Opinión
Ver día anteriorLunes 28 de mayo de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Cimientos de un país deseado
C

on espontaneidad, tiempo de larga observación y espíritu constructivo, muchos hemos venido configurando una idea del qué hacer ante el derrumbe de todo lo que entendimos por el México deseado. La principal motivación no es la utopía de lograr lo mejor, más bien, espoleados por el tiempo y ante el terrible vacío de propuestas imaginativas, eminentes, esperanzadoras de alcanzar un siglo mejor, cada quien se siente estimulado a pensar en su propio escenario.

Está claro que, inmersos en una grave crisis, no hay a la vista ideas nuevas, contundentes y trascendentes a un sexenio. ¿Se eluden conscientemente? ¿No se ven, no se valoran o no se sabe qué hacer? ¡Quién sabe, pero no están! Sin embargo, la población, casi grita por que se atiendan y no parece ser oída. Sólo se oyen las mismas redundancias utilitarias.

No habrá gobierno, no habrá proyecto, si no se privilegian en tiempo y compromiso contundente tres mandatos populares tan exigidos como ineludibles, a asumirse con inmensa energía: 1) someter la corrupción, 2) abatir la impunidad y 3) rehacer la cohesión social. Es verdaderamente imposible seguir viviendo en el ahogo de la corrupción, pública y privada; en el desencanto frustrante de la impunidad y en una sociedad en vías de fragmentarse, de desafiarse y enemistarse consigo misma, en busca de salidas, legítimas o no, ante un destino indescifrable. Los agravios la irritan y desbordan. Enfáticamente, nada avanzará en un país sojuzgado por la corrupción, la impunidad y la descomposición social.

Decidida la atención a esos ejes, para instrumentarla es indispensable la reorganización del gobierno. Una estructura de gobierno que desde Fox dio bandazos en su funcionalidad, que irrespetó a las reglas clásicas de conducción, que no observó una sabia distribución de facultades y responsabilidades. Agregado a ello, el impacto demoledor de la crisis económica de 2008 y la guerra calderoniana. Tácitamente es imposible continuar así.

Hay muchos espacios que reordenar y fortalecer, aquí se comentan sólo el debilitamiento de la Secretaría de Gobernación; el bicéfalo Sedena-Marina, que sólo produce enfrentamientos y descoordinación; la cosmética creación de la de Seguridad Pública; la ruina que es el Ministerio Público Federal (PGR), con su vergonzosa sumisión a los intereses políticos del Presidente, su disfunción y tremenda corrupción; el desastre de descoordinación que es el consejo de seguridad, sea nacional o pública; la inmensa debilidad y descoordinación de los órganos de inteligencia criminal y lo demás que se quiera.

Es por esto que deben identificarse los grandes pilares cardinales, no solamente de un nuevo gobierno, sino de un país de avanzada, digno y confiable en su ruta para el siglo XXI. Deben reconocerse y erigirse los pilares del nuevo templo, del que habrá de subsistir lo mucho que queda del siglo. Es un deber implantarlo con esa perspectiva como recurso de planeación. Dejemos ya de honrar a Octavio Paz con su sistema métrico sexenal.

Si en esto hubiera razón, y atendidas con sobriedad esas grandes tareas instrumentales, habría que tomar como mandato divino resolver de una vez por todas, como cruzada, aquellos temas que son anclas para toda evolución. Cinco pilares indispensables para crear una nueva realidad nacional: 1) vuelta al estado de derecho, 2) reconstruir el sistema educativo, 3) hacer real la cobertura de los servicios de salud. 4) generar con autenticidad empleo suficiente y remunerador y 5) recuperar ese valor nacional que fue nuestro prestigio internacional.

Hay muchos temas más que cada especialista privilegiaría, pero este enfoque es primero de gobernabilidad y de un avance por una justicia social eternamente aplazada, simulada, o por lo menos insuficiente; son condiciones previas que se juzgan indispensables en un proyecto del país deseado. Antes de eso es inútil discutir sobre los microanticipos de los candidatos, promesas que palidecen ante la crisis. Nuestras angustias están muy por encima de sus bosquejos.