Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 1o de julio de 2012 Num: 904

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

El caso Pasolini, un asesinato político
Annunziata Rossi

Gracias, Elena
Raquel Serur

Poniatowska, 80 años de sensibilidad e inteligencia
Adolfo Castañón

Ay, Elena…
María Luisa Puga

La feria de
Juan José Arreola

José María Espinasa

Leer

Columnas:
Prosa-ismos
Orlando Ortiz

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

La Jornada Virtual
Naief Yehya

A Lápiz
Enrique López Aguilar

Artes Visuales
Germaine Gómez Haro

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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Jorge Moch
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Twitter: @JorgeMoch

Ésos que ya enseñaron el cobre

Hoy se decide, por más que se diera por sentado y aunque suene a sobada frase de monografía, el destino de la nación. Y nos parece natural, pero llegar hasta aquí, hoy, al momento sublime y atomizado en que cada quien entra a una cabina donde hay una urna y ejerce su democrático derecho al voto para que la multitudinaria masa, el hormiguero, el pueblo, decida quién y cómo lo va a gobernar, no ha sido nada fácil. Ha costado verdaderas montañas de dinero, casi todo mal empleado; ha costado miles de litros de saliva y sudor; miles de horas de proselitismo a veces ilegítimo, millones de toneladas de papel y ríos de tinta. Ha costado fortunas y prestigios y entornos familiares y amigos perdidos. Ha costado muchas públicas vergüenzas y no pocos triunfos de lo clandestino. Es motivo de que algunos supermillonarios se froten las garras. Abre y cierra la temporada de cacería de presupuestos oficiales y de un nutrido abalorio de supercherías, de intimidaciones, de infundios. Las elecciones suelen sacar a la superficie, apenas rascar un poco, lo peor del mexicano.

El día de hoy, este domingo de verano falsamente parecido a otros, tiene en realidad un antecedente trágico al que disfrazamos, dialécticos hasta la contradictoria médula, de fiesta política, porque ha cobrado el precio más alto, el que cifra cientos, miles de vidas humanas. La del periodista. La del activista. La del soldado. La del ciudadano. La del sicario. Los muertos, los perseguidos, los golpeados, los amenazados, por cierto, casi todos son del mismo bando. Los asesinos, los golpeadores, los que profieren amenazas y los que persiguen, suelen ser del otro. Eso debería bastar para saber de qué lado están las certezas y de qué lado las imposiciones. Hemos visto a manifestantes pacíficos ser golpeados por policías vestidos de civil y hemos visto, a últimas, que los policías descaradamente se dejaban puesto el uniforme para cometer delitos que nadie castiga. Hemos visto que la valentía es de los ciudadanos inermes y no de quienes cargan placa y pistola y encomienda.


Ilustración de Juan G. Puga

Cualquiera que sea el resultado y puestas de lado las personales expectativas, con al menos estos dos últimos procesos electorales jugados en desventaja de un lado y con todas las posibles premeditaciones y alevosías del otro, nos dejan en claro algunas cosas, algunas naturalezas verdaderas, duras lecciones y no pocas, ingratas verdades: que hay demócratas de palabra pero tiranos de acción; que hay libertarios discursivos pero sátrapas omisos; que hay una inmensa cantidad de gente sencilla y hasta indefensa pero entregada a un ideal superior. Que hay intereses de otros pocos con gordas chequeras que sepultan los ideales, los tasan y ponen precio y comprador; que para algunos la vida nacional no es más que otra oportunidad de negocio, y que la política tiene más que ver con la vida de un burdel que con la armonía social de la nación.

Hemos aprendido a las claras y a las duras que el papel de las televisoras y de buena parte de los consorcios de los medios no es pasión por el oficio, sino burdo amor al dinero. Son los que cantaron victorias que fueron atropellos y auguraron derrotas como bofetadas a las esperanzas de muchos. Hemos visto que hay para quienes no vale la pena realizar elecciones, sino encuestas y sondeos con que los grupos de poder puedan ir ensamblando acomodos a conveniencia, y hemos visto, también, quién es el mejor postor. Hemos visto, sobre todo, impostores.

Hemos visto que la ignorancia gana, que la ignominia reina, que la calumnia conquista. Hemos visto que somos más víscera que pensamiento, pero también amorosa entrega y no pocos fanatismos.

Hemos visto que no nos es fácil perdonar. Y que llevamos viejas heridas abiertas por las que supuramos lo mismo dolor que inexplicables carcajadas.

Hemos visto que la democracia es lo más difícil pero también lo más deseable, aunque su implementación supone arramblar privilegios de clase, y hemos visto precisamente que seguimos siendo un país clasista, racista, atrasado, fanatizado, profundamente hipócrita. Pero convulso, palpitante, rebelde y por eso dividido. Hemos visto que no hay un líder que nos una o convoque a todos.

Hemos visto, claro, a ésos que enseñaron el cobre. Los que calumnian y repiten las mismas mentiras. Los que desprecian. Los que compran votos y se ufanan de dirigir  “operativos”. Los que exhiben su miedo irracional y rabioso. Y ahora sabemos que precisamente por eso, independientemente de quien gane hoy, vamos a seguir en esta lucha.