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Presentó en Madrid su libro más reciente, publicado por Siglo XXI Editores

Galeano encabezó un acto de poesía de la indignación

España también está en el mundo al revés en que vivimos; los académicos de la historia decidieron que Franco no era dictador, dijo el escritor uruguayo ante más de mil personas

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Elena Poniatowska y Eduardo Galeano en febrero de 2011, cuando el autor uruguayo recibió la medalla 1808 del Gobierno del Distrito Federal en el antiguo Palacio del Ayuntamiento, en el ZócaloFoto Francisco Olvera
Corresponsal
Periódico La Jornada
Viernes 25 de mayo de 2012, p. 3

Madrid, 24 de mayo. Más de mil personas abarrotaron la Casa de América de Madrid para escuchar al escritor uruguayo Eduardo Galeano. Para reír e indignarse con él, con sus historias sencillas repletas de sabiduría y sentido común. Para aplaudirle de pie y como a un autor capaz de movilizar a lectores de las edades, procedencias e inquietudes más diversas.

Galeano llegó con sus papeles bajo el brazo, su ropa sencilla y su voz profunda para hablar del mundo y sus días, para reírse con la complicidad de su mirada infantil de los absurdos del mundo al revés en el que vivimos y en el que también está España, país cuyos académicos de la historia decidieron que Franco no era dictador, y cuyos jueces decidieron que Garzón no debía seguir siendo juez.

Los hijos de los días (Siglo XXI Editores) es el nuevo libro de Galeano, pero también es un texto que ha revisado y corregido durante años, puliéndolo hasta la extenuación, limpiándolo de las palabras huecas, anhelando, como hace siempre, que sus textos sean mejores que el silencio. Y en este caso más aún, pues se trata de una especie de bitácora de un testigo del mundo y sus hallazgos, con todas sus injusticias, noblezas, desgracias y los disparates que nos rodean.

Los lectores de Galeano en España son tan fieles como numerosos, hasta convertir todos los sitios que pisa el escritor en un acto poético revolucionario. O, más bien, en sintonía con las experiencias recientes de Madrid, en un acto de poesía de la indignación. Así, el narrador que asume con humildad su condición de contador de historias, sin más, empezó a relatar lo que su mirada y su memoria han registrado desde que los días se echaron a caminar.

Y en sus microensayos, uno por cada día del año, habla de la única invasión sufrida por Estados Unidos en su historia, encabezada por el general mexicano Francisco Villa, o del absurdo de que en los informes clasificados de la CIA y los servicios de inteligencia de Estados Unidos Nelson Mandela –el símbolo de la resistencia contra el apartheid y su modelo segregacionista y xenófobo– fue incluido hasta 2008 en la lista de terroristas peligrosos que amenazaban la seguridad de ese país. O que en Haití hay una antigua tradición en la que el cortejo fúnebre se conduce en zig zag para despistar al difunto y así evitar que encuentre el camino de regreso. O que hasta 1990 la Organización Mundial de la Salud consideró a la homosexualidad una enfermedad mental. O que al entierro de Karl Marx acudieron sólo 11 personas, contando al enterrador. O que en la autopsia que le hicieron al magnate John Rockfeller no se le encontró ningún escrúpulo.

Y así empezó su lectura, cual juglar que sin preámbulo comienza a narrar la historia del mundo: Y los días se echaron a caminar... Y si nosotros somos los buscadores de la vida, nada tiene de raro que de cada día brote una historia. Porque los científicos dicen que estamos hechos de átomos, pero a mí un pajarito me contó que estamos hechos de historias. Y ahora les voy a contar algunas de esas historias nacidas de los días, de los hijos de los días.

Galeano, quien ha visitado varias ciudades españolas despertando el interés masivo de lectores y fieles a su palabra, habló entonces de todas esas historias de los hijos de los días, en las que se encontró con historias de Bolivia y Ecuador. O con el homenaje espontáneo a su amiga y compañera de lucha Domitila Barrios, quien murió hace poco y a la que, en una asamblea de mineros que intentaban resistir una nueva embestida de la policía y el poder empresarial, interpeló a la asamblea en la que era la única mujer y les preguntó: ¿Cuál es nuestro principal enemigo? Se contestaron que si la oligarquía, que si los políticas, la injusticia y un amplio etcétera. Y ella les dijo: No, compañeros, nuestro principal enemigo es el miedo.

Eduardo Galeano también recordó que en este mundo al revés en el que vivimos ocurren cosas realmente llamativas, como lo que había leído estos días en la prensa, en la que los académicos de la historia habían decidido no revisar la polémica biografía de Francisco Franco en la que se elogiaba su figura y en ningún momento se le identificaba como dictador o genocida.

En este mundo al revés, los académicos deciden que Franco no fue dictador. Y el poder judicial decidió que Baltasar Garzón ya no puede ser juez. O sea que España es también parte del mundo al revés.

Galeano habló de la indignación, de la llama de esperanza que se encendió en este país con las movilizaciones sociales que comenzaron hace un año y que continúan hoy día, en respuesta a los estragos de la crisis en el pueblo llano.

Así lo leyó: La buena salud resultó más contagiosa que las pestes; y las voces de los indignados atravesaron fronteras dibujadas en los mapas.