representan; que somos personas que estamos coordinadas, pensando juntas y exigiendo nuestras reivindicaciones para que el bienestar del 99 por ciento de la población sea tenido en cuenta.

Además advierten que la legitimidad de nuestros gobernantes reside en que deben atender los intereses de la inmensa mayoría de la sociedad, y no el de unos pocos privilegiados. Nosotros estamos en todos lados; estamos donde no nos esperan. Y desde ahí reclamaremos con total firmeza y de un modo no violento la justicia social, la distribución de la riqueza y una ética pública, mientras condenamos la pobreza, la desigualdad, la devastación medioambiental y la corrupción, como herramientas de sometimiento de los poderosos sobre las sociedades.

Por último, la advertencia inequívoca de la seña de identidad del movimiento: no pararemos hasta conseguir nuestros objetivos, los del 99 por ciento de la población. Saldremos a la calle una y otra vez hasta que podamos decidir entre todos el mundo en el que queremos vivir. ¡Queremos un cambio global!

La respuesta del gobierno español a las protesta vino de la ministra de Sanidad y una de las principales defensores de la política de recortes, Ana Mato, que tildó a los manifestantes de despilfarradores y de querer hacer política detrás de una pancarta.