Opinión
Ver día anteriorDomingo 20 de mayo de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Un hasta pronto al padre Solalinde
E

l padre Alejandro Solalinde de la casa migrante Hermanos en el Camino, en Ixtepec, Oaxaca, se ausenta de manera temporal por motivos de seguridad. Ha comunicado públicamente que no se retira, sino que se ausenta por un par de meses, para viajar a Estados Unidos y Europa, donde será, una vez más, el portavoz de los desahuciados del mundo neoliberal. De aquellos que ya no tienen nada que perder, de aquellos que no tienen ni siquiera unos pesos para un pasaje en camión de segunda y tienen que subirse al vuelo al tren al que llaman La Bestia y que ha devorado a no pocos migrantes centroamericanos y mexicanos.

En una conferencia en el Club de Periodistas de México, su última participación en una reunión pública en el país, el padre Solalinde denunció de manera directa, con nombre y apellido, a Ulises Ruiz, ex gobernador de Oaxaca, quien todavía mueve los hilos del caciquismo local del que forman parte la red de complicidades que han encontrado en la extorsión de migrantes un negocio para sacar pingües beneficios y saciar sus sentimientos racistas, nativistas y xenofóbicos.

Si bien los datos oficiales del Instituto Nacional de Migración indican una baja sensible en el flujo migratorio que proviene de Centroamérica, la percepción pública se mueve en sentido contrario, como si fueran cientos de miles de migrantes que llegan a nuestro país para dirigirse hacia Estados Unidos. Paradójicamente han bajado los flujos y se han incrementado los secuestros. La situación de vulnerabilidad de los migrantes es tal que la CNDH ha señalado que las extorsiones del año pasado llegaron a 20 mil.

Durante la conferencia, una de las asistentes que apoyaba a la Casa Migrante de Lechería pidió un consejo a Solalinde para desarrollar mejor su labor de apoyo a los migrantes. Y la respuesta fue directa; no podía darle ningún consejo: para el padre son los jóvenes los que han encontrado caminos nuevos y se han solidarizado con los migrantes. Como un verdadero pastor, que no pierde nunca su carisma, fue razonando una respuesta donde puso sobre la mesa su profundo cariño y respeto por los cientos de defensores de los derechos humanos que se han solidarizado de una u otra manera con los migrantes.

En efecto, es ahora Amnistía Internacional, la institución que los cobija y que lo saca a dar una vuelta por el mundo para anunciar su causa evangélica. A pesar de la notoriedad, popularidad y liderazgo de Solalinde, sigue siendo un cura de pueblo, cuya principal labor es evangelizar y demostrar con hechos que la caridad es la principal virtud cristiana.

Dice y repite que no tiene miedo, a pesar del cúmulo de amenazas de muerte que ha recibido. Y para curarse en salud y reforzar su posición, dijo al público asistente a la conferencia que no había que ser ojetes, que hay que rajarse y hay que dar la batalla día a día.

Las casas de migrantes, a lo largo y ancho de la República, atienden a miles de migrantes mexicanos y centroamericanos. Les dan cobijo literalmente, un lugar donde reposar, comer, bañarse, lavar la ropa y tomar fuerzas para seguir el camino. Pero los malandros conocen muy bien estas condiciones y se aprovechan de ellas. Algunos coyotes utilizan los albergues de migrantes como si fueran postas gratuitas donde descansar y reabastecer las vituallas del grupo. Otros se mimetizan con los migrantes y operan como halcones para las bandas del crimen organizado.

Muchas investigaciones sobre migración han señalado que los migrantes internacionales no pertenecen al estrato más bajo de la sociedad, ya que se necesitan recursos, capital económico, capital humano y capital social para emigrar. Pero muchos de los que vemos encaramados en el lomo de La Bestia pertenecen a ese estrato y viven en pobreza extrema. Son los desahuciados del sistema neoliberal que ya no tienen nada que perder y, posiblemente, algo que ganar. No los arredra la posibilidad de caerse del tren o quedar mutilados al dar el salto hacia la baranda del tren en marcha.

En una visita al albergue migrante FM4 Paso Libre, de Guadalajara (acrónimo que hace alusión a las formas migratorias), organizado y administrado por estudiantes universitarios, me informaron que cada vez más se atienden a migrantes de origen mexicano. La tradición de viajar en el techo del tren, que se conocía como irse de mosca o de polizonte, prácticamente se había abandonado en los años setenta. Pero ahora, los migrantes que van al norte, los que regresan deportados y los jornaleros que trabajan en las cosechas del norte del país, vuelven a utilizarlo como medio de transporte.

Además de la grata impresión que me dio el trabajo voluntario de los jóvenes de FM4, se me quedaron grabados dos momentos de esa corta visita. El primero fue el comentario de un migrante hondureño, que acababa de salir de la regadera. Decía que había pasado muy mala noche en el tren y que ese día iba a descansar, a dormir bien y se le veía contento. El albergue no proporciona ese servicio, tendría que dormir en la calle, en algún parque. Pero el alto nivel de resiliencia (capacidad de sobreponerse) de este migrante era impresionante. Por el contrario, otro muchacho, que esperaba su turno en la regadera del segundo piso, escuchó el ruido del tren y entró en pánico, no quería perderlo y con un salto felino se subió al techo para ver qué pasaba. La tensión emocional de seguir en la ruta hasta el final lo devoraba por dentro.

Cada día llegan decenas de migrantes a los albergues, cada uno con su historia, sus sueños y sus angustias. Necesitamos muchos Solalindes que sepan escuchar, muchos jóvenes mexicanos que den la cara por el país y que, con su solidaridad, pongan muy alto el nombre de México, porque unos pocos se han empeñado en ponerlo por los suelos.