Opinión
Ver día anteriorMiércoles 27 de junio de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Tiempo de definiciones
D

ice el Eclesiastés que todo tiene su tiempo. El tiempo mexicano es de optar por distintos proyectos políticos, económicos y culturales que se disputan la Presidencia de la República. La trágica coyuntura que padecemos demanda de la ciudadanía definiciones, la manifestación consciente de cada voto, como forma de contribuir a la creación de un nuevo horizonte nacional.

No tengo duda en definirme en favor de Andrés Manuel López Obrador. Sobre todo por los hombres y mujeres que ha elegido para que sean parte de su gabinete. Se trata de personas de amplia y reconocida trayectoria en el campo de su competencia. Por ejemplo, hace varios sexenios la Secretaría de Educación no la encabeza alguien que haya demostrado previamente que entiende cuál es la problemática educativa de México. Si no entendieron la profundidad del problema, menos fueron capaces de dar soluciones de fondo para servir a las necesidades pedagógicas de la población del país. Han estado en esa oficina meros burócratas sin pasión por la tarea educacional, que sin rubor alguno se han sentado en la silla que ocupó José Vasconcelos en los años veinte del siglo pasado. Que al frente de dicha secretaría quedase Juan Ramón de la Fuente, como propone López Obrador, es aire fresco, vientos de renovación y esperanza.

Es claro que del Partido Acción Nacional, fundado por Manuel Gómez Morín, ya no queda nada. Esa organización política que sostenía su causa como una brega de eternidad, en los dos sexenios que ha detentado el poder gubernamental del país, bien pronto sucumbió ante la fascinación de tener a su disposición el presupuesto público, que se traduce en cambios drásticos en el modo de vida de quienes antes eran integrantes de la clase media. Cambiaron sus ideales por los mundanos privilegios de tener mansiones imposibles de adquirir solamente con sus salarios devengados como funcionarios públicos. ¿De dónde sacaron los panistas, que hoy se empeñan en sacar a flote la desastrosa campaña presidencial de Josefina Vázquez Mota, los recursos para rodearse de lujos demenciales? Aprendieron bien de los priístas, y tal vez hasta los han superado en los niveles de corrupción.

Mi definición por López Obrador no me obnubila para señalar cuestiones preocupantes en su proyecto y en la elección que ha hecho al dar cabida en el seno de su movimiento a personajes impresentables. ¿Qué le aporta a una propuesta de cambio verdadero alguien como Manuel Bartlett? Para mí es inconcebible que quien fue el secretario de Gobernación de Miguel de la Madrid, y de Educación bajo el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, esté integrando la lista de senadores de la coalición Movimiento Progresista. En varias ocasiones Andrés Manuel ha defendido la postulación de quien fue pieza clave para operar el fraude electoral de 1988 contra Cuauhtémoc Cárdenas. Maestro del malabarismo político, Bartlett ha evadido explicar el operativo que llevó a Salinas de Gortari a ocupar un puesto que difícilmente ganó en las urnas. Me parece que los simpatizantes de López Obrador opusieron escasa resistencia a la decisión de postular a Bartlett, tal vez por temor a eso de dar armas al adversario. Pero la integridad demandaba un claro deslinde de quien fue contrario a la democratización del país.

Durante la administración obradorista en la ciudad de México fueron reforzados vínculos con poderes contrarios a la diversificación del país. Fue el caso de la cercanía de López Obrador con el cardenal Norberto Rivera Carrera, quien siempre ocupó un lugar de privilegio en las inauguraciones de obras públicas. Andrés Manuel decidió privilegiar a la diócesis encabezada por Rivera Carrera con una donación de terrenos para construir la llamada Plaza Mariana. Para hacer realidad lo anterior cedió un patrimonio de la ciudad, un espacio que hizo posible la construcción de casi 68 mil metros cuadrados en dos niveles, cuya inauguración tuvo lugar en octubre del 2011. Fue un error, una decisión contradictoria con el espíritu laico, de la que esperamos que Andrés Manuel haya aprendido bien.

Una cuestión más, ante la que me parece que hay que estar vigilante, es la indefinición de López Obrador sobre los derechos identitarios sexuales y reproductivos de la ciudadanía. Cada vez que se le hace la pregunta sobre el asunto, responde que el tema sería llevado por él a consultas públicas. Los derechos de las minorías no pueden, no deben, ponerse a consideración de quienes de entrada tienen una postura negativa hacia las elecciones éticas de ciertos grupos y personas.

Andrés Manuel, que tanto admira, justamente, a la generación liberal juarista, que confrontó a la simbiosis política/religiosa conservadora que mantuvo al país como coto privado de una confesión religiosa, no debe evadir su responsabilidad y delegar ésta en consultas populistas. La lid libertaria contra el conservadurismo tuvo lugar en condiciones sumamente desfavorables para Benito Juárez y el pequeño grupo que lo acompañó en la batalla por descolonizar a México. La izquierda que quiera ser fiel a su identidad histórica tiene que estar siempre por la ampliación de los derechos, por esforzarse en la construcción de ciudadanos y ciudadanas que sean capaces de reconocer que las sociedades democráticas son plurales, que la diversificación es su lógica interna, y que, por lo tanto, no se puede imponer a todos una sola convicción ética.

Con todo, reitero mi decisión en favor de Andrés Manuel López Obrador, así como mantengo la esperanza de que una sociedad civil crecientemente crítica sea capaz de modificar cualquier medida que no abone al fortalecimiento de una cultura democrática.