Opinión
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¿Asuntos incompatibles?
D

os experiencias recientes pudieran quizá marcar el ánimo de quienes desearan referirse a las mismas, pero sin establecer nexos ni contactos entre ellas. A esas pueden sumarse otras que forman parte del devenir cotidiano. Intento referirme a la lectura del libro El molesto asunto, de Akaram Zaatari, a la vez que la asistencia personal a la exposición de trabajos recientes del pintor, egresado de la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM Benjamín Domínguez (1942) en una galería de San Antonio Texas: Ruiz Healy Art, dirigida por Patricia Ruiz Healy a la que asistí por primera vez.

En el primer caso, el de un artista internacionalizado, la lectura del libro fue posterior a la visita a la exposición del mismo título, ideada y coproducida por el Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León (Musac) y el Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC), cuya visión se complementó después a través de la lectura del libro-catálogo.

Akaram Zaatari (1966) es un artista libanés que recopila archivos alusivos principalamente a la terrible situación reciente y a la vez no tan reciente de su lugar de origen, ha expuesto en Beirut y también en Nueva York, en la Tate Modern de Londres y en retrospectivas de video en varias ciudades: Santiago de Chile, Sao Paulo y Berlín.

Resultaría imposible recurrir a una trayectoria biográfica para dar cuenta de actitudes tan disímbolas, ya no hay manera, como acertadamente anota Mark Westmoreland de confinarse a las estrategias del mercado (aunque desde luego existen) para así superar las convenciones que privan en torno a la experiencia estética. Ésta puede darse en todos los casos y un campo no cancela de ninguna manera otro. Hay una frase que, en mi caso, las uniría y que rescato de la entrevista con Stuart Comer. En ella Zaatari afirma que hay un juego constante entre el reflejo en la pantalla y las imágenes dentro de ella. La obra presenta una especie de narcisismo tecnológico.

La obra de Domínguez, quien expuso individualmente por primera vez en el IFAL, en 1965, aunque artesanal, refleja posesión narcisística de objetos poseídos, texturas, recamados de oro, vestiduras eclesiales, objetos raros o insólitos, como un relicario en forma de mano; eso, además del reflejo que producen las lecturas, sea que provengan de la mitología que de experiencias tomadas (siempre trasmutadas) de la vida real, como las representaciones de los decapitados y torturados pintados con detalle, que no estuvieron expuestos en la Galería Ruiz Healy, pero sí en el Museo de la Secretaría de Hacienda hace relativamente poco.

La exposición de Zaatari en el MUAC, que es la que puede verse actualmente en esta ciudad, centra la atención en cuestiones no comúnmente tratadas, como los diferentes aspectos de la sexualidad masculina como fueron aprehendidos, tanto por el propio autor, como por otros autores, entre quienes ocupa lugar principal un fotógrafo local de su país de origen: Hashem E Madani, con cuyo archivo fotográfico Zaatari se siente fascinado: las prohibiciones concernientes al cuerpo sexuado no ha impedido que algunos sujetos se hayan hecho fotografiar (o se hayan fotografiado ellos mismos) en actos impúdicos, como lo evidencian algunas de sus tomas.

Todo es cuestión de intenciones. En el pintor mexicano no hay impudicia en la presente exposición, pero sí hay misteriosos protocolos entre sus sociedades de ángeles que alternan magos con seres humanos del presente y del pasado. Los ángeles, anota el investigador John Phillip Santos en el texto publicado en el libro-catálogo de la galería mencionada, son instancias que “llegan como snapshots artesanales de un mundo intemporal en parte ubicado en el pasado y a la vez, tan inmediato como ahora mismo.

Domínguez está inbuido en el barroco y esta modalidad suya atraviesa culturas y siglos. No podemos menos que recordar, que Cada ángel es terror, como dijo el interlocutor angélico Rainer Maria Rilke en sus elegías, cuando el fenómeno de las redes sociales estaba a décadas de invadir la vida de todo el que pueda accesarlas.

De modo que Domínguez es un interlocutor angélico y, por tanto, virtual. Zaatari es un cibernauta en quien los intersticios morales no han desaparecido tal y como lo asume y lo explica Juan Vicente Aliaga, resaltando en capitulares las siguiente palabras: Lo que un cuerpo resuma. Reflexiones sobre la dimensión social y pública de las imágenes.

Eso es lo que intento dar a entender en este artículo que versa sobre dos experiencias que a primera vista resultan ser contradictorias y que, no obstante, desde la propia percepción, pueden mancornarse en el ánimo individual en un momento dado.