Opinión
Ver día anteriorDomingo 1º de julio de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Democracia a prueba
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ras una campaña electoral breve pero intensa, marcada por las denuncias sobre las tradicionales prácticas de distorsión de la voluntad popular y opacidad –sobre todo en su etapa final–, pero también por la irrupción de movilizaciones ciudadanas saludables y vigorizantes –principalmente las protagonizadas por jóvenes–, la ciudadanía asiste hoy a una nueva cita con las urnas. La trascendencia de ésta se mide no sólo por el número de cargos de elección popular en disputa –la Presidencia de la República, 500 diputaciones y 128 senadurías federales; seis gubernaturas y la jefatura de Gobierno del Distito Federal; 579 curules legislativas estatales, 876 ayuntamientos y 16 jefaturas delegacionales–, sino porque en ella se juega buena parte de la vigencia y la credibilidad de la institucionalidad democrática en el país, que actualmente se debate entre el innegable proceso de avance y modernización que ha experimentado la sociedad en los años recientes y la persistencia de inercias autoritarias, antidemocráticas y turbias de gobiernos, partidos y poderes fácticos.

Si la presencia de las segundas tuvo el efecto de ensuciar el proceso electoral de hace seis años, y legó un gobierno deficitario de legitimidad, un conjunto de autoridades cuestionadas y un sentir de retroceso respecto de lo que se había avanzado hasta entonces en materia de democracia, la aparición de esos mismos elementos en los comicios actuales es un factor indeseable de incertidumbre, que amenaza no sólo con la posibilidad de un nuevo conflicto poselectoral, sino también de provocar un cisma en la actual institucionalidad republicana. La democracia del país asiste hoy, pues, a una de sus pruebas decisivas.

Precisamente por ello, es necesario que la ciudadanía, en vez de sentirse desmotivada, acuda hoy a las casillas a expresar su voluntad soberana, en la inteligencia de que una emisión masiva y libre de sufragios es el mejor antídoto contra las prácticas de compra, coacción o conducción corporativa del sufragio, y el mejor método del que dispone actualmente la población para elegir el rumbo por el que el país habrá de caminar los próximos seis años. Cabe esperar asimismo que, llegado el momento de emitir su voto, las y los electores se sobrepongan a los vicios observados en este proceso, que hayan aprovechado el tiempo de veda electoral para reflexionar e informarse sobre los distintos proyectos políticos en pugna y que tomen, en consecuencia, la mejor decisión para el país, es decir, aquella que brinde mejores garantías de enfrentar los problemas más acuciantes: la desigualdad social, la corrupción institucional, la vulneración sistemática de derechos básicos, la inseguridad pública y la pérdida del estado de derecho, así como el estancamiento del tránsito nacional hacia una democracia plena.

Por su parte, la autoridad electoral tiene hoy el desafío, pero también la oportunidad, de remontar los cuestionamientos y preocupaciones derivados de sus actuaciones en comicios anteriores e incluso de su desempeño tibio y hasta omiso durante las campañas recién concluidas. Para ello, es imperativo que el Instituto Federal Electoral, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación y los organismos análogos a escala estatal actúen, desde la jornada de hoy y hasta la conclusión del proceso, como árbitros y jueces coherentes, firmes e imparciales, más allá de toda duda, para que desde esta noche, y en las horas y días posteriores, la ciudadanía pueda tener certidumbre de que su voto ha sido debidamente protegido y contado. De su desempeño depende la credibilidad de los resultados y, por tanto, la legitimidad de las instituciones que se constituyan a partir de esta elección.

Finalmente, cabe hacer votos porque, en el curso de este día, se mantenga la tranquilidad y el espíritu cívico, que todo intento de presión y distorsión de la voluntad popular sea oportunamente denunciado y sancionado y que los propios ciudadanos utilicen el conjunto de recursos y mecanismos de denuncia creados para defender su sufragio y contribuir a la transparencia de la elección. Si los electores, los partidos, los candidatos y las autoridades cumplen cabalmente con sus respectivas obligaciones, se podrá vencer la perspectiva indeseable de la duda, la polarización y el retroceso, y el país, sus instituciones y su democracia saldrán fortalecidos.