Opinión
Ver día anteriorLunes 2 de julio de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
En un país democrático (II)
C

uando escribo esta colaboración para La Jornada ignoro si se reconoció o no el triunfo claro de la mayoría ciudadana, de Andrés Manuel López Obrador, del pueblo que lo apoya, en la elección presidencial; por tanto, no puedo juzgar si se dio un paso firme hacia la democracia o todavía tendremos que esperar para ver un cambio verdadero. Por ello me ocuparé de un artículo que aquí mismo publiqué el 21 de agosto de 1991, hace ya 21 años, con el mismo título que éste.

Anoté en él, entre otras cosas, que hay que repetir hoy, lo siguiente:

“En un país democrático no es necesario que en cada casilla electoral los partidos de oposición se vean obligados a tener un vigilante que tiene que ser una equilibrada composición de detective privado, de abogado litigante y de matemático, para evitar las trapisondas electorales.

“En un país democrático el emblema nacional no se monopoliza por un partido, que confunde así a los votantes y crea una falsa concepción de lo que es la nación y lo que significa la lucha política entre iguales; en un país democrático tampoco se aprovecha la pobreza o la miseria de los votantes para constreñirlos a votar en favor de un partido, ni se obtienen votos a cambio de servicios que debieran ser gratuitos.

“En un país democrático no se usa la publicidad subliminal, prohibida por varios reglamentos en otras materias, para inducir a costos multimillonarios a votar en un sentido determinado.

“En un país democrático los funcionarios públicos pueden manifestarse como personas, en favor de los partidos de su preferencia, pero no ponen su prestigio como funcionarios, los problemas que resuelven, los programas que emprenden y el dinero del presupuesto que es de todos, para apoyar a un partido.

“En un país democrático no se crean partidos ad hoc, conforme se van necesitando, para dividir los votos de la oposición y debilitarla.”

A un poco más de dos décadas, suprimí de este texto algunas otras exigencias para la democracia que estorbaban entonces y ahora ya no existen. Por ejemplo, la existencia de credencial para votar dudosa, un padrón no confiable, mesas de votación en casas de candidatos o dirigentes partidistas y algunas otras barbaridades que al correr de los años han desaparecido.

En cambio, si bien avanzamos en algunos aspectos, hoy nos enfrentamos a nuevos artilugios y a fórmulas sofisticadas que buscan impedir una limpia e informada manifestación del sufragio popular. Ahora los medios de comunicación, poderes fácticos, actúan ya no al servicio del poder, sino con autonomía y descaro en la pretensión de imponer ellos un candidato.

Hoy nos topamos con una compra del voto más sofisticada, en la que se usan tecnologías modernas como depósitos vía tarjetas y monederos electrónicos. También constituye un mecanismo pervertidor de la expresión de voluntad popular, lo que se ha bautizado como guerra sucia; se trata de una combinación de verdades a medias, mentiras y calumnias en contra de un candidato o de un partido, exagerando sus posibles defectos e inventando historias truculentas y estrafalarias para desorientar a los votantes poco informados.

Pero la historia no avanza sólo en sentido negativo; como dice Maritain, hay un doble progreso contrario, avanza el mal, pero también avanza el bien; hoy por hoy encontramos actores nuevos que no habían estado presentes en las luchas políticas del pasado y sin duda son ahora y seguirán siendo en el futuro, decisivos para los resultados electorales formales, pero también para la crítica de los procesos y para los juicios que sobre personajes, partidos e instituciones se haga la opinión pública.

Un factor nuevo es que junto, por encima o paralelos a los partidos, han surgido movimientos ciudadanos que, sin tener registro oficial, tienen en cambio presencia definitoria en la política de nuestro país; uno de ellos sin duda es Movimiento Regeneración Nacional (Morena), que en paralelo a los partidos de izquierda con los que coincide participó en el proceso sin las ataduras, compromisos y pugnas internas que limitan frecuentemente a las organizaciones reconocidas; otro es el grupo encabezado por el poeta Javier Sicilia que, más alejado todavía de la estructura partidista, actúa con juicios y propuestas, a partir tan sólo de su convocatoria y autoridad moral.

Otro más es el movimiento #YoSoy132, que sorpresivamente apareció en la escena, desmintiendo a quienes pensaban que los jóvenes de hoy tenían una actitud banal ante los problemas de la comunidad. Estos muchachos, sin interés en cargos públicos o posiciones partidistas, saltaron a la palestra política tan sólo con el objetivo de exigir la verdad, información transmitida con ética y para oponerse a la manipulación de los medios. Es alentador que junto con los partidos, los ciudadanos busquen y encuentren formas más ágiles y libres de participación política. Esto solo ya es un avance hacia un país democrático.