Opinión
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65 Festival Internacional de Cannes
Los caprichos de algunos cineastas
C

annes, 21 de mayo. La competencia ha llegado a la mitad del mojado festival con un promedio favorable. Aunque hoy presentó un programa triple, no ha sido el día más afortunado en cuanto a cine de autor se refiere.

La excepción sería Vous n’avez encore rien vu (Aún no han visto nada), nueva exploración del veterano Alain Resnais sobre la interrelación entre teatro, cine y realidad. El autor y sus guionistas, Laurent Herbiet y Alex Réval, adaptaron dos obras del estimado dramaturgo Jean Anouilh, para entablar una doble escenificación de Eurídice. Por un lado, hay una proyección de la versión realizada por el grupo teatral La Colombe, dirigida por Bruno Podalydès, ante un grupo especial de actores –Sabine Azema, Pierre Arditi, Michel PIccoli, Mathieu Amalric, Lambert Wilson, Anny Duperey, entre otros–, que comienzan a reinterpretarla según su estilo, ahí mismo o en diferentes escenarios teatrales.

Ese supuesto juego aparenta ser un mero divertimento, como acostumbra el director en sus adaptaciones teatrales. Sin embargo, hay elementos como la reunión de varios actores con los que ha colaborado previamente y las referencias en el texto de Eurídice a la permanencia del amor en la vida y su trascendencia en la muerte, que insinúan una especie de despedida de Resnais, quien cumplirá 90 años en junio y es uno de los pocos sobrevivientes de su generación. Es, pues, un sincero filme testamento en el cual las partes más flojas son las actuaciones exageradas de Azema y Arditi, sus dos intérpretes predilectos (ella, además, ha sido pareja sentimental del director desde hace tiempo… así es que, ni modo).

Otro tipo de capricho personal es el ensayado por el coreano Hong Sang Soo en Da-reun na-ra-e-suh (En otro país), que repite tres veces una situación similar en la que una extranjera llamada Anne (Isabelle Huppert, sobreactuada por una vez) interactúa con un ex novio (o amante en potencia), su esposa, un salvavidas ligorio y la chica del hotel que está escribiendo ese mismo guión.

Hong es admirador del cine francés, y con frecuencia ha tratado de emular el de Rohmer o Truffaut, pero carece de ingenio y, sobre todo, dedestreza formal para hacer funcionar sus pastiches. En especial preocupante es la frecuencia con la que usa el zoom para ajustar su encuadre, recurso que ya era feo cuando estaba de moda en los años 70.

Sorpresivamente, otro director cuyo discurso parece haberse agotado es el iraní Abbas Kiarostami, quien filmó en Tokio Like Someone in Love (Como alguien enamorado), historia de una joven universitaria (la linda Rin Takanashi) que trabaja de call girl sin que lo sepa su celoso novio (Ryo Kase); así, una cita profesional con un anciano profesor (Tadashi Okuno) la obliga a hacerlo pasar por su abuelo. El realizador tarda casi dos horas en narrar un argumento que hubiera servido para un corto, si acaso, y lo hace sin sus rasgos de estilo, al recurrir a la más convencional puesta en escena.

Lo más chistoso del asunto es comprobar cómo para el press book alguien recurrió desesperadamente a prestigios como el crítico santón Pierre Rissient y al guionista chambista Jean-Claude Carrière para tratar de explicar este fracaso. Los dos expertos se sacaron de la manga una argumentación de elogio rebuscado para concluir que la película los ha dejado perplejos (y lo que rima, seguramente).

Hoy será el estreno en Cannes de Después de Lucía, de Michel Franco, en Una Cierta Mirada; y mañana el de Fogo, de Yulene Olaizola, en la Quincena de Realizadores. Ya se reportará cómo salieron librados los dos cineastas mexicanos. Esta noche se celebrará la fiesta del cine mexicano, organizada por el Instituto Mexicano de Cinematografía, con mariachis y todo. De continuar el mal clima en Cannes, el tema a relucir no será El son de la negra o El rey, sino Cantando bajo la lluvia.

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