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Fue ovacionado en la reciente Feria del Libro de la capital argentina

El fallecimiento del escritor cimbra Buenos Aires, a 15 días de su visita

Tendremos a nuestro alcance sus libros, que supieron deslumbrarnos, dice Luisa Valenzuela

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Muchas personas llevaban, además de libros, el ejemplar de ayer de La Jornada y lo enarbolaban frente al Palacio de Bellas ArtesFoto Ap
Corresponsal
Periódico La Jornada
Jueves 17 de mayo de 2012, p. 9

Buenos Aires, 16 de mayo. La noticia de la muerte del escritor mexicano Carlos Fuentes impactó en Buenos Aires, donde hacía sólo 15 días había estado en la Feria del Libro y su conferencia magistral convocó a centenares de personas que lo vivaron de pie en una sala desbordante.

Buenos Aires siempre lo acogió con enorme afecto y era uno de los escritores mexicanos más leídos en el país.

En una de las entrevistas que le hicimos para La Jornada en otro momento en esta ciudad, Fuentes hablaba del deslumbramiento que le produjo Buenos Aires cuando era adolescente, un enamoramiento, un romance que nunca dejó de ser, nos dijo mientras caminábamos por la tradicional calle Florida.

Conocía detalles de esta ciudad en general desconocidos por muchos de sus habitantes. Y también era un apasionado de un periodo de la historia argentina, cuando la lucha del interior contra Buenos Aires con esa visión de los gauchos envueltos en sus ponchos combatiendos en montes y montañas lo subyugaba.

En los últimos tiempos lo había apasionado la historia cinematográfica del mural Ejercicio plástico, del pintor mexicano David Alfaro Siqueiros, que debió ser desmantelado de la pared de una bodega circular, ya que fue pintado en una casa de campo en 1933 donde después vivieron diversas familias, una de las cuales intentó borrar –sin lograrlo– la extraordinaria obra.

Durante años los pedazos cortados cuidadosamente por expertos mexicanos estuvieron en contenedores a la intemperie por una serie de luchas judiciales, y luego en un viejo galpón. Finalmente la obra fue restaurada por un acuerdo de los gobiernos de México y Argentina y expuesta en el nuevo museo de la Aduana Taylor, que está junto a la casa de gobierno, inaugurada por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner el 3 de diciembre pasado.

Para Fuentes ese mural de por sí reunía distintos momentos en Argentina, recuerdos de un pasado bohemio, y lo rodeaba un halo de fantasía y sueños, como una novela sin final.

La escritora Luisa Valenzuela, su gran amiga, no salía de su asombro o estupor, porque precisamente lo había visto en su despedida de Buenos Aires, hace sólo días.

El dolor nos embarga, el teléfono no deja de sonar, la noticia parece haber conmovido tanto a este sur del mundo como a su bello país del norte. Porque lo queríamos casi como propio a Carlos Fuentes, uno de los escritores más prolíferos y generosos y valientes de todos los tiempos. La Edad del Tiempo, se titula el conjunto de su vasta obra, y Fuentes parecía tenerla a esa edad paradójicamente atemporal, con su eterno entusiasmo intelectual y su profunda inteligencia, dijo Valenzuela.

Pudimos despedirnos de él y él de Buenos Aires hace apenas quince días, pero por suerte nada tuvo de despedida, sino de fervor, esa enorme sala atestada de gente en la última Feria del Libro de Buenos Aires donde fue aplaudido de pie y por un largo rato. Fue una celebración y mañana trataremos de no dejarnos llevar por aquello que ya no está. Conservaremos siempre al alcance de nuestras manos sus libros que supieron deslumbrarnos, y esperaremos la nueva novela aunque haya quedado inconclusa, porque si en ella Nietzsche entabla un diálogo con el Dios a quien había declarado muerto; entonces el diálogo que mantendremos con Carlos Fuentes también habrá de renovarse con cada nueva lectura o relectura.

Para la escritora, autora teatral y guionista argentina Aída Bortnik, la muerte de Carlos Fuentes ”detuvo el tiempo” en este día.

Bortik es quien escribió los guiones de La tregua, la primera película argentina nominada a un Óscar en 1974; La historia oficial, que obtuvo el Óscar (1985) y fue guionista 1989 de Gringo Viejo la novela de Fuentes llevada al cine en Estados Unidos.

“Fuentes fue una de las personas más conmovedoras, por su caballerodidad, que conocí. Fue un descubrimiento para mí. Lo conocí despues de haber escrito mi versión del libro que tanto había encantado a Jane Fonda, que admiraba su obra. Fuentes fue tan encantador; conmigo estaba emocionado cuando hablamos.

“Me dijo que el guión tenía elementos que no estaban en su novela, pero lo enriquecían mucho. Le dije que había algo que me había interesado, que los mexicanos tenían una especial relación con la muerte. Ustedes –le dije– dan por sentado esa relación muy naturalmente, pero no es un lugar común en América esa forma de entenderse con la muerte. Creí que eso debía ser indisoluble con su manera de mirar la vida. Y eso le encantó y me abrazó emocionado.”

Considera Bortnik que pocas veces encontró un autor como Fuentes. Recuerda que un tiempo después, estando ella en Washington, el escritor le envió a un grupo de personas que estaban haciendo un documental sobre su vida y su obra. El me los mandó a mí y les dijo: ella es alguien que sabe más de mí y mi escritura que yo mismo, y eso no lo podré olvidar nunca. Fue un soplo de generosidad y Fuentes encarna un momento de la mejor literatura de América Latina y el mundo. Por eso este dolor y por otra parte esta conciencia de que su obra sigue entre nosotros para siempre.