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Lo que sucedía dentro del recinto estuvo vedado al pueblo de México

Muchos resistieron el inclemente sol para ser partícipes del homenaje al narrador

No se colocaron pantallas ni hubo sistema de sonido y algunos protestaron por el acoso del personal de seguridad

Carlos Fuentes es de todos, no del gobierno, protestaban a las puertas del edificio

El escritor siempre privilegió la razón a la acción física, expresó una joven

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Centenares de personas esperaron entrar al máximo recinto cultural del país para ver el féretro de Carlos FuentesFoto Francisco Olvera
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Miles de personas se apostaron en la explanada del Palacio de Bellas Artes para despedir a Carlos Fuentes, quien en una de sus obras escribe: El espíritu no muere. Se trasladaFoto Francisco Olvera
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El también ensayista saluda a estos niños al salir de la Biblioteca José Vasconcelos, a la que donó una colección de libros, el 28 de noviembre de 2006Foto José Antonio López
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En la casa del escritor en San Ángel, durante la filmación de Las dos Elenas, dirigida por José Luis Ibáñez, con la fotografía de Gabriel Figueroa, en 1965. En las imágenes aparecen también la actriz Julissa y el pintor José Luis CuevasFoto Rodrigo Moya
 
Periódico La Jornada
Jueves 17 de mayo de 2012, p. 3

Realizar en un acto selectivo, de tinte político, aunado a la mala organización, según algunos, provocó momentos de desesperación ayer entre el público y un sector de los medios de comunicación que deseaban ingresar al vestíbulo del Palacio de Bellas Artes para asistir al homenaje nacional de cuerpo presente al escritor Carlos Fuentes, fallecido el martes 15.

Convocado para el mediodía, hubo quien llegó con una hora o dos de anticipación con la esperanza de ser de los primeros en entrar al máximo recinto cultural del país, sólo para toparse con una valla que rodeaba el recinto y prohibía la libre entrada, indicador de que acudiría al acto el presidente Felipe Calderón.

No hubo más remedio que permanecer un par de horas bajo los rayos del sol. No faltó un astuto vendedor ambulante que ofreciera paraguas.

El féretro con los restos de Fuentes llegó a las puertas de Bellas Artes a las 12:01. Los detalles de lo que sucedía adentro fueron vedados para el llamado pueblo de México, calculado en un principio en alrededor de 700 personas, porque no se colocaron pantallas ni hubo un sistema de sonido.

La situación se agudizó no obstante que la comitiva presidencial, integrada por varias camionetas, abandonó el estacionamiento particular del inmueble por el costado que da a la Alameda Central antes de las 13 horas. Aun así el personal de seguridad seguía sin dejar entrar a nadie. El gentío, ahora prensa y público revuelto, presionaba sobre la pequeña entrada del lado izquierdo. Se oyó el grito de puerta, puerta, que luego degeneró en culeros.

Déjennos entrar, abran la puerta, Carlos Fuentes es de todos fueron frases que también se pronunciaron. Como la mayoría no se había percatado de la partida de la comitiva presidencial, pensaba que el mandatario seguía adentro y por eso se les negaba la entrada. Entonces se escuchó fuera Calderón.

Formado en la fila, a Rodrigo Garduño, de 21 años, quien estudia para consultor en imagen pública, le pareció un poco indignante ver que la gente está gritando groserías, porque cuando es un homenaje, un velorio, se guarda respeto.

Jéssica Gómez, de 29 años, recordó que “Carlos Fuentes fue una de las personas que siempre privilegió la razón a la acción física. Fue de los que firmó la propuesta para que devolvieran la universidad hace 12 años, cuando la tomaron, y siempre nos instó a los universitarios a actuar de manera racional, no visceral. Esto de estar gritando y faltando al respeto es una manera de pisotear lo que muchas veces enseñó”.

Felipe Peregrina, pensionado de 65 años, triste por el fallecimiento del novelista, igualmente hizo hincapié en la mala organización: No se vale, tenemos dos horas parados en el sol. Roberto Aschentrupp, de la revista Ritos y retos del Centro Histórico, refrendó estar allí por uno de los grandes maestros de las letras españolas. Miriam Mejía, ávida lectora de Fuentes, recordó: cuando murió Carlos Monsiváis había una fila que constantemente fluía.

Ya para las 14 horas se agilizó la entrada, pues la afluencia crecía en vez de reducirse; muchos de los que lo formaban llevaban la edición de ayer de La Jornada y la enarbolaban.

Un grupo de amigos de la política cultural independiente mostraba un retrato de Fuentes pintado esa misma mañana por Hugo Zúñiga. El poeta José Puente León recitó: Llega el cadáver de un hombre y aquí no ha pasado nada. Aquí en mi México querido de Carlos Fuentes, no ha pasado nada. Pero a veces me pregunto cuánto vamos a seguir siendo cómplices de que aquí no ha pasado nada.

Milton Gutiérrez, profesor de secundaria, llevaba un pancarta con el letrero: Carlos Fuentes, nos vemos allá en otros pasajes, en otros capítulos o en algún final. Te leemos siempre. Otras pancartas, nacidas de la admiración popular, rezaban: Carlos, mientras exista vida en la región más transparente, abrevaremos en tu fuente y Carlos, entrega tu regalo literario, salvo algunos pendientes, los sectores de tu fuente inspiración seguimos al pie de tu letra.

Un poco antes de las 18:30 horas, cuando el último doliente había ingresado al Palacio de Bellas Artes, se preparó el féretro para su salida del recinto.