Opinión
Ver día anteriorLunes 21 de mayo de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Aprender a morir

El escritor y el luto

D

ivertido fue mi único encuentro personal con Carlos Fuentes. De impecable traje azul marino y corbata negra lo identifiqué en la infame tienda de un hotel dizque de lujo en la ciudad de México donde vendían periódicos, revistas, algunos libros y bastantes chucherías. Con la impertinencia que asedia a los famosos, mientras el hombre hojeaba algo le solté a bocajarro: Maestro Fuentes, ¿qué se siente ser el escritor octogenario más apuesto del mundo? Sin ocultar su satisfacción, tuvo luego una de sus espectaculares salidas: Hubiera preferido que me dijera el más leído del mundo.

La muerte es algo que nos contagia nuestra madre en la sala de partos, dejó dicho algún ingenioso, pero ante la condición de mortales de cuantas especies logramos nacer en este planeta, la frase es irrefutable. Organismo que se ha atrevido a nacer ya ha empezado a morir, independientemente de la duración, inoportunidad o pertinencia de esa partida ineluctable pero casi siempre luctuosa entre los humanos, sean cultos o ignorantes.

Se dice que se parte físicamente tras haber cumplido un tiempo de aprender y de enseñar en este plano, pues nadie sale, ha salido ni saldrá vivo de este mundo, por lo que tiempo y circunstancias de cada muerte no modifican su indiscriminada puntualidad. De ahí que la raya de cada quien dependa de la inalterable precisión de la putilla del rubor helado, como llamara José Gorostiza a la muerte. De ahí el arte de aprender a vivir, cada día, no amedrentados como si fuera el último sino con la alegre certeza de que es el único. Como hiciera Fuentes cada día de su productiva carrera.

Gozosa, creativa, tenaz y enlutada fue su existencia como disciplinado escritor prolífico, mexicano cosmopolita de verbo elocuente y hábil presencia, cuya vasta obra le permitió conocer en vida premios y la fama, a la vez que experimentar congojas diversas y pérdidas atroces que pondrían a prueba la entereza de su ánimo, si bien afirmaba: El luto prolongado es una traición a la memoria del muerto.

Quizá por ello el fecundo autor escribió: “Con Pascal repetimos: nunca digas ‘lo he perdido’. Mejor di: ‘lo he devuelto’. Piensa que es cierto. Hay quienes mueren para ser amados más. Piensa que el muerto amado vive porque el amor que nos unió está vivo en mi vida. Piensa que sólo lo que no quiere sobrevivir a todo precio tiene la oportunidad de vivir realmente”. Fuentes pervive en varias de sus obras.