Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 17 de junio de 2012 Num: 902

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Manual para hablar chichimeca-jonaz
Agustín Escobar Ledesma

Monsiváis o la cornucopia de un cronista
Abelardo Gómez Sánchez entrevista con Carlos Monsiváis

“Cariño que dios
me ha dado...”

Carlos Bonfil

La Iglesia, el Estado
y el laicismo

Bernardo Bátiz

Mozart y Salieri
Marco Antonio Campos

Columnas:
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
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La Jornada Virtual
Naief Yehya

A Lápiz
Enrique López Aguilar

Artes Visuales
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Cabezalcubo
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Sexo (virtual), mentiras y guerra: el caso Scott Ritter
(II Y ÚLTIMA)

Indiscreción

Scott Ritter es el exmarine que trabajó como inspector de armas de destrucción masiva para la onu entre 1991 y 1998. Tras años de perseguir y presionar al gobierno de Saddam Hussein, pasó a convertirse en activista antibélico para tratar de impedir que Estados Unidos atacara a Irak con premisas falsas. Su campaña fracasó y poco después su vida se desmoronó por cometer una serie de indiscreciones al tener chateos sexuales por internet con presuntas menores de edad que resultaron ser policías.

¿Qué tal si hubieran sido niños de verdad?

A pesar de que hubo irregularidades (particularmente la revelación ilegal de sus previos arrestos) en el caso, que pudieron haber obligado a la juez Jennifer Harlacher Sibum a retirar los cargos en contra de Ritter, aquélla sentía tal indignación moral en contra del exinspector, en parte porque percibía que el acusado era arrogante y tenía una incapacidad para sentir remordimiento, que optó por declarar que Ritter era un “depredador violento”. Esto es asombroso pues Ritter jamás ha sido acusado de una conducta sexual violenta y sus crímenes no involucraron contacto físico alguno, ni acoso indebido, ni alguna forma de intimidación u hostigamiento. Sus crímenes son producto de una tecnología que permite interacciones “íntimas”, a ciegas entre desconocidos; un medio que posibilita el contacto a distancia de personas cuyos caminos muy probablemente nunca se cruzarían. Ritter no visitó foros clandestinos para pedófilos, ni rondaba los espacios frecuentados por niños, en busca de posibles víctimas. Sus encuentros con presuntas prepúberes tuvieron lugar en foros explícitamente prohibidos para menores, en lugares donde adultos, voluntariamente y bajo la ambigua protección que da el anonimato, buscan a otros adultos para participar en actos de sexo virtual o juegos masturbatorios, aunque de cuando en cuando éstos desembocan en sexo real. Al terminar el juicio, la juez negó la posibilidad de una fianza para que Ritter obtuviera libertad bajo palabra y ordenó que fuera enviado inmediatamente a prisión. Harlacher Sibum dijo: “Aunque reconozco las enormes contribuciones que ha hecho durante su vida el Sr. Ritter, tengo que poner esto en la balanza respecto a la seguridad de la comunidad. ¿Qué hubiera sucedido si esos menores hubieran sido niños reales y no agentes de la ley?” Esta es precisamente la pregunta emblemática de la esquizofrenia cultural de un tiempo de apertura demencial dominado por una férrea moral victoriana.

Predator

Pero aún más paradójico resulta que a Ritter se le denomine violent predator, precisamente en una era en que el arma predilecta del régimen Obama es el Predator, el avión a control remoto que se utiliza para asesinar a sospechosos vía red digital, desde la comodidad de un distante monitor de computadora. Esta arma ha cobrado incontables vidas, muchas de ellas “daño colateral”: mujeres, niños, ancianos e inocentes sobre los que súbitamente llovieron misiles que aplastaron sus casas, autos o escuelas. Los responsables de esta campaña de purificación, de juicio sumario por webcam, imaginan esta labor de vigilancia y exterminio como una guerra limpia y moral de bajo costo y con un mínimo de víctimas. Esta es sólo una cara más del conflicto que Ritter trató de evitar y que en casi once años ha demostrado ser un fracaso en su misión de liberar a Estados Unidos (y a esa extraña entelequia que llaman Occidente) del terrorismo planetario.

Fantasías criminales

Hay algo extraordinariamente retorcido en el hecho de que uno o varios policías se dediquen a cazar presuntos depredadores haciéndose pasar por niños o niñas. ¿Cómo clasificar esos actos sexuales virtuales, esas sesiones de insinuaciones, provocaciones y actuación en los que nadie toca a nadie pero que a menudo conducen a actos masturbatorios, y que una vez pasado el placer y la urgencia dejan en ruinas a quienes caen en la trampa? Aquí el argumento principal de la ley es que estos oficiales se dedican a purgar el sistema de sus depredadores. Esto es siniestramente equivalente a la lógica de la guerra de Irak, la cual fue lanzada como un preemptive strike o ataque preventivo. Estas acciones no buscan capturar a los pervertidores que han cometido crímenes, sino que es un travestismo virtual con el que los oficiales se ofrecen como carnada para estimular apetitos sexuales y empujar a que alguien se entregue a la (auto)tentación. Es probable que este método sirva para detener a algunos cuantos depravados peligrosos, pero ¿cuántos serán simplemente víctimas de sus fantasías? En toda fantasía sexual compartida siempre habrá un elemento de riesgo, de ser humillado públicamente, de ser expuesto y ridiculizado. Ritter, como muchos otros, sucumbió, y quizás la vergüenza, la catástrofe social, económica y moral, los purifique de esos deseos inaceptables. Mientras, los otros depredadores seguirán sembrando terror, muerte y destrucción en nombre de la guerra contra el terror.