También en el ciberespacio vive
el corazón del son


Foto: Agustín Jimémez. Sin Título, 1930

Tras la aparición de El Gusto, la nueva antología de son huasteco que recupera parte de los 44 años de grabaciones emprendidas por Eduardo Llerenas, el cofundador de Discos Corasón junto con Mary Farquharson, habla del futuro de la música regional mexicana.

En la actualidad, la venta de discos ha bajado muchísimo. El fenómeno es internacional, la gente no está comprando discos, los baja de internet a través de compañías que venden, pagan sus derechos y todo. Esto apunta a la desaparición del álbum en formato cd, porque la gente, al bajar sus selecciones, no compra un disco, sino que dice: de tal disco quiero esta selección, y arma sus propios álbumes en el disco duro de su computadora.

El concepto de la producción de un disco pierde valor. Cuando produces, tienes una idea integral, no es sólo una serie de piezas musicales o canciones. Nick Gold, el productor de World Circuit, me dijo: “llevo casi semana y media en la indecisión de si pongo el número uno en primer lugar o pongo el número dos en primer lugar de una selección, y de repente me doy cuenta que es casi intrascendente para las tendencias de ahora. Pero es lo que yo sé hacer”. Su indecisión tenía que ver con un equilibrio del todo, para lo cual hay consideraciones, reglas, formas de verlo, pero con un primer tema que atraiga a la gente. Eso tal vez ya murió.

Es una realidad triste. A mí me encantan los discos. Sigo gozándolos en el formato, y por sus cuadernitos. Pero a los nuevos jóvenes no les interesa un disco, sólo una o dos canciones de algún artista. Ya no hay la costumbre de comprar un álbum. Algún amigo les pasa un tema o les dice dónde bajarlo, y arman sus programas en sus mp3. Ésa es la generación que sigue. No es asunto de clases. Entre los chavos campesinos o semi-campesinos el teléfono se ha vuelto un arma importante, o entre los trabajadores de la construcción. Albañiles, operarios u oficinistas, si no tienen un celular pierden trabajos, se ha vuelto indispensable y entraña un montón de gastos para ellos. Entonces compran una tarjeta para bajar música, sean ricos o pobres, descargan temas. Todo mundo tiene celular.

Bajar del ciberespacio los temas musicales tiene sus problemas. La calidad en esos aparatos, el iPod y otros mp3, es bajísima con respecto al cd. Las grabaciones son digitales, sus fuentes son estudios profesionales, pero lo que están oyendo adultos o jóvenes he perdido un 50 por ciento de la calidad musical. Hay distorsión, por la compresión brutal. Lo que se escucha es una burda imitación del fenómeno musical original.

Queda pendiente el problema de quién graba. Corasón está grabando mucho menos que hace dos años porque sacamos un disco —mil copias— y nos va a tomar un año vender 500. Se va a piratear. El pirataje de calle crece. Por ahí aparece en el ciberespacio ya pirateado. Es una pérdida económica hacerlo como antes, siendo una compañía independiente, pequeña. ¿Por qué seguimos produciendo? Porque lo hemos hecho por muchos años. Estamos cumpliendo el veinte aniversario y hemos llegado a pensar: bueno, vamos a producir el último disco.

En eso estábamos cuando se nos cruzó un pendiente por la cantidad de tríos huastecos que hemos grabado. Bueno, vamos a producir una antología del son huasteco, dijimos. En El Gusto hay cuarenta años de grabaciones nuestras, de gente madura que sabe hacer esos sones, de 1971 a 2011, y queríamos hacer una cosa digna. Sigue habiendo un orgullo. Hemos tenido esa cantidad de músicos excelsos simplemente en el archivo. No se puede quedar allí, hay que producirlos, hay que sacarlos, hay que hacerle una buena presentación. Así, hicimos El Gusto con formato de cd y su libro. Con bastante información.

Un álbum así les sirve mucho también a los músicos buenos de las zonas rurales, porque ya de antes venían aquí a comprar el disco de Heliodoro Copado, porque no conocían, aunque les habían hablado de él. El Gusto les fascinó. A Marcos Hernández, el huapanguero de los Camperos de Valles le alegró darse cuenta de que nos gustaba desde hace tanto la música huasteca. Tiene algo de trascendencia. Muchos tríos nóveles han nacido en Hidalgo, en una región semi-huasteca, la zona de San Bartolo Atepehuacan, que tiene una tradición antigua.
En esas poblaciones han surgido unos trescientos tríos en los últimos seis o siete años. Hemos grabado al Chicamole, muy bueno, con El Arco Loco, como le dicen al que toca el violín, Casimiro Granillo, y El Gusto les encanta y lo compran porque pueden oír a Heliodoro Copado —que ya no conocieron— o la maravilla del Treinta Meses, de Pánuco, —que tampoco conocieron. En El Gusto tienen a los maestros. Desde luego ellos deben tener la capacidad de escucharlos y hacer su propio estilo. No se vale ser nada más copiadores de estilos o formas de tocar. Eso también nos provocó para sacar este disco. Sabíamos que iba a contribuir para los mismos músicos locales de donde proviene. Era alimentarlos con sus propias tradiciones.

Me encantaría seguir grabando y sacando producciones, pero por desgracia somos una compañía independiente, y dependemos de los discos que vendamos. Si no vendemos, no se puede seguir adelante.

Está la música en vivo. ¿Qué va a pasar con ella? Vemos el fenómeno de una gran cantidad de tríos que están surgiendo de la huasteca hidalguense. Esto te dice que hay público porque los contratan, si no los contrataran, no existirían los tríos ¿no? Sigue habiendo un consumo propio de su música. En zonas como la Huasteca potosina ha bajado un poco, pero en la hidalguense sube. Éstos mismos van a tocar a la Huasteca potosina, tienen contratos a cada momento. Mientras continúe el gusto en la propia región, la tradición seguirá.

A nivel comunitario, en el ámbito rural, sigue existiendo una fuerza de esta música aunque haya cambios en el seno mismo de la tradición. En la Huasteca no hay fiesta que valga si no hay un trío suyo. Puede haber una banda de alientos, que es muy común, un grupo de rock o de esos versátiles que tocan de todo. Pero no puede faltar un trío huasteco.

Hay regiones donde está ya muy desaparecido el fenómeno tradicional. En la Costa Chica ha bajado; en parte de la zona jarocha en Veracruz lo tradicional tuvo un resurgimiento. Hubo toda otra orientación a partir de Mono Blanco y sus seguidores. Sí. Han logrado una reinterpretación del son jarocho. Y han hecho talleres para enseñar a tocar son jarocho, fabricar instrumentos. Es una revitalización de la música tradicional, como lo que ha sucedido en Europa tras la desaparición de tanta población campesina europea. Hay una gran cantidad de intérpretes que tocan músicas tradicionales, habiendo aprendido ya no de la generación anterior, sino a través de maestros, talleres y encuentros.

Entrevista: Ramón Vera Herrera