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Elecciones 2012

Los municipios conurbados del valle de México, el principal músculo del nuevo PRI

Simpatizantes de Peña Nieto, trasladados en cientos de autobuses, no abarrotan el Azteca
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Cierre de campaña del candidato presidencial del PRI, Enrique Peña Nieto, en el estadio AztecaFoto Daniel Aguilar
 
Periódico La Jornada
Lunes 25 de junio de 2012, p. 8

Las matracas atacan todavía, pero hay nuevo PRI. De Gustavo Díaz Ordaz a Ernesto Zedillo, la arenga agradecida del ungido estuvo dedicada a los poderosos sectores del partido. Hoy, Enrique Peña Nieto da las gracias a los clubes de fans y a los activistas.

Hay nuevo PRI, pero la movilización de los simpatizantes sigue siendo un problema de logística que resuelven casi 2 mil autobuses venidos de todo el país, playeras, cornetas y otros regalitos.

El nuevo PRI no reniega de su historia. Si en 1988 el chiapaneco Jorge de la Vega Domínguez declaró el triunfo claro, contundente e inobjetable de Carlos Salinas de Gortari, en 2012 Peña Nieto anuncia que el primero de julio su victoria será, claro, contundente e inobjetable.

Cuando aún no era candidato, Peña Nieto afirmaba que México necesita un presidencialismo fuerte, sin obstáculos y pragmático. A lo largo de la campaña y este domingo en el estadio de Televisa ofrece lo que establecen las leyes: una presidencia democrática.

De la flota de siglas del pasado sólo quedan algunas balsas que sobrevivieron al naufragio de los sectores. En el nuevo PRI, si nos atenemos al número de asistentes, la lancha más eficaz pertenece a los petroleros. No trae las siglas del sindicato ni el nombre de su dirigente, Carlos Romero Deschamps, pero recibe un lugar de privilegio, en las primeras gradas, detrás de una portería.

El lugar para consentidos, hasta el frente, cerca del candidato, sin embargo, es para los invitados especiales y los peñistas que portan en carteles los emblemas de la ciberpolítica: #YosoyelPRI, #SoyelPRIqueviene y #ContigohastaLosPinos.

La prole, atrás de la raya

La prole queda detrás de las mallas ciclónicas. Abajo, en la cancha, sólo hay lugar para quienes visten camisas y blusas blancas o rojas, siempre bordadas con el nombre y el lema del candidato. Funcionarios públicos, dirigentes estatales y sus familiares. En las gradas sólo hay camisetas, aunque nuevecitas.

A espaldas del escenario principal, la campaña priísta despliega enormes letreros con las principales ofertas del candidato. Tras cinco sexenios –tres del PRI, dos del PAN– con un modelo económico que ofreció crear riqueza para luego derramarla, los compromisos son sólo piezas que se acomodan, para usar la jerga jurídica, en un marco regulatorio intocable.

Peña, Josefina Vázquez Mota y Gabriel Quadri pueden diferir sobre los medios, pero los fines están establecidos de antemano. Lo que queda es lo que queda: políticas públicas compensatorias. Arriba a la izquierda lo dice una de las ofertas del priísta: Oportunidades y el Seguro Popular van a crecer. Con el nuevo PRI, se entiende, aunque sean programas del PAN.

Hay un nuevo PRI que es el de siempre. Lo encarna, por ejemplo, Hortensia Hernández, de la delegación Magdalena Contreras, quien no duda un segundo su voto por Beatriz Paredes ni, por supuesto, por Peña Nieto. Puro PRI, priístas de corazón somos yo y toda mi familia. A saber la cara que mira, porque se siente obligada a añadir: Y créame, es por convicción.

En este cierre en la capital del país, el músculo del nuevo PRI es mexiquense. Coacalco, Ecatepec, Neza, Tultitlán, Valle de Chalco y el resto de municipios conurbados aportan el mayor número de transportados que disfrutan un largo concierto de la banda El Recodo, con todo y su por Dios, qué borracho vengo, que sirve de marco para la llegada de Manuel Espino, ex presidente nacional del PAN, deudor de El Torito y convencido de que, nos guste o no, Peña va a ser presidente.

El nuevo PRI incluye otras adquisiciones de campaña que asisten al estadio propiedad de Televisa. Pablo Escudero, candidato a senador y yerno de Manlio Fabio Beltrones. Y Rosario Robles, a quien el nuevo tricolor da la oportunidad, según sus propias palabras, de estar con Peña pero no con el PRI. Una decena de gobernadores completan el cuadro de honor en el cual no falta Beatriz Paredes, quien, por si alguien no recuerda, funge como candidata del PRI al Gobierno del DF.

El nuevo PRI no tiene enemigos eternos. “No habrá derrotados… todo México va a ganar”, dice Peña Nieto poco antes de que en el Zócalo, a unos kilómetros de aquí, arranque otra marcha en su contra.

A los que serán derrotados les dedica unas líneas: Uno significa más de lo mismo, inseguridad, pobreza y desempleo. Otro es el populismo autoritario que no rinde cuentas ni respeta las reglas ni las instituciones.

Orwell o las encuestas le completan la arenga: Los mexicanos ya no quieren más de lo mismo, y menos dar saltos al vacío.

Es un momento clave del discurso. Muchos de los asistentes no entienden nada de lo que dice el candidato, por la pésima acústica (sólo quienes están en el ángulo correcto respecto de las bocinas alcanzan a entender plenamente las frases del candidato). De modo que se dedican a hacer la ola y a gritar –justo cuando Peña habla de Josefina Más de lo Mismo Vázquez y de Andrés Salto al Vacío López–: ¡Sí se puede, sí se puede! Hasta el candidato debe interrumpir brevemente su discurso y sumarse a la alegre consigna.

Juntos vamos a dejar atrás las prácticas de la vieja política, dice Peña, aunque su renacido PRI siga cargando la sombra del renovador que le precedió: Carlos Salinas de Gortari. Los manifestantes anti Peña que gritan: detrás del copetón está el pelón olvidan, sin embargo, que durante la campaña el ex gobernador sólo se tomó foto con un ex presidente: Ernesto Zedillo. Y fue hasta Suiza a buscarla. Y hoy se expresa en los letreros que llaman al voto por la paz, igual que Zedillo en 1994.

El nuevo PRI tiene sólo un rostro que se reparte por montones a los asistentes: máscaras de cartón de Peña Nieto. Algunos se las ponen para tomarse la foto, pero la mayoría las usa para cubrirse del sol.

El nuevo PRI es tan nuevo que se da el lujo de no llenar a tope el Azteca. Casi lo consigue, pero tanto a ras de cancha como en las gradas quedan huecos.

Dentro y fuera del estadio hay de todo. Botargas, bailarinas de hawaiano, sindicalistas mexiquenses con tambores, jóvenes en zancos con pelucas que quieren imitar la cabellera del abanderado.

Globos y papeletas de tres colores coronan un discurso en el cual, nuevo PRI de por medio, Peña nombra la palabra cambio 10 veces; democracia, cinco, y jóvenes, cinco.

Peña Nieto habla menos de media hora en un templete que tiene inscrita su oferta principal: Vas a ganar más. Con el nuevo PRI.

Desde gayola, lo observan militantes de la CNOP veracruzana, que trajeron la mejor manta del acto: Enrique Peña Nieto es popular y está de moda.