Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 1o de julio de 2012 Num: 904

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

El caso Pasolini, un asesinato político
Annunziata Rossi

Gracias, Elena
Raquel Serur

Poniatowska, 80 años de sensibilidad e inteligencia
Adolfo Castañón

Ay, Elena…
María Luisa Puga

La feria de
Juan José Arreola

José María Espinasa

Leer

Columnas:
Prosa-ismos
Orlando Ortiz

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

La Jornada Virtual
Naief Yehya

A Lápiz
Enrique López Aguilar

Artes Visuales
Germaine Gómez Haro

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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Luis Tovar
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Los tiempos y los hechos (II Y ÚLTIMA)

En 1929, el recién creado Partido Nacional Revolucionario fue acusado, entre muchísimos otros por José Vasconcelos, del Partido Antirreeleccionista, de haber ganado mediante un fraude electoral. Tanto la creación del PNR como los comicios que llevaron a la Presidencia a Pascual Ortiz Rubio estuvieron signados por luchas internas, traiciones, reacomodos y crímenes varios, que jamás excluyeron los ajustes a balazos, de consecuente saldo sangriento.

Nueve años después, el PNR cambió su nombre a Partido de la Revolución Mexicana. Como candidato a la Presidencia fue impuesto Manuel Ávila Camacho, en detrimento de Francisco J. Múgica, y ya en campaña electoral el PRM acusó al candidato opositor, Juan Andrew Almazán, entre otras cosas, de “traidor a la Revolución”, mientras éste denunciaba la preparación de un fraude electoral.

En 1946, el pnr se convirtió en el Partido Revolucionario Institucional, cuyo primer candidato a la Presidencia, Miguel Alemán Valdés, obtuvo un triunfo  “claro, contundente e inobjetable” –como luego les encantaría decir a sus sucesores, sin excepción–, seguido por el triunfo ídem de Adolfo Ruiz Cortines, con un absurdo 74.31 por ciento de los votos, y luego por el de Adolfo López Mateos, en pleno ejercicio de la aplanadora priísta de infausta memoria. Tras él vendrían el genocida Gustavo Díaz Ordaz –2 de octubre del ‘68, Tlatelolco–; el igualmente genocida Luis Echeverría Álvarez –10 de junio del ’71, el halconazo y la guerra sucia–; el desastre del ridículo candidato único a la Presidencia López Portillo; la anodina inoperancia de Miguel de la Madrid, según esto ganador con siete de cada diez votos emitidos; el dedazo que ungió al tecnócrata neoliberal Carlos Salinas de Gortari, impuesto con el inocultable fraude del ’88 –por cierto avalado por el PAN–, cuyo “gobierno”, de funestas y todavía palpables consecuencias, prohijó el error de diciembre, el TLC, centenas de muertos entre miembros de la oposición, más una serie incontable de males y crímenes.

Entre estos últimos, el asesinato de quien habría sido el sucesor salinista, Luis Donaldo Colosio Murrieta, tiene el paradójico aspecto de la ruptura y la continuidad: ruptura porque así se quebraba el pacto original del PNR, creado con el propósito primordial de acabar con la insana costumbre de zanjar a plomazos las diferencias entre los miembros de la pandilla; continuidad porque, como puede verse con el anterior, mínimo y apretadísimo recuento, jamás el PNR-PRM-PRI ha podido ni querido abandonar sus más inveteradas costumbres:  según sea necesario, ganar o arrebatar; asimilar o eliminar contrincantes, sin importar si éstos militan dentro del mismo partido.

Perro que da en comer huevo…

De todo esto y mucho más debió nutrirse Carlos Bolado, en su calidad de guionista, para la confección de Colosio, el asesinato. Seguramente habrá deplorado que, por  “razones” perfectamente inaceptables, los expedientes del Caso Colosio estén bajo reserva –y a ver quién cree que por simple coincidencia–, es decir negados al examen público, hasta que Mario Aburto, el supuesto “asesino solitario”, salga de la cárcel. Le quedaba, eso sí, el camino multifronte de la infinita hemerografía, la pesquisa particular, la inferencia, la extrapolación y, como se apuntó aquí hace una semana, la incorporación de una vox populi clamorosa, que siempre tuvo claros el porqué, el cómo y el quién privó de la vida al entonces candidato del PRI a la Presidencia de la República.

A Bolado le quedaba, en consecuencia, la tarea de armar un rompecabezas compuesto por piezas que sólo el homicida intelectual del caso sabe si pertenecen a la ficción, a la imaginería popular, a la estricta realidad …o a las tres al mismo tiempo. En esto radica la que quizá es la mayor virtud del filme, a saber si voluntaria o no: en la fusión total, del todo indisoluble, de esos tres elementos que pueden ser ayuntados únicamente con el concurso de un mínimo de verosimilitud, ingrediente que no falta en Colosio, el asesinato, si bien dicha condición es atribuible no exclusivamente al argumento sino también –y para peor salud de nuestra vida pública– al tinglado de verdades oficiales que suelen acabar en mentiras monumentales, verbigracia los triunfos con 0.56% de los votos, las encuestas a modo de quien las paga y los candidatos electorales literalmente diseñados por la televisión.

…manque le quemen el hocico

Más que necesario ejercicio fílmico de reflexión sobre nuestra muy lamentable historia, Colosio, el asesinato contribuye a que se piense con muchísimo cuidado el modo en que hoy se han de cruzar las boletas electorales.