Opinión
Ver día anteriorLunes 4 de junio de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Aprender a Morir

Piedades y realidades

E

xpertos en cuidados paliativos sostienen que la eutanasia no es una petición frecuente. Se ufanan de haber trabajado durante años en la atención directa a pacientes terminales, y pregonan que nunca nadie les ha solicitado la eutanasia. Suelen decir que el mejor tratamiento contra ésta es un buen cuidado paliativo, independientemente de los requerimientos profesionales, técnicos y económicos que los cuidados paliativos demandan, y reducen a priori la voluntad de permanecer de los pacientes a una atención esmerada.

Sin investigaciones ni estadísticas sobre los factores y posibles convicciones que animan a un elevado número de pacientes a descartar la eutanasia y a aferrarse a la vida, aún en los casos de mayor dolor y sufrimiento, el problema crece en tanto aumenta la cantidad de enfermos desahuciados, en estado crítico, dependientes y terminales, sin que al mismo tiempo crezca el número de profesionistas especializados en cuidados paliativos y en atención a los familiares del enfermo, por no hablar de las finanzas privadas y públicas.

Camas, colchones y sillas especiales, aditamentos para el baño, agarraderas, tiras antiderrapantes, diseño de una dieta especial, supervisión y suministro de ésta, pañales, toallas húmedas, cuidadores de día y de noche, sean de paga o familiares de tornadiza disposición y aprendizaje a costa del paciente, empatía con éste, sesiones de rehabilitación y terapias ocupacionales, zaleas para evitar escaras, suma cotidiana de humores y dolores.

Listado de medicamentos con dosis y horarios, celos, reclamaciones y diferencias entre familiares y encargados, impuntualidades o ausencias, un administrador de todo esto que no siempre es el de mayor jerarquía en la familia, sortear llamadas y visitas negativas o indeseadas por la persona enferma y, por último pero determinante, uno o varios proveedores del dinero para sufragar puntualmente estos gastos, que se vuelven prioritarios.

Además, las actitudes, valores y prejuicios del paciente ante la evolución de su enfermedad; resentimientos, enojo, desquites, miedos y apegos acumulados a lo largo de su vida o a partir de su padecimiento, su capacidad para comunicar sentires y pensares y su voluntad de permanecer o no en su en su casa o irse a un asilo. Se plantea entonces la enorme discrepancia entre vivir y prolongar la existencia en forma artificial, pero ortodoxa, de acuerdo con creencias impuestas.