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La galería Le Laboratoire presenta muestra-homenaje a colegas de diversas épocas

En una silla que observa un cuadro, Boris Vikskin encontró su alegoría

La pintura es limitante; depende de la mano del artista y eso la hace un arte más imperfecto

 
Periódico La Jornada
Domingo 3 de junio de 2012, p. a12

La instalación Silla mirando sus partes (entre Platón y Heidegger), de 2011, que da nombre a la exposición de Boris Viskin montada en la galería Le Laboratoire (Vicente Suárez 69-2, colonia Condesa) es epítome del discurso que la curadora Itala Schmeltz halló respecto de los homenajes del pintor –a través de sus distintas épocas– a colegas admirados, sin pretender que sean todos o hacer una historia del arte, ni mucho menos. Sino, más bien, desde una visión muy personal, un diálogo con ellos, con el pasado y el presente.

En la obra, una silla colocada en medio de uno de los pequeños cuartos de la galería observa un cuadro hecho con respaldos, asientos y demás adimentos. A Viskin le gusta la idea de la silla convertida en espectador. Lo ve como alegoría de él, como pintor, viendo las partes que me arman como artista. Están desde Piero della Francesca, Leonardo Da Vinci y Pieter Brueghel (El Viejo) hasta Mark Rothko y los Orozco: Gabriel y José Clemente, en un mismo cuadro.

Predilección por la pintura

Sobre la repetición de partes en este autorretrato, el entrevistado expresa: Muchas veces así me siento: que tengo demasiadas historias y partes que hilar. No es que haga muchas instalaciones, pero en este caso en lo plástico la pieza (funciona) como pintura; sin embargo, la silla le da la intención de dialogar en un espacio.

La muestra comprende otra instalación, La resurrección de la pintura (2007), con hierro, neón, tierra y óleo, en homenaje a Giotto. Viskin se define como un pintor que no está peleado con otras disciplinas, o a quien también le gusta ver una buena instalación o una buena obra conceptual. En fin, no lo veo como manifiesto de salvar a la pintura frente a otras disciplinas, ni mucho menos, pero sí aceptando mi preferencia por la pintura, con todos sus limitantes; con todo y que es algo plano y que depende de la mano del artista, y que eso a veces lo hace más imperfecto. Pero, creo que gana en otro tipo de propuesta, quizá más espiritual, aunque suene un poco cursi en esta época.

Respecto de los homenajeados, Viskin explica que “de entrada es alguien que en alguna etapa de mi vida influyó de alguna manera, o me conmovió, algo dejó y quedó allí la semilla. No es que diga “ahora, a ver quién me toca’. Bueno, es parte de mi manera de trabajar, y parte para que siga pintando es que muchas veces el comienzo del trabajo es, ha sido –o así lo siento–, una idea muy fija. No es que tenga un boceto o alguna idea que guíe la obra; los puede haber en algunos casos, pero el mismo trabajo con el material va desviando un poco la primera intención. Por lo general hay un momento de crisis, y en verdad me costaría mucho encontrar el momento, pero de pronto y, nuevamente a reserva de sonar muy cursi, hay un momento mágico en que dices ‘ah, esto era’. Puede ser un cuadro que intentaste hacer hace tiempo, un homenaje, no sé, al momento en que iban a fusilar a Dostoievsky, pero hace cinco años no salió y de pronto en el lodazal de este cuadro nuevo sí se dio”.

–¿Cómo seleccionas los elementos del cuadro?

–Quizás allí más implica el momento que estoy trabajando. Esta última serie o los cuadros más recientes son piezas de mucho material y pedazos de madera, de marco, y aun así salió este conjunto de homenajes a pintores. Los marcos también ayudaban un poco a organizar a las distintas partes y me servían, quizá para dialogar con elementos más modernos, aunque la mayoría son objetos de basura o desechables por más que sean marcos antiguos.