Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 1o de julio de 2012 Num: 904

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

El caso Pasolini, un asesinato político
Annunziata Rossi

Gracias, Elena
Raquel Serur

Poniatowska, 80 años de sensibilidad e inteligencia
Adolfo Castañón

Ay, Elena…
María Luisa Puga

La feria de
Juan José Arreola

José María Espinasa

Leer

Columnas:
Prosa-ismos
Orlando Ortiz

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

La Jornada Virtual
Naief Yehya

A Lápiz
Enrique López Aguilar

Artes Visuales
Germaine Gómez Haro

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
Núm. anteriores
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Orlando Ortiz

Cosas del pito

“¿Y tú qué pitos tocas en este asunto?”, solemos decir a alguien cuando lo consideramos intruso o no acertamos a dilucidar sus propósitos o funciones. El caso es que en el siglo XIX había, por el rumbo de Michoacán, un pito que volvía loca a la gente, a tal grado que llegaban a pagar cien pesos (de los de entonces) por uno.

Según el drae, la primera acepción de pito es:  “instrumento pequeño que produce un sonido agudo cuando se sopla en él”;  esa no respondería a lo que necesito; la acepción número 5:  “vasija pequeña de barro, que produce un gorjeo parecido al de los pájaros cuando, llena de agua hasta cierta altura, se sopla por el pico”.  Esta acepción me late más, porque la siento más próxima a lo nuestro. Me refiero a que hace años, ignoro si todavía, en los estanquillos vendían un silbatito de plástico, cuya parte superior remataba un canario o avecilla, en la inferior tenía un minúsculo depósito para el agua y al soplar “gorjeaba”. Santamaría, en su Diccionario de mejicanismos también menciona este juguetito pero al pito le agrega lo de real, y el historiador Inocente Peñaloza García lo alude en la introducción que hace a la edición facsimilar de El Pito Real, segunda época. Este fue un “periódico popular escrito para el pueblo, que por lo mismo se reparte con profusión y gratis”,  rezaba en el cabezal, abajito del nombre. No obstante, como ya se dijo, la demanda superaba a la oferta y en consecuencia se especulaba.


El Ahuizote, avencri.devianart.com

Los tres ejemplares que reproduce esta edición están fechados en Toluca, el 19, el 22 de febrero, y el 5 de marzo de 1867. La primera época de este periódico se dio en la sierra de Huetamo, Michoacán, un año antes al de la segunda época, y según parece no quedan ejemplares de esa etapa, ni noticia de cuántos números se publicaron.

Presumiblemente el responsable fue don Vicente Riva Palacio, jefe de la guerrilla juarista. A él se le responsabiliza de El Ahuizote, que se editó en Ciudad de México, pero muy pocos mencionan El Pito Real, ignoro la causa.  Lo primero que llama la atención son los nombres de estas publicaciones. Ahuizote es, en sentido estricto, un animal anfibio que, por la descripción que hacen de él Clavijero y Sahagún, podríamos ubicarlo como la nutria o un pariente cercano, al que por cierto también se le llamaba “perro de agua”. Pero el nombre de esa publicación satírica no respondía a tal acepción, sino al sentido más etimológico, pues en náhuatl venía a significar “el que molesta y fatiga a otro con exceso”. De donde se seguía que se acostumbrara decir “fulano es mi ahuizote”, en otras palabras, el que se la pasa fregándome bien y bonito. Así sí adquiere sentido el nombre para una publicación satírica.

En cuanto a El Pito Real, también es difícil creer que el nombre se refiriera a un silbatito que simula el gorjeo de los pájaros. Tiene más sentido si nos enteramos de que así se llamaba una danza chinaca, muy popular en tiempos de la Reforma y de la Intervención francesa. “Chinaca”,  porque la guerrilla antiimperialista la componían los chinacos. Pero una danza, por más alegre que fuera, no alcanza a justificar el nombre de ese periódico que se imprimía en una imprentita portátil, en el campamento de la guerrilla asentada en Huetamo. Pero buscando se encuentra, y así de pronto aparece que también se le llama así a una garrapata redonda “cuya picadura produce comezón insoportable”, nos dicen los vocabularios citados. En otras palabras, un pito es una garrapata que “Ah qué bien chinga!”  Y quien leyere los poquitos ejemplares de El Pito Real que han sobrevivido, aceptarían que mejor nombre no pudo tener.

En principio, veamos la organización de sus materiales. En la primera página aparecía la  “Sección de fondo sin fondo”,  en la segunda se le daba espacio a “El romancero de la Chinaca”, le seguía la sección denominada  “Variaciones”, en la que, por ejemplo, entrega unas “profecías”, paráfrasis de un texto bíblico, adecuado a las circunstancias, o unas “décimas” en las que, nos dice Peñaloza García:  “relata con sorna la primera crisis de locura que la emperatriz Carlota Amalia sufrió en el Vaticano...” En la página cuatro aparecía la “Sección de pitos”. Un dato interesante para los curiosos y amantes de la lírica popular: en el número 2 está la letra original de “Adiós mamá Carlota”,  la que presumiblemente escribió Riva Palacio. Puntualizo esto porque conozco otra versión, atribuida también a él, publicada en El Ahuizote del 13 de febrero de 1874, pero en ésta “Don Sebastián” ocupa el lugar de Carlota.