Opinión
Ver día anteriorJueves 12 de julio de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Siria: Moscú y Pekín frenan a Washington
L

a arremetida subversiva contra Siria del último año y medio se inserta en un plan estadunidense mucho más abarcador que conviene recapitular. Recuérdese la previa demolición de Libia y el linchamiento de su líder llevados a cabo igualmente por la OTAN, los monarcas de Arabia Saudita y Qatar y demás tiranuelos del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG). Éstos se mueren de miedo ante la posibilidad de que traspasen sus fronteras los aires de rebelión popular árabe, y por eso aplastan a sangre y fuego la de Bahrein, de la que no se habla en los medios corporativos.

En la euforia belicista posterior al 11/S, George W. Bush pronunció aquella sentencia marcial: los que no están con nosotros están contra nosotros. Ella corría parejo con el proyecto neoconservador de restructuración del Gran Medio Oriente y de instaurar un Estado policial mundial que preservara la ya precaria hegemonía de la superpotencia, aprovechándose del clima sicológico creado por los atentados terroristas y su conveniente manejo mediático para justificar las guerras coloniales contra Afganistán e Irak. La citada restructuración se proponía el control por Washington del petróleo, el gas y el agua en un arco que comprende desde el norte de África, pasando por la península Arábiga y el golfo Pérsico, hasta Afganistán y Paquistán. Como complemento, dominar la infraestructura de ductos y vías marítimas principales. El plan permitiría también rodear de bases militares a Rusia y China, como en efecto hicieron.

Ello exigía el desarrollo de varias guerras, abiertas o encubiertas, con el despliegue de importantes fuerzas y medios militares, así como acciones subversivas para acabar con todos los gobiernos y fuerzas populares de esa región que opusieran algún grado de resistencia al dominio imperialista. Como apoyos en la aventura Estados Unidos contaba con sus complacientes socios europeos y una colección de marionetas de distintas latitudes, con los que ocupó Afganistán e Irak. En la retaguardia disponía de todas las facilidades a cargo del CCG, devenido hace dos años en alma de la contrarrevolución árabe. Mientras, para mantener a los palestinos enjaulados, perseguidos, acosados y continuar privándolos de sus ya disminuidos territorios y fuentes de agua allí estaba su aliado consentido, Israel, al que convirtió en gran potencia nuclear. Pese a ello, la supuesta invencibilidad militar del ejército sionista fue puesta en solfa por la resistencia patriótica libanesa de Hezbolá, que lo ha derrotado dos veces (2000 y 2006); y los palestinos no han descansado un día en su resistencia.

Obama, es evidente, ha sido un fiel continuador de la política exterior de Bush. Aunque se viera obligado a una humillante retirada de Irak y difícilmente se libre de una derrota vergonzosa en Afganistán, ha extendido una guerra de baja intensidad contra Paquistán, Yemen y Somalia, al tiempo que participado activamente en las operaciones contra Libia y ahora en el sangriento intento de cambio de régimen en Siria. Curiosamente, en ambos países los aliados principales de la OTAN han sido bandas terroristas sectarias, algunas vinculadas a Al Qaeda, armadas por el CCG y entrenadas y apoyadas por la CIA y grupos de operaciones especiales ingleses y franceses. Es el caso del llamado Ejército Sirio Libre. Por Damasco se llega a Teherán, pletórico de hidrocarburos y serio obstáculo a los planes de dominación yanqui en la zona. Las aventuras contra Libia y Siria se han caracterizado por una desvergonzada participación de los medios, que, fabricando protestas, matanzas y desenlaces falsos desempeñan una función cada vez más decisiva en los planes del Pentágono.

Ahora bien, lo que ha impedido una intervención militar abierta en Siria –aparte de su indudable capacidad militar– es la firme oposición de Rusia y China, que han trabajado arduamente a favor de una salida política del conflicto. Es por ello que Occidente se ha visto obligado a aceptar a regañadientes que el mediador Kofi Annan involucre a Irán e Irak en el diálogo para buscar una solución negociada. Al parecer, un ataque a Siria o a Irán deberá esperar ahora a que pasen las elecciones en Estados Unidos. Pero ya hay una lección importante y es que Washington y sus aliados no pueden actuar como si Rusia y China no existieran, sin contar con otras fuerzas que, sin ser superpotencias, también disponen de la voluntad y capacidad de oponérseles.

Twitter: aguerraguerra